Valencia-Real Madrid, el post del postpartido: Pescozón

Zaza, que una vez abierta la lata ya le da a base de bien al atún, y Orellana, quien no mandó ahí esta vez a su entrenador, firmaron dos bellas llegadas, dos goles como soles del mediterráneo a la hora de la merienda en Valencia.

Lo mejor del Madrid en Mestalla fue jugar de morado, su segundo color clásico y no otros recientes de esos que alejan más que acercan a las aficiones. En cuanto a fútbol no es que jugara tan mal, pero la desventaja era tan grande de comienzo que solo una proeza lo rescataría. Lo intentó, porfió, estuvo cerca, pero el billete del puente aéreo le devolvió la crisis. Que el Barça está a un punto, el Sevilla a tres y el Atlético (que existe) a siete. Aún le queda el partido del temporal en Vigo para mantener distancia de seguridad, pero el pescozón fue notable.

Varane empieza a ser un problema más que una solución. Y Pepe pertenece al mismo ámbito (a la solución o al problema) que deberá resolver al Madrid en algún momento. El caso es que el francés se movió por Mestalla con la lentitud y aparatosidad de un varano, gran lagarto de cabeza pequeña, cuello largo, cuerpo y patas gruesas, como nos recuerda Wikipedia, la Larousse de estos tiempos. ¿o mejor Espasa? Otro Madrid-Barça que ahora no procede.

Y luego estuvo el otro partido, el de De Burgos Bengoextea, bilbainada tras bilbainada en la segunda parte. Penaltis hubo a Cristiano, Zaza y Munir (de Mangala, Carvajal y Sergio Ramos), pero lo peor, con diferencia, fue que solo enseñara la amarilla a Mangala por un hachazo de otra época a Benzema por mucho que rozara el balón. El árbitro (sobrino, por cierto, del cabo del anorak del 23-F, leed a Brotons) no estuvo enchufado al esfuerzo de los protagonistas. Empieza a ser norma en el arbitraje español y no solo en Zambia.