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Blog Uría: Ya caerá el Sevilla...
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Publicado 16/01/2017 a las 14:25 GMT+1
“Ya caerá el Atleti”. ¿Recuerdan aquella cantinela de los falsos profetas de la Liga de dos? La historia se repite. Ahora el mantra es "Ya caerá el Sevilla".
Toda la plantilla del Sevilla celebrando la victoria ante el Real Madrid, 2-1, en la jornada 18 de Liga
Fuente de la imagen: EFE
“Ya caerá el Atleti”. ¿Recuerdan aquella cantinela de los falsos profetas de la Liga de dos? Lo dijeron en septiembre, lo repitieron en octubre, en diciembre, enero, febrero, marzo, abril y mayo. Aquello tuvo 38 capítulos. Y lo repitieron hasta la saciedad. Aquel campeonato acabó siendo rojiblanco y los cofrades de la insidia no tuvieron más remedio que envainársela con Simeone y sus pronósticos acabaron entrando por el mismo sitio por el que habían salido. Años después, la historia se repite. Ahora la alternativa es el Sevilla FC. Un equipo que, como aquel Atlético, está programado para cualquier guerra. Así que, viendo amenazado el negocio, los cofrades de la Liga de dos vuelven a repetir su letanía: “Ya caerá el Sevilla”. Como si no pudieran ser otros los que no aguanten. Como si el Atlético no hubiera demostrado ya que, si se trabaja y se cree, se puede. Como si al Sevilla le hubiesen regalado algo o le estuvieran haciendo un favor. Como si los dueños del jardín botánico fueran los adecuados para hablar de flor de un día. Inasequibles al desaliento, repetirán el mantra por tierra, mar y aire. "Ya caerá el Sevilla". De enero a mayo, semana tras semana, con la esperanza de que el globo se deshinche y así, el negocio no se resienta.
“Ya caerá el Sevilla”, dicen los profetas. Y en eso andan. Entre otras cosas, porque les da igual el nombre del equipo, su fútbol, su historia y su identidad. Para el sistema garantista del poder mediático de la Liga de dos, aquella que denunció y combatió en soledad José María Del Nido, el objetivo es simple: que el campeonato siga siendo coto privado de Madrid y Barça. Como si no fuese más estimulante y atractivo con la presencia de nuevos poderes. Como si la Liga no fuese mejor con nuevas alternativas. Como si los hinchas no exigieran un torneo más reñido y con más equipos que discutan la gloria a los dos de siempre. Como si el Atlético en su día y este Sevilla tuvieran que pedir perdón por rebelarse, dentro y fuera del campo, contra el orden establecido. En su día el Atlético fue anti-sistema. Escaló el Everest partido a partido y dejó mudos a los portavoces del poder. Hoy es el Sevilla el que viste traje de candidato. Favorito a nada pero aspirante a todo.
Su secreto es simple: el trabajo de un club que lleva años haciendo las cosas de manera ejemplar. Modélico en los despachos y competitivo en el verde, el SFC rezuma voluntad de hierro. En el palco, gestión impecable: un presidente artífice de un milagro y otro, el actual, que heredó y sublimó el modelo. En la trastienda, gloria al Messi de los despachos: Monchi, el tipo capaz de multiplicar los panes y los peces, fichando barato y vendiendo caro, reinventándose una y otra vez. En el césped, un grupo de futbolistas comprometidos, que saben a qué juegan y a quién representan. En el banquillo, dos alquimistas para una propuesta vistosa y eficaz, dos polos presuntamente opuestos que se atraen: Sampaoli y Lillo. Una pareja de hecho a la que se faltó el respeto con gratuidad desde muchos medios de comunicación, tanto fuera como dentro de Sevilla, y que no sólo merecen reconocimiento, sino también sinceras disculpas. Y en la grada, una afición orgullosa de su equipo, de su himno y de su identidad intransferible. Sevilla prestó su nombre al club y para defenderlo, le dio una gran afición.
Uno no es profeta. Ni tiene ganas de serlo. Resulta imposible saber lo lejos que llegará este Sevilla FC. Lo cierto es que, en el fútbol, como en la vida, la historia casi siempre se repite. Y este Sevilla, al que los agoreros llevan pronosticando una caída desde hace un par de meses, sigue instalado en el ático del campeonato y persigue, con tenacidad, un sueño que otros le dicen que es imposible. El Atlético ya demostró que, desde la llegada de Simeone, esa palabra no está en su diccionario. Ahora es Sampaoli el que vive empeñado en alborotar el gallinero de los poderosos. “Ya caerá el Sevilla”, insisten. Lo repetirán, como papagayos amaestrados, en lo que queda de mes. Después de cada partido. En enero, febrero, marzo, abril y mayo. Gane o pierda, sea primero, segundo o tercero. Esa será la gasolina extra para los de Sampaoli. Saber que son muchos los que están deseando que se despeñe, que no triunfe, que no alcance un premio que muchos consideran que sólo merecen dos equipos.
Queda un mundo por delante y uno no tiene ni la más remota idea de quién será el campeón. A estas alturas, pueden serlo, por lo menos, cuatro: Real Madrid, Sevilla, FC Barcelona o Atlético. Vaya usted a saber. Lo que sí se sabe es que el Sevilla FC, que no le debe nada a nadie y que ha llegado hasta la cima a pleno pulmón, va a vender cara su piel. Y si ha de caer, será peleando. Nadie en sus cabales podría negar el mérito descomunal del Atlético de Simeone durante estos cinco impagables años. Ahora se anima el Sevilla. Una noticia inmejorable para los aficionados, gane o no el torneo. En un país medianamente serio, un club así merecería respeto. En este es complicado. Aquí el negocio preserva una doble moral: mientras aplaude el cuento de hadas del Leicester en Inglaterra, aquí desea la caída de todas las alternativas de poder a los poderosos, porque lo que "vende" es la guerra Madrid-Barça. Ojalá muchos Atléticos. Ojalá muchos Sevillas. Ojalá un campeonato más fuerte con Athletic, Villarreal, Celta o Valencia dando un paso al frente. Ojalá que en vez de desear y profetizar tantas caídas, todos tuviéramos la capacidad de querer aplaudir al que se deja la vida para levantarse.
Rubén Uría / Eurosport
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