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Blog Uría: Lo que no se puede decir

Rubén Uría

Actualizado 09/08/2017 a las 10:13 GMT+2

No se puede decir que el Madrid ahora es el mejor, como no se podía decir del Barça cuando lo era. En caso de hacerlo, lo mejor es abrir el paraguas.

The Real Madrid team celebrate with UEFA Super Cup trophy after the UEFA Super Cup final between Real Madrid and Manchester United at the Philip II Arena on August 8, 2017.

Fuente de la imagen: Eurosport

No se puede decir que el Real Madrid, a día de hoy, es el mejor equipo de Europa, como no se podía decir que, en su día, el Barça era el mejor equipo de Europa, y no sólo por ganar, sino por cómo lograba ganar. No se puede decir que Zinedine Zidane, al que menospreciaron y faltaron al respeto de todas las maneras, es un magnífico entrenador que ha levantado seis trofeos de ocho posibles a pesar de que aún le falta experiencia, como no se podía decir que Guardiola, a pesar de ser novato, era un fenómeno cuando ganó siete de ocho. No se puede decir que el Madrid ha edificado su imperio europeo en base al centro del campo, donde mastica y supera a sus rivales, superando líneas de presión, como no se podía decir que el Barça tenía el mejor centro del campo del mundo, con el que se ganó la admiración del mundo. Si uno comete el error de decirlo, mejor que abra el paraguas y se arme de paciencia. Llueven palos.
No se puede decir que el Madrid es, ahora mismo, el mejor, con diferencia, así que en su lugar algunos prefieren menospreciar a sus rivales, se llamen como se llamen, como no se podía decir que el Barça, cuando ganaba, era infinitamente mejor que el resto, porque entonces se decía que a Messi nadie le metía la pierna. No se puede decir, porque por lo visto está prohibido y es tabú, que al Madrid le acompaña, además del buen juego, la pizca necesaria de suerte, la de los campeones, como no se podía decir del Barça cuando ganaba. En este país, por lo visto, sea uno del equipo que sea, no se puede hablar bien del Madrid cuando juega de fábula y además, gana, como no se podía hablar bien del Barça cuando completaba maravillas con la pelota y arrasaba. Y si uno comete el error de decirlo, que abra el paraguas.
No se puede decir que el Madrid es mejor que casi todos y que sólo Messi, en estado de gracia, o Simeone, con su corsé de hierro, hacen sufrir al Madrid, como no se podía decir que sólo Mourinho o Simeone podían poner freno al Barça si estaba inspirado. No se puede ser periodista creíble y hablar bien del Madrid cuando toca, como no se podía trabajar en los medios y alabar al Barça cuando jugaba de miedo porque, por lo visto, los repartidores de carnés y bufandas piensan que no se puede disfrutar del juego de un equipo y también de otro. No se puede ser profesional de la información y decir que el Madrid tiene la mejor plantilla que uno le recuerda sin que algún ultrilla o troll te llame vendido, como no se podía decir que el Barça tenía el mejor plantel del mundo, sin ser acusado de militancia culé o de traidor al madridismo. En este país, por lo visto, no se puede decir en voz alta que el Madrid juega bien y que resulte compatible con reconocer que no hace tanto, lo hacía el Barça. Pero ojo, que nadie tenga la osadía de decirlo, no sea que a uno le retiren el carné de periodista o hasta sea declarado traidor a sus propios colores. No es broma.
En definitiva, en este país no se puede hablar bien del Madrid si lo merece, como no se podía subrayar el mérito del Barça cuando tocaba, porque este no es país para gente que le guste el fútbol, sino país para los que les gusta su equipo. Este es un país que no para de denunciar que quiere periodismo de calidad y, sin embargo, se alinea con un periodismo militante, donde todo confluye en una trinchera que, lejos de elogiar al que lo merece, la misión consiste en reírse del enemigo. Este es un país donde la mayoría de los aficionados dice que ama el fútbol, cuando la realidad, tan deforme como aplastante, separa el bien del mal dependiendo del color de cada camiseta. En caso de duda, las filas prietas: lo de uno es lo mejor y la verdad absoluta. Lo del contrario, todo malo y censurable. Este no es un país de rivalidad, es un país que disfruta cobrando facturas, y que se lo pasa como un marrano en una charca cuando el circo potencia el enfrentamiento y se aleja del juego.
Este es un país que se llena la boca hablando del estilo y que, a la primera de cambio, te saca el barro arbitral para tirártelo a la cara. Este es un país que se llena la boca de gente que hablar de juego limpio y que, a cada ocasión que tiene para demostrarlo, premia a los que ven manos negras y escándalos en cada partido. Este es un país en el que, por lo visto, lo único que se puede decir es que, cuando gana al Madrid, es por los árbitros. Que es el mismo país, por cierto, en el que, cuando el Barça ganaba, sólo se podía decir que lo hacía por los árbitros. Más viejo que el hilo negro: cuando los de mis colores ganan, el árbitro no influye. Cuando ganan los otros, siempre es asunto arbitral. Cansino es poco. Delirante, mucho. Cómodo, aún más. Y por supuesto, este es un país en el que no se puede decir que el Madrid y el Barça juegan casi siempre bien y casi siempre ganan y que, además de ser los mejores, se benefician de un sistema que les hormona, mediática y financieramente, a costa del resto. Así que, con su permiso, abro el paraguas. Y perdón, porque todo esto no se puede decir.
Rubén Uría / Eurosport
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