Blog Uría: Sí, todavía se puede

Hace horas tuve la fortuna de participar en un programa que, sin pretenderlo, entró a formar parte de la reciente historia mediática de este país. Durante una tertulia de más de dos horas, no se dedicó ni un minuto a hablar de Real Madrid y/o del Barcelona. Un hecho sin precedentes en estos tiempos, donde los periodistas hemos reducido el contenido editorial con ánimo de polemizar, defender o atacar a los dos de siempre, enfrentándolos o comparándolos. Parece una locura poder charlar, durante 120 minutos, sobre otros actores de la competición, pero durante ese espacio de tiempo, se habló de otros jugadores, otros equipos, otros clubes, otras aficiones y otros colectivos. Uno de los contertulios llegó a expresar en antena que era la primera vez, a lo largo de su dilatada carrera profesional, en la que había participado en una tertulia en la que no se hubiese mencionado, ni siquiera de refilón, a blancos y culés. El conductor no tuvo reparo en argumentar que esa decisión se había producido porque, en anteriores programas, ya se había hablado de ambos equipos, el pan nuestro mediático de cada día. Así de sencillo.

A ustedes, queridos lectores, probablemente les importe un pimiento este experimento saludable, pero corren malos tiempos para el oficio y como parte privilegiada, quería poner de manifiesto que se puede hablar de otros equipos, sin tener que recurrir a los lugares comunes de siempre, que consisten en defender o atacar a merengues o azulgranas. Sí, en el país a la que a la gente sólo le gusta su equipo, todavía queda gente a la que le gusta todavía más el fútbol. Sí, se puede. Es posible que esta fórmula inédita sea una anécdota y no una categoría, pero el simple hecho de que una televisión apueste por explorar un terreno que pertenece a hinchas que se sienten marginados por la mayoría de espacios deportivos, exige un reconocimiento. Hace años que recibo la denuncia diaria de aficionados descontentos con la oferta actual, que prioriza a los dos gigantes por encima de cualquier otro equipo, gane, pierda o empate. De un tiempo a esta parte, percibo que la queja se acentúa, porque los espectadores se sienten residuales, porque sus equipos no tienen la atención y el trato que merecen. Importan dos y el resto sobra. Y duele.

Hay más. Escucho críticas, cada vez más frecuentes, de espectadores que reclaman que la prensa defienda públicamente a sus equipos, como si el ataque o la defensa a ultranza de los dos grandes, principal contenido de la mayoría de programas, fuese una costumbre a imitar, una semilla que cultivar, un fenómeno social digno de ser expandido y propagado en todas direcciones. No deja de ser triste que, mientras los periodistas confundimos pasión con militancia y credibilidad con bufanda, crezca el número de aficionados que exigen a los periodistas que lleven camiseta y digan lo que ellos quieren escuchar. Como si un periodista tuviera que anteponer su equipo a su profesión, como si tuviese obligación de actuar como pretoriano de un equipo para ganarse el cariño o el odio del público. Como si el periodismo implicase afiliación. Cada profesional, si tiene la suerte de poder trabajar, hace el periodismo que quiere. O simplemente, por dinero, hace el que puede. Pero en cualquier caso, más allá de la honestidad personal, que es la única línea roja que los periodistas todavía no hemos pisoteado en este oficio que atraviesa serios apuros, resulta maravilloso, de vez en cuando, poder hablar exclusivamente de fútbol, y con idéntico respeto por todos los equipos. Sí, todavía se puede.

Rubén Uría / Eurosport