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Tour de Francia: Los sprints, una incógnita entre 11

PorBiciciclismo.com

Publicado 05/07/2015 a las 13:54 GMT+2

De nuestro socio Biciciclismo.com

Eurosport

Fuente de la imagen: Eurosport

Cuando el año pasado subieron dos ciclistas franceses al podio del Tour de Francia, con Jean-Christophe Péraud y Thibaut Pinot acompañando a Vincenzo Nibali en París, se provocaba una foto que hacía 30 años que no se repetía, desde el doblete de Bernard Hinault y Laurent Fignon el año 1984. El caso de Péraud, un biker reconvertido a vueltómano ya veterano, es algo más excepcional que el de un Pinot (Mélisey, 19 de mayo de 1990) que encabeza la generación llamada a volver a poner Francia en el mapa de las grandes carreras.
Con solo un año de sub23, donde ganó nada menos que el prestigioso Giro del Valle de Aosta (cuna de los mejores escaladores italianos dilettanti), Pinot pasó directamente a profesionales con FDJ el año 2010 a pesar de no ser esa su intención. “Con 19 años, es demasiado pronto a mi entender [pasar a profesionales]. Soy joven, todavía tengo cosas que aprender. La próxima temporada, debería aprovechar otro año de gran ambiente en el CC Étupes”, decía tras ganar Aosta en una entrevista a cyclismag.com.
Pero lo cierto es que la precocidad le sentó bien. Haciendo un calendario World Tour, Pinot destacó en el año de su debut protagonizando diversas escapadas en jornadas duras que le valieron ganar la clasificación de la montaña en el Tour de Romandía y ser tercero en una etapa del Dauphiné. También en 2011 estuvo cerca de la victoria en la carrera francesa, siendo segundo en última etapa, acabada en La Toussuire. Las expectativas eran altas, pero Marc Madiot quería reservar a su perla y ni se planteó llevarle al Tour. De hecho en sus dos primeros años en el conjunto blanco no tomó la partida en ninguna gran vuelta. Y a finales de año llegaron las victorias: el Tour de Alsacia, la Settimana Lombarda y la etapa reina del Tour de l'Ain.
La explosión en el Tour
El esperado debut en el Tour sí llegó la temporada 2012, a pesar de que en el fondo tenía nada más que 22 años recién hechos, y de hecho fue el más joven de aquella Grande Boucle. Un Tour al que no sabía que iría “hasta dos semanas antes de empezar”, por las reticencias de Madiot a exponerle demasiado pronto. Al final, el director cedió, le alineó, y le tuvo que dar la razón en nada menos que en una semana, lo que tardó Pinot en llevarse la octava etapa, acabada en Porrentruy, tras fugarse en solitario en Col de la Croix. El nada discreto galo le alentaba a gritos y golpes al coche del FDJ en los últimos kilómetros, en una de las estampas más recordadas de los últimos años.
Y no acabó aquí. El de la Alta Sajonia, que siempre se había caracterizado por un escalador de fondo y de gran capacidad de recuperación, se mantuvo firme en las tres semanas, fue uno de los mejores escaladores del final de carrera y firmó un brillante décimo puesto en la general. Un enorme resultado que vino seguido de una presión de igual tamaño, empezando por aquella famosa portada de L'Équipe: “Pinot. Gagnera-t-il Le Tour?”
El debate de si Pinot puede ganar algún día el Tour ha vuelto este año a los medios, especialmente tras su Vuelta a Suiza, en la que fue líder hasta la crono final (cuarto en la general) tras imponerse en solitario en la etapa reina, acabada en el interminable Sölden. Y lo cierto es que el francés ha hecho el inicio de campaña más regular de su carrera, sin bajar del top10 de la general de ninguna carrera desde la Tirreno-Adriático (4º también), y de hecho con más victorias que nunca, ya que también se llevó la llegada en altura del Tour de Romandía, donde de nuevo se quedó a un puesto del podio, al que sí subió en el Critérium Internacional (segundo tras Péraud).
De miedos y fortaleza
Pero antes de llegar a ese punto, Pinot ha tenido que sufrir también más percances de los esperados además de la presión a la que ya se auguraba que sería sometido a pesar de su conocida fragilidad mental y anímica. El más sonado, se visibilizó en el Tour de Francia de 2013, el que debía ser de su redención pero acabó convirtiéndose en una pesadilla. Físicamente estaba bien, pero perdió tiempo desde el primer día de montaña. Se quedaba en los descensos. “Algunos tienen miedo a las arañas o a las serpientes, yo le tengo miedo a la velocidad. Es una fobia”, acabó declarando a L'Équipe.
El escalador francés acabó abandonando ese Tour, y explicando su trauma que arrastraba desde una grave caída a los 12 años. Más tarde, Pinot trabajó ese problema tanto luchando contra su fobia a la velocidad conduciendo coches de carreras, como mejorando su trazada en ejercicios alternativos como el esquí. Antes, recuperó su moral firmando una sólida Vuelta a España, donde no estuvo cerca de la victoria en ninguna etapa pero volvió a dejarse ver y acabó séptimo en la general.
Desde entonces, su fortaleza no ha hecho más que crecer. Se ha convertido en uno de los mejores escaladores del mundo (en Cycle Sport publicaron su evolución de producción de potencia), y a pesar de no tener las mejores condiciones para las contrarrelojes –“no tiene la constitución de cuerpo ideal para penetrar en el aire”, decía en el reportaje su hermano y preparador físico Julien– su rendimiento es bastante sólido. Su podio en el pasado Tour de Francia fue la prueba definitiva, y ahora, a sus 25 años, hace falta ver qué margen de progresión tiene el ciclista que marca el camino de una esperanzadora generación de escaladores franceses.
Albert Rabadan, @arabadan
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