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Blog Uría: No lo quieren entender

Rubén Uría

Actualizado 18/12/2017 a las 09:24 GMT+1

Después de cada caída, se levanta. Tras cada golpe, vuelve al pleito. Y cuanto más se duda de su capacidad, mejor compite y más sobrevive. El Atleti sigue ahí.

Fernando Torres, Atlético de Madrid

Fuente de la imagen: Getty Images

No es que no lo puedan entender. Es que no quieren hacerlo. Desde que llegó Simeone el Atleti es un equipo con un espíritu indestructible. Después de cada caída, se levanta. Tras cada golpe, lo absorbe sin queja y vuelve al pleito. Y cuanto más se duda de su capacidad, mejor compite y más sobrevive Después de cinco años gloriosos con Simeone, el inicio del curso del Atleti ha estado trufado de obstáculos: sancionado sin poder fichar, obligado a jugar las tres primeras jornadas de visitante por las obras de un nuevo estadio que aún no siente como su casa, envuelto en un conflicto interno con su estrella, víctima de una falta de gol galopante y de propina, eliminado, con justicia, de la Champions. Magullado, que no muerto, el Atlético ha salido ileso de todos y cada uno de los trances, demostrando que su estructura es fuerte, que su ciclo sigue vigente y que su naturaleza competitiva está intacta. Sus victorias, auténticos partos por cesárea, pero ahí sigue. En velocidad de crucero, hace del sufrimiento propio un espectáculo. Defensa de adamantium, contragolpe de acero y voluntad de hierro, el Atleti no para de crecer. Lo hace sin complejos. Su gasolina, la crítica ajena. Su fuerza, la convicción en su fe inquebrantable. Su verbo favorito, insistir. Su banda sonora, puro heavy metal. Su misión, competir contra dos gigantes, contra dos equipos mejores y con más talento. Sin excusas.
De tal guisa que mientras los que desprecian su estilo de juego le dicen a los aficionados del Atleti que deben sentir vergüenza por jugar así, tienen que ver cómo los atléticos no dejan de creer en un equipo que no busca enamorar a nadie, porque le basta con ganar casi siempre. Los que no son del Atleti sostienen que su fútbol hace vomitar a una cabra y aburrirse a las ovejas, pero no pueden esconder un temor fundado, imaginar qué puede ser de ellos si un equipo de Simeone, programado para cualquier guerra, está en la pelea y espera, agazapado, sin hacer ruido. Mal negocio. Y los que son del Atleti, los que miran la clasificación cada lunes, saben de dónde se venía, dónde se está y dónde se puede llegar, sonríen, porque, desde hace seis años, saben que, si se trabaja y se cree, se puede. Este Atleti no es un centro estético, no presume de un fútbol exquisito y tampoco es un concierto de violín, pero sí un equipo fiable, molesto, una china en el zapato para cualquiera.
Se han escrito muchas esquelas sobre el proyecto atlético, pero la verdad es que, más allá del deseo de los trovadores habituales, está la realidad. Para todo tiene respuesta el Atleti del Cholo. Su realidad, como equipo concreto, es contundente e inopinable, porque la marca el único parámetro indiscutible del fútbol, el único que es objetivo y no subjetivo: los números. Los del Atleti son de aspirante. Junto a Barça y City, dos cocos, es el único equipo de las cinco grandes Ligas que aún mantiene su condición de invicto. Lleva más de un año sin perder fuera de su estadio y de propina, deja su portería a cero en la mitad de los partidos que disputa. Y amén de los que prefieren perder 5-4 que ganar 1-0, porque creen que eso es una deshonra, Simeone es de los que trabajan para levantar trofeos y no hablan para contentar oídos. Y por lo visto, el Cholo no tiene pensado pedir perdón, casa por casa, por seguir ganando.
En el horizonte del partido a partido, en rampa de lanzamiento, dos nombres propios que pueden dar el salto de calidad definitivo: Diego Costa y Vitolo. El segundo, si recupera la forma, aportará más uno contra uno por los costados. El primero, si se acerca a su mejor versión, será pantera en libertad, pieza clave para saltarse el centro del campo y tormenta imparable para bajar sandías de 40 metros y convertirlas en balones de gol. No es favorito a nada, pero el Atleti sigue siendo aspirante a todo. Tiene piel del diablo, es más duro que el diamante y sigue en la carrera, convencido de que su idea fanática y su estilo discutido son innegociables. No es que no lo puedan entender. Es que no quieren hacerlo.
Rubén Uría / Eurosport
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