Blog De la Calle: Dana y las manzanas doradas de Emil

Los Juegos Olímpicos de Helsinki de 1952 están considerados por muchos como los primeros realmente universales. La razón es la participación de los atletas rusos, en este caso bajo el pabellón de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Regresaban después de haber desaparecido tras la Revolución de Octubre de 1917 y no fueron los únicos. Alemanes y japoneses también concurrían a la cita olímpica, lo que otorgaba una universalidad añoraba en ediciones anteriores. La convivencia con los soviéticos no fue sencilla. Hasta el punto que no se integraron en la villa olímpica con el resto de atletas de los 68 países participantes. Sus dirigentes se negaron a convivir con los países “burgueses”, por lo que los atletas soviéticos se instalaron en Otaniemi, un distrito de la capital finlandesa en el que se localiza la famosa TKK, Universidad Politécnica de Helsinki. Y donde se encuentran varios edificios diseñados por el prestigioso arquitecto finlandés Alvar Aalto.

El hombre de los Juegos fue un atleta que enterró las expectativas finlandesas de conseguir un oro. Los anfitriones tenían depositadas sus esperanzas en sus atletas Paavo Nurmi, que en 1932 fue descalificado por coquetear con el profesionalismo, y Hannes Kolehmainen, quien encendió el pebetero en la jornada de apertura. Sin embargo, ambos fueron eclipsados por Emil Zatopek, el sexto hermano de siete de una humilde familia de obreros checoslovacos. Un joven que comenzó a correr a raíz de una carrera organizada entre los empleados de la fábrica de calzado en la que trabajaba. Intentó ausentarse con excusas que no convencieron al médico, quien le obligó a correr. Zatopek terminó segundo, pero hubo algo que le cautivó para siempre. "La gente me aplaudió y eso me gustó. Desde entonces comencé a entrenar a un nivel exigente porque tenía claro que prefería sufrir en los entrenamientos y no hacerlo en las carreras", confesó.

El mismo día de aquella primera derrota conoció a la que sería su esposa, Dana. En 1945, con 23 años, Emil dejó la fábrica e ingresó en el Ejército, donde trabajaba de día y entrenaba de noche ayudado por una linterna para evitar las irregularidades del terreno. Zapotek explotó en los JJOO de Londres, donde además de lograr el oro en los 10.000 metros en Wembley, además de la plata en 5.000, tuvo tiempo para acercarse a una joyería en Piccadilly Circus y comprar los anillos de boda para él y su prometida Dana. Su esposa compartía con Topek, como se le conocía, la afición por el atletismo y por la competición, dedicándose al lanzamiento de jabalina.

Y llegó la cita de Helsinki. Zapotek acudía acompañado de Dana, que también logró el billete junto a su jabalina. Zapotek era un candidato más a las medallas, pero su exhibición asombró el mundo. En 10.000 metros rebajó su tiempo de Londres ¡en 42 segundos! Y en los 5.000 venció en una carrera histórica doblegando en el sprint final al argelino Mimoun, el recórdman de la distancia, el alemán Schade, y a Cristhopher Chataway, un estudiante de Oxford pelirrojo que acabaría presentando el informativo en la cadena ITN. Zatopkova fue testigo directa del triunfo de su marido en esta segunda carrera, ya que una hora después, espoleada por el segundo oro de Topek, Dana conquistó el triunfo en lanzamiento de jabalina. Otra casualidad en esta peculiar pareja que había nacido el mismo día, el 19 de septiembre de 1922.

Pero como no hay dos sin tres, el destino quiso que ocurriese otra maravillosa coincidencia. Zapotek decidió desafiar a la historia tomando parte en el maratón para completar lo que nadie había conseguido nunca, conquistar las tres pruebas del fondo. Una prueba muy exigente para el esforzado corredor checoslovaco con esa característica y sufrida forma de correr. Tres días después de aquella dorada tarde para el matrimonio Zatopek, que nunca había corrido un maratón, decidió tomar la salida.

Antes de la carrera ‘la locomotora humana’ se acercó a su adversario más renombrado, el británico Jim Peters, al que se presentó personalmente. Durante la carrera, Topek se pegó a Peters para estudiarle y seguir su estrategia. Cubierto el kilómetro 15 de carrera Zapotek se colocó a la altura de Peters y le preguntó: “¿Es suficientemente rápido el ritmo de carrera?”. A lo que el británico le respondió: “El ritmo es demasiado lento”. Habían pasado en 15:43 por el kilómetro 10 y por 31:55 en el 15. Entonces Zatopek, como si obedeciera a su rival, subió el ritmo, algo que tuvo unas consecuencias inesperadas. Peters se desfondó y el checoslovaco mantuvo su marcha triunfal hasta el estadio Olímpico, adonde se plantó con 800 metros de ventaja sobre sus perseguidores.

Y entonces se produjo otro momento mágico. Zatopek entró en el estadio en el mismo momento en el que su esposa, Dana recogía en el podio su medalla de oro de jabalina. Un instante emocionante que coronó la consecución del tercer oro de Zapotek, un momento histórico. A su llegada, el checoslovaco agradeció los aplausos y pidió una manzana que se comió de pie en la recta de llegada mientras esperaba a sus rivales para festejar con ellos el logro. Los argentinos Reinaldo Corno y Delfo Cabrera completaron la fotografía legendaria del marathon finlandés. Aunque al finalizar la carrera advirtió que le había resultado una carrera aburrida, luego pronunció una cita que quedó en la historia: “Si quieres correr, corre una milla; si quieres cambiar tu vida, corre un maratón”. Emil Zatopek completó en trayectoria 334 carreras, de ellas 261 victorias y un total de 18 récords mundiales sobre distintas distancias. Aquella tres medallas de oro, aquel maratón y aquel instante entrando en el estadio de Helsinki mientras su esposa se colgaba el oro en jabalina son parte de la historia de los Juegos Olímpicos.