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Blog Uría: La lección ejemplar de Ernesto Valverde

Rubén Uría

Actualizado 27/11/2017 a las 23:00 GMT+1

El entrenador del Barça rebajó un ambiente crispado, retratando a los cofrades del revisionismo arbitral y a los habituales conspiranoicos. Chapeau.

Rakitic Messi en el partido del Barcelona en Valencia

Fuente de la imagen: Getty Images

En una industria del fútbol enloquecida, donde un partido extraordinario es una anécdota porque las bajas pasiones y la ponzoña de ciertos sectores periodísticos elevan la polémica a categoría, apareció Ernesto Valverde para retratar a los que se pasan la vida retratando al personal. Ante los micrófonos de Movistar, el técnico del Barça, lejos de refugiarse en un discurso victimista o en una queja puntual legítima, demostró un señorío que exige y merece respeto. "¿El árbitro? Ante el Málaga hicimos gol cuando el balón salió, hoy nos ha perjudicado. Al final, quedamos todos en evidencia". Una lección de sentido común para los aficionados que entienden el fútbol como un arma arrojadiza y un escarmiento para los telepredicadores habituales que, ávidos de carroña, son expertos en mirar la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
Renunciando a reclamar una obviedad – un gol legal acabó en el limbo-, el entrenador del Barcelona escogió ser la excepción de la regla de una industria donde el que no llora, no mama. Consciente de que el sistema está obligado a mejorar y de que la implantación de la tecnología es urgente, Valverde dejó a la altura del betún a ese sector forofo que, camuflado en el periodismo, sigue viendo campañitas arbitrales y sosteniendo que existen manos negras a la carta, cuando no desvaría con la pamema del Villarato. Tan triste como cierto. A base de naturalidad, Valverde dejó su impronta en un ambiente crispado, para rebajar el nivel de decibelios del cansino revisionismo arbitral y, de paso, para abochornar las teorías disparatadas de un periodismo histérico, incapaz de quitarse la bufanda del cuello y el pasamontañas de la cabeza.
La actitud de Valverde no es novedad. Favorecido o perjudicado, de su boca siempre salió un discurso íntegro y mesurado. Puede que un día pierda la compostura, incluso que caiga en la denuncia indiscriminada del resto de colegas, pero hasta la fecha, siempre ha mantenido una elegancia absoluta en todos los clubes que ha entrenado. Sin mácula reseñable en Athletic, Espanyol, Olympiacos, Villarreal o Valencia, el actual entrenador del Barcelona sigue sosteniendo una manera de ver la vida y el fútbol que, lejos de encender los ánimos y alentar conspiraciones, tiene claro sus prioridades: ante el error ajeno, normalidad; en la derrota, orgullo; y en la victoria, humildad. El error arbitral, por muy grosero que sea, es la anécdota. Ya la categoría, el partido, el juego. Así de sencillo.
Que aprenda el suministro de estramonio. Que tome nota el aficionado radical que entiende que los suyos son siempre los buenos y el resto, el enemigo. Que memoricen su discurso los que siguen mandando en nuestro fútbol, porque falta hace. Y que le imiten colegas suyos que hacen flaco favor al fútbol cuando denuncian, sin pruebas, que “ahí pasa algo” o que ven “ligas preparadas”. Valverde, el día que tenía licencia para quejarse, dio ejemplo. Y en vez de presumir de valores, los demostró. Fue un señor y se ganó el respeto de todos. Ojalá no predique en el desierto y que sus palabras calen en un fútbol que necesita menos intoxicación y más naturalidad. Cuanto tenemos que aprender de él.
Rubén Uría / Eurosport
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