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Blog Uría: Honor a Enrique Martín Monreal

Rubén Uría

Actualizado 15/11/2016 a las 11:18 GMT+1

Alguien debería reflexionar qué deben priorizar los clubes: la cuenta de resultados del negocio o el trato a las personas que engrandecen su escudo y su imagen.

Enrique Martin contre le Betis Séville le 21 octobre 2016.

Fuente de la imagen: Eurosport

Es imposible no empatizar con Enrique Martín Monreal. Corazón rojillo, marca navarra y humanidad a flor de piel. Él salvó al club del descenso a Segunda B con aquella agonía en Sabadell. Él fue el artífice del ascenso a Primera en un play-off mágico coronado ante el Girona. Él, consciente de que había ascendido a Primera a una plantilla confeccionada para permanecer en Segunda, fue el primero en asegurar que el club debía interiorizar que su lugar natural, por presupuesto, debía estar entre los ocho peores de Primera y los ocho mejores de Segunda, con el objetivo de no dramatizar en caso de un hipotético descenso. Él, que podía haberse cubierto de gloria después de ser héroe de una hinchada fiel, fue el que, el mismo día del ascenso, se quedó con una frase de un aficionado: “Osasuna, muchos te vieron nacer, pero nadie te verá morir”. Él, que sabía que la institución viviría un año complicado, alertó a la directiva, sin éxito, que necesitaba más refuerzos, para competir con decoro. Él, que se dejó la vida en confiar en los jugadores, en hacerles partícipe de un ambiente familiar, siempre supo que si no ganaba, se lo cepillarían.
A Enrique Martín Monreal, un padre de familia con tres hijas, le comunicaron que prescindían de sus servicios por teléfono, cuando volvía de viaje. Según él, estuvo a punto de salirse en una curva. Sin anestesia: el premio para el héroe que salvó a un club de bajar a Segunda B y lo llegó a Primera, el barro. Habría sido más valiente hacerlo cara a cara. Quizá por eso escogieron el teléfono. Nada más impersonal, nada más frío, nada más injusto con un tipo que lideró con mano izquierda un vestuario unido. Conclusión: odio eterno al fútbol moderno. Y a sus códigos particulares, que no son leyes escritas, pero establecen que, cuando se marcha un entrenador querido, alguien pronuncie, en tono solemne, aquello tan manido de que “las personas pasan, el club sigue”. Que es verdad, pero también lo es que las instituciones son grandes cuando existen personas que dedican su vida a engrandecerlas. Enrique Martín Monreal no es un entrenador más, es un tipo que ha dedicado su vida a honrar el escudo de Osasuna. Incluso poniendo su salud en juego, a base de darle más de un disgusto a su fatigado pero noble corazón. El club decidió despedir, con malos modos y peores formas, sin tacto alguno, a un profesional que ha alternado aciertos y errores, pero que siempre se ha conducido, en su vida y en el fútbol, con una honestidad y dedicación más allá de lo intachable. Alguien debería reflexionar qué deben priorizar los clubes: la cuenta de resultados del negocio o el trato a las personas que engrandecen su escudo y su imagen.
El fútbol, convertido en negocio, presume de no tener memoria. Los entrenadores son hijos de los resultados, maletas con ruedas. Sin embargo, nadie podría negar que, en el caso de Enrique Martín Monreal, leyenda por derecho propio de un club que siempre será su casa, su hoja de servicios y su calidad humana exigían más respeto, más cariño y mucha más elegancia. Hoy Enrique es mucho más grande que ayer y Osasuna, como club, es un poco más pequeño que mañana. El fútbol de nuestro tiempo suele ser ingrato. Hoy lo es con un hombre que arriesgó su salud, ignorando las señales de su corazón, con el objetivo de salvar al club de sus amores cuando estaba herido de muerte. Vendrán tiempos mejores o peores para Osasuna, el balón sabrá, pero si este deporte todavía conserva sus esencias más primitivas, la pasión, el compromiso y el sentimiento, por más que el fútbol presuma de no tener memoria, ningún hincha rojillo podrá olvidar jamás lo que ha hecho este señor. Su historia, sus pequeños milagros, sus consejos, sus frases, su sentido del humor y sobre todo, su tremenda cercanía, son historia de unos colores que se funden con el diario íntimo de un hombre. Enrique Martín es Osasuna y Osasuna es Enrique Martín. Honor a quien honor merece.
Rubén Uría / Eurosport
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