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Blog Brotons: Keylor Navas, asesinato en el Bernabéu

Eurosport
PorEurosport

Actualizado 13/03/2017 a las 14:52 GMT+1

Me apetecía solidarizarme con Keylor Navas, siendo consciente de lo que le espera de aquí hasta que concluya la temporada va a ser un suplicio.

Keylor Navas

Fuente de la imagen: AFP

Ser portero en el Real Madrid, me refiero al guardameta, es una especialidad más peligrosa que la de ejercer el periodismo en zona de conflictos bélicos. Los puñales, las balas y alguna que otra granada verbal explotan junto al pobre deportista situado bajo los palos de la portería que defiende. La situación de Keylor Navas, como antes sucedió con Iker Casillas, ha tomado un camino de difícil retorno.
El costarricense ha empezado a ser consciente de "la que se le avecina", siendo el portero de una comunidad de vecinos desmemoriados y entregados a esa especie de "cultura de lo inmediato". En el Real Madrid el mejor portero es el que no juega. En realidad, este excelente guardameta siempre vivió bajo los palos de una insensatez deportiva que hasta llegó a extenderse por ámbitos administrativos. Ya le han silbado, ahora solo queda cargárselo.
Para los desmemoriados, Keylor es el mismo guardameta al que obligaron a ir al aeropuerto de Barajas para que se subiera a un avión rumbo a Manchester. El mismo al que, pasado un ratito, obligaron a volver a Valdebebas para pasar el pertinente reconocimiento médico tras el esperpéntico e irrisorio episodio del "fax de De Gea". En aquella ocasión, Forbestino y sus caprichos volvieron a retratarse sin rubor alguno.
Ponerse rojo, ruborizarse, no es lo mismo que actuar con estupidez supina, una enfermedad que trasmiten los seres humanos y que es contagiosa. Keylor Navas vivió anoche en el Santiago Bernabéu uno de esos episodios que acentuaron el nivel de incongruente histeria al que se abrazan los dueños del ruido más patético. Ya sabemos que "hablar sin tener nada que decir" se ha puesto muy de moda.
Ruidos carpetovénicos que disfrutan más con los tropiezos del adversario, que con los placeres propios. Inseguridades malsanas que asoman sus rulos por la ventana para comprobar cómo está el patio del vecino, en lugar de regar las plantas del suyo propio. Círculos viciados y promovidos por los cavernarios con carnet de la cofradía de la adulación permanente.
Ellos son los menos indicados para establecer sentencias de ningún tipo. Aquellos que pusieron el grito en el cielo por las ayudas arbitrales que recibió el Barça ante el PSG, bajaron de golpe a la realidad cuando ayer Mateu Lahoz le perdonó (una cosa es perdonar y otra cosa es no haber visto), a Keylor la expulsión en el minuto 23 de partido.
Para los que hablan de un fuera de juego mal pitado a Cristiano (nunca hubo gol anulado) y de un penalti no señalado a Morata, me permito decirles que la acción que condiciona un encuentro es siempre la primera. Es posible que si Mateu hubiera sido más honesto podría haber evitado el grave error de Keylor en su auto gol. Su expulsión le habría aliviado de los pitos y el bochorno.
En cualquier caso, no quería enredarme en la emergente ridiculez que trata de ocultar las miserias de los dos grandes de nuestro fútbol, volcándolas en las evidentes miserias de otros, en este caso de los árbitros. Hoy me apetecía solidarizarme con Keylor Navas, siendo consciente de lo que le espera de aquí hasta que concluya la temporada.
Lo que le aguarda después está ya muy masticado por la desagradecida mandíbula del régimen que alienta Forbestino y al que se apuntan todos sus pelotas en los medios. Los aires cambiantes del Madrid a nivel futbolístico, son los mismos aires que sacuden al aficionado que no sabe si entregarse a la crítica, al aplauso, al ruido desconcertante o, simplemente, al lanzamiento de un córner.
Al bueno de Keylor, solo le queda telefonear a Casillas y pedirle consejo para evitar la depresión y el llanto. Nadie mejor que Iker para explicarle de qué va el Madrid de Forbestino y el harakiri que le gusta provocar en sus jugadores. El Bernabéu no es país para viejos y menos para porteros.
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