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Blog Uría: El infierno del Atleti

Rubén Uría

Actualizado 29/05/2016 a las 18:59 GMT+2

En el caso del Atleti, como en la canción de Estopa, el infierno sólo te quema cuando el fuego nunca te ha quemado. Y habiendo ardido...Volverá.

Juanfran

Fuente de la imagen: AFP

Ni el relato masoquista más enrevesado habría previsto que el Atlético -primer equipo que pierde sus tres primeras finales de Copa de Europa- perdería tres veces el tren de la gloria, la primera en el último minuto de la prórroga, la segunda en el último minuto del partido y la tercera, tras otra prórroga, en la tanda de penaltis. Una maldición, una plaga egipcia incesante sobre un pueblo al que azotan caprichosas leyes humanas y hasta divinas. Una crueldad extrema, elevada a su enésima potencia, desgarradora para el que padece en rojo y blanco. Un suplicio esa pasión inexplicable que es el Atleti, tremendo en la victoria e inigualable en la derrota. Así son los designios del fútbol, que entronca con la vida y rezuma tanta grandeza como miseria, que no entiende de justicias a la carta y obedece a una ley no escrita: las finales no se juegan, se ganan.
No, el fútbol no le debe nada al Atlético. Y la Copa de Europa no tiene hipoteca que valga con una afición fiel. En San Siro se escribió otra página de tormento para una hinchada que nunca dejó de creer. Otra Copa de Europa perdida, otra herida. Un infierno para cualquier otro equipo y afición, pero no para el Atlético, porque el infierno sólo te quema cuando el fuego nunca te ha quemado. Y no hay incendio capaz de reducir a cenizas un sentimiento que no puede morir. La gente del Atleti, que ha ardido cien veces en el purgatorio, sabe que su carne se abrasa, pero no su espíritu, porque no existe infierno capaz de acabar con su fe. Ser del Atlético es nadar contra corriente, combatir la frustración, reclamar el derecho a ser diferente, no a ser el mejor. Perdió una Copa de Europa y se levantó. Sufrió la apropiación indebida del club y se levantó. Se fue a Segunda y se levantó. Vivió en la mediocridad y se levantó. Cayó con un Segunda B y se levantó. Perdió dos Copas de Europa y se levantó. Ayer perdió su tercera Copa de Europa y se levantará. Aunque duela hasta el aliento, aunque haya mal que cien años dure, porque siempre hay cuerpo que lo resista. Esa es su gasolina: caer para aprender a levantarse. El Atleti volverá. Siempre vuelve.
Después de la herida, en la misma cicatriz de Lisboa, a Simeone le salió el corazón por la boca. Se culpó de la derrota, dijo que perder dos finales es un fracaso y se sintió dolido por toda esa gente a la que no pudo dar lo que a él le habría gustado, cambiar la historia. El tipo que podría pasarse la vida sentado sobre su dignidad, el que siempre sale a dar la cara aún a riesgo de que se le partan, se culpó de no hacer felices a los que lleva años haciendo felices Habló de su futuro, dijo que necesita pensar. Marche o siga, Simeone es eterno para los atléticos, siempre tendrá la gratitud infinita de su afición. Quizá cuando piense todo lo que necesite, entienda que sería un contrasentido que quien nunca deja de creer caiga en la tentación de dejar de hacerlo al calor de una derrota que, se ponga como se ponga el Cholo, no ha sido ningún fracaso. Hace casi cinco años, Simeone fue capaz de levantar al Atlético. Ahora, en su momento más crítico, ha llegado la hora de que el Atleti le levante a él.
Los títulos van y vienen, pero sólo se siente derrotado el que deja de soñar. Y la gente del Atleti quiere seguir soñando y quiere hacerlo con Simeone. Con él pusieron un pie en la Luna ganando la Liga, con él marcaron territorios impensables como dos finales de Champions en tres años, y con él ahí, el Atleti nunca se cansará de volver. Esa gente sólo agacha la cabeza para poder besarse el escudo. Y ese orgullo va más allá de cualquier dolor, por muy agudo, cruel e insoportable que sea. En el caso del Atleti, como en la canción de Estopa, el infierno sólo te quema cuando el fuego nunca te ha quemado. Y habiendo ardido, el Atleti piensa que ya no le hacen falta mantos, porque ya tiene su hoguera. Que vengan cien infiernos más, que el Atlético siempre estará esperando. Arderá y más tarde o temprano, volverá.
Rubén Uría / Eurosport
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