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Fútbol

El post del postpartido: El fin de los tiempos

Iván Castelló

Publicado 17/08/2017 a las 00:48 GMT+2

El Real Madrid certificó, con un partido de superioridad tranquila, la defunción del mejor Barça de todos los tiempos.

Messi, ante Keylor Navas | Supercopa de España (Vuelta) | Real Madrid-Barcelona

Fuente de la imagen: Getty Images

Semejante aseveración, siempre arriesgada sin duda, quedó fundamentada en que volvió a repasar a un Barça sin papeles, sin un ápice del ADN de lo que fue, como una mala fotocopia del pasado. Desnortado (pese a un técnico vasco), dubitativo y a merced. Lo peor que le puede pasar en la lucha de gigantes.
Un nuevo flechazo de Asensio abrió las hostilidades tras un saque de banda protestado por Jordi Alba como si no hubiera mañana. Ese gol volverá a dejar sin dormir al exdirectivo del Barça que no consideró pagar de golpe el traspaso de Asensio y dejará a otro en Marsella buscando jabón. Pero es lo que hay, que los errores se pagan.
El segundo tanto, de Benzema (un necesitado de brillo), fue toda una antología del gustarse, un copla del acople, un romancero del pase hasta el fin último de juego, el gol. Y eso que pudo llegar el tanto antes, con el palo de Lucas. Fue la consagración del cambio de ciclo, de los papeles cambiados, que la pelota ahora es madridista. Y el tiro de Messi al larguero, más el cabezazo de Luis Suárez al palo, fueron más metáforas del muro al final del callejón sin salida.
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Varane devant Suarez lors de Real-Barça en Sueprcoupe d'Espagne

Fuente de la imagen: Getty Images

El 3-5-2 de Valverde se suponía que era para voltear la eliminatoria, en la versión más optimista. O para evitar la goleada, en la pesimista. Salió más cerca de lo segundo para desguace del que fuera un equipo mareante con Guardiola y Luis Enrique pero que ahora sufre el vértigo de la inferioridad. Y sin estar acostumbrado ni preparado. Por eso no le funcionan los airbags.
El Madrid de Zidane, en cambio, rezumó con su fútbol asociativo esa felicidad intrínseca de quien gana siempre a los chinos y le sale todo rodado, como si tal cosa. Canturreando. Y sin Cristiano ni Isco. Un cuento para dormir bebés, una fiesta de sirope de fresa de dulce que está.
La pañolada se quedó en un sueño de una noche de verano de la Peña de Toñín el torero, que no pudo invocar de nuevo al más allá. Triunfó mayoritariamente el sentido común. Fue otra pseudo ouija pero no un aquelarre. Porque para noche de brujas, la del Barça. Lo más triste que se recuerda y con problemas tan serios que, en dos semanas, deberá resolver lo que no ha hecho en dos años: fichar mejores jugadores. Así de simple.
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