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Blog Uría: Messi es leyenda

Rubén Uría

Actualizado 12/01/2016 a las 11:13 GMT+1

Hace unos años, el mítico Larry Bird, el paleto de French Lick, dijo que Dios se había disfrazado de Michael Jordan para ganar a los Celtics. Messi, un extraterrestre que, dicen, nació en Rosario, es aquel Jordan en Boston casi todos los días y casi todos los partidos

FC Barcelona's Lionel Messi of Argentina holds the World Player of the Year award during the FIFA Ballon d'Or 2015 ceremony in Zurich, Switzerland, January 11, 2016.

Fuente de la imagen: Eurosport

Pequeño, liviano, centelleante, artista y con menos palabra que un telegrama, el diez se disfraza de Dios cada vez que su zurda atómica acaricia la pelota. Si la elegancia, como sostenía Balzac, es la ciencia de no hacer nada igual que los demás, Messi es la máxima expresión de la elegancia. Si la personalidad, como defendía Ingenieros, es todo brillo y arista; firmeza y luz, como cristal de roca, Messi es su definición perfecta. Si para el talento, como decía Sidney Lumet, disponemos de un don natural que nos permite lograr lo que otros no pueden conseguir, Messi es la máxima expresión del talento. Si la principal marca del genio, como aseguró Koestler, no es la perfección, sino la originalidad, Messi reinventa el mundo con la pelota cosida al pie, descubriendo nuevas fronteras hacia lo imposible. Y si lo imposible es el fantasma de los tímidos y el refugio de los cobardes, como sostenía Napoleón, no hay límite o dique capaz de frenar a Messi, un escapista único, sublime, universal.
Para Messi, como para Ali, imposible es sólo una palabra que usan los hombres débiles para vivir fácilmente en el mundo que se les dio, sin atreverse a explorar el poder que tienen para cambiarlo. Ali, Jordan, Maradona, Senna, Federer y compañía. Para ellos nunca existió la palabra imposible. Ídolos eternos. Talentos mayúsculos. Genios divinos. Messi, que por derecho propio ya forma parte de ese selecto club que sólo admite a fueras de serie, mira a todos a los ojos. En su deporte, no admite comparación con nadie, compite contra la historia y ya sólo aspira a superarse a sí mismo, como lo que es, una leyenda. A la gente no le suele gustar el fútbol, porque le gusta su equipo, pero más allá de colores, nadie podría discutir el vasto legado de Lionel a sus 28 años. Ya tiene cinco Balones de Oro. Y subiendo. Vendrán más. Los que él quiera, porque no hay nada ni nadie que se le resista cuando activa su zurda nuclear. De hecho, ni los fiscales más recalcitrantes del argentino, ni los peores enemigos de Messi, que los tiene, podrían discutir que, cuando el diez está inspirado, las olas de su fútbol tocan las playas de la perfección de Dios.
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