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Blog Uría: De Mary Poppins a Simeone

Rubén Uría

Actualizado 19/04/2017 a las 03:59 GMT+2

Gracias al Cholo, el Atlético vivirá su tercera semifinal en cuatro años. Con Giménez de mediocentro y gol de Saúl, el Atlético asaltó la guarida del zorro.

Diego Pablo Simeone (Atlético de Madrid)

Fuente de la imagen: Eurosport

Cuando el genial Guy Ritchie pensó en Denis Farina para el papel del extravagante Avi en Snatch, cerdos y diamantes, película de culto, dotó al personaje de una capacidad descriptiva tan sintética como afilada. Su definición de Londres forma parte de la antología cinéfila: "Sí, Londres, ya sabes: pastel de riñones, taza de té, mala comida, peor clima y esa Mary Poppins de los cojones". A dos horas y quince minutos de Londres, en coche, se encuentra Leicester. Sí, Leicester que, hasta hace unos meses, parafraseando a Avi, era: pastel de riñones, taza de té, mala comida, peor clima y ese Ranieri de los cojones. Sin Claudio pero con Shakespeare, en el corazón de una ciudad en medio de las Midlands, sin cerdos ni diamantes a la vista, se alza la guarida del zorro, el King Power Stadium. Allí, en casa de los foxes, con resultado corto y mucho que perder, el Atlético de Simeone reescribió otra página de su dorada historia. Con jerarquía, puso pie en sus terceras semifinales de Copa de Europa en cuatro años. Los mismos que lleva en ese banquillo Simeone, que no es Tony Dientes de bala, pero que se le parece, porque en este torneo, desde que llegó, no hay proyectil capaz de abatirle si no lleva denominación de origen Real Madrid.
El Leicester, modesto hace años, refundado por el capital tailandés y cuento de hadas por cortesía de Ranieri, se despidió de su sueño europeo. El culpable, Simeone, experto en potenciar virtudes propias y exagerar errores ajenos. Pasadas las once de la noche, el Cholo convirtió la carroza de la Cenicienta inglesa en una calabaza. Y lo hizo siendo fiel a su estilo: A morir, los míos mueren. Su máquina de competir respetó su identidad y el entrenador desarrolló su mejor arma, la intuición. Así que, desafiando a todos los estetas, metió a Giménez de mediocentro. (Con la venía, recuerden que los profetas dijeron que el entrenador se había vuelto loco en su día por probarle en ese puesto y decían que el chico no valdría porque se hacía un lío con la pelota en los pies). Y Jose María fue tres en uno: central cuando había que meter el pie, sostén cuando había que descargar al primer toque y cacique en la batalla contra el poderío aéreo inglés. Su partido, soberbio, se vio acompañado, por tres nombres propios: Saúl, ese señor que orinó sangre durante dos años y jugó con su salud por el equipo, firmó un golazo con un cabezazo picado, precioso, que volvió a demostrar que tiene un martillo en la frente. Gabi, ese tipo del que nadie habla en la prensa pero cuyo fútbol y presencia hablan por sí sólo. Y Griezmann, esa estrella con alma de gregario que siempre corre por Simeone, por todos sus compañeros y por él, el primero. Suficiente para abrochar el pase a semifinales. El resto del equipo, como siempre, fue lo que es: once tipos que se mueven como uno solo.
Descorchó el partido Saúl y de ahí hasta el final, marca de la casa, se dedicó a hacer de su sufrimiento un espectáculo. Percance de Juanfran, otro de Filipe, gol inglés, cabalgadas incansables de Chillwell, un Atleti replegado y un par de aluviones del entusiasta Leicester. En otro tiempo, el Atleti habría tiritado. Con Simeone al mando, a los atléticos apenas se les movió un solo músculo de la cara. Ad Augusta Per Angusta, Simeone, que no es historia viva, sino leyenda creciente de este club, alunizó la guarida del zorro. Antes de su llegada, el Atleti había disputado tres semis de Copa de Europa en más de cien años de historia. Con el Cholo, el Atlético vivirá su tercera semifinal en cuatro años. Sin tanto dinero como otros pero con más ilusión, sin un fútbol tan vistoso como otros pero con estilo propio, como las tres efes, como El Duque, feo, fuerte y formal, el Atlético sigue persiguiendo el trono que todavía se le niega. A falta de saber si el Barça completa otra remontada ante la Juve o queda fuera de la pelea, muchos intuyen que la capital mundial del fútbol podría volver a ser Madrid. Sí, ya saben, Madrid. Esa ciudad que, parafraseando a Avi, se podría definir así: Sí, Madrid: cocidos, museos, buena comida, mejor clima, el Real Madrid y ese Simeone de los cojones.
Rubén Uría / Eurosport
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