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El 'Esto es durísimo' de Jorge Lera | Max Holloway, nuestro querido enemigo

Jorge Lera

Publicado 17/04/2024 a las 11:45 GMT+2

El hawaiano Max Holloway se convirtió en el gran protagonista de UFC 300 con una inolvidable victoria ante Justin Gaethje, un estremecedor KO en el último segundo del combate, que le valió el honorífico título BMF y 600.000 dólares extras al hacerse con los bonos de Pelea de la Noche” y Actuación de la Noche”.

Un KO para la historia: bestial Holloway noqueando a Gaethje en el último segundo por el BMF

Para muchos fue el KO de la historia, sobre todo si tenemos en cuenta el escenario y el mágico momento. Holloway no lo necesitaba, ya tenía el combate ganado. Sin embrago, desafiando tácticas, estrategias y hasta al sentido común, citó a Justin Gaethje en el centro del octágono para enzarzarse en un temerario intercambio de golpes ante uno de los mayores pegadores de la actualidad. Fue un generoso regalo a los fans, como un “sin necesidad, me la juego para vuestro disfrute”. Fue el broche de oro de la que posiblemente haya sido la mejor cartelera de la historia.
La noche le salió rentable en todos los sentidos, porque muy poquito después se anunciaba que Holloway será el próximo retador al título del peso pluma que posee nuestro Ilia Topuria. Tendrá una nueva y merecida oportunidad de recuperar una corona que ya en su día se ciñó con honor. Esta condición de retador al título del hispano-georgiano le convierte automáticamente en nuestro gran rival, en el principal enemigo de los intereses de las MMA en nuestro país. Un enemigo, no obstante, al que es imposible no querer y admirar. A él y a todo lo que representa.
Su apariencia no es la más fiera, con cuerpo desgarbado, de extremidades largas, y no especialmente voluminoso para los cánones de este deporte. Tan solo su picassiana nariz nos ofrece alguna pista de que este hombre de rostro amable y sereno, de desordenada pelambrera y poco poblada perilla, se gane la vida intercambiando trompadas. Hasta su indumentaria choca. Para UFC 300 entró en el octágono con un nada intimidante pantalón blanco con motivos florales rojos y azules (los tres colores de la bandera hawaiana) que más parecía el diseño de las bermudas de un turista que el de un gladiador dispuesto a jugarse la vida en una jaula para el disfrute de millones de espectadores.
No ha tenido una vida fácil. Max creció en una de las zonas más pobres de Waianae, en Hawai, donde no todo es tan paradisíaco como se pinta en el cine. Su hogar estaba marcado por el consumo de droga y los abusos de un padre que finalmente abandonó la familia cuando Max tenía once años. La madre era adicta al crack, azote de los barrios pobres de esa época, pero jamás quiso abandonar a sus hijos. Tuvo que ser el abuelo el que ejerció como pudo la figura paterna. Así creció Max, como un chico introvertido que muy pronto encontró en las artes marciales su vehículo de expresión. Con tan solo veinte años, el más joven de la compañía, y tan solo cuatro peleas profesionales como bagaje, debutó en la UFC como remplazo con corto aviso para enfrentarse al pujante Dustin Poirier, que le finalizó en el primer round. Un duro bautismo de fuego que le sirvió para meter la cabeza en una organización en la que ya lleva doce años y en la que se ha convertido en una de las principales estrellas. En esa docena de temporadas, Holloway ha sido brillante campeón entre 2017 y 2019 y ha protagonizado tremendas batallas ante los mejores peleadores, que en un breve artículo es imposible compendiar. Ha ganado y ha perdido, pero siempre ha emocionado. Siete premios de “pelea de la noche” y cinco de “actuación de la noche” lo ratifican con creces. Cuenta unánimemente con el máximo respeto y admiración de compañeros de profesión, periodistas y aficionados por su estilo espectacular, su entrega sin límites y su capacidad de superar las adversidades. Ahora regresa a lo más alto con una nueva oportunidad de proclamarse campeón.
Pero por encima de todo, el guerrero hawaiano es admirable por no haber olvidado nunca sus orígenes y por su sincera generosidad. Se vuelca con la educación de su hijo y en el cariño a su madre, quien afortunadamente fue capaz de superar su adicción. El hermano mayor de Max, que iba a ser padre, le dijo a su madre que se olvidara de formar parte de la vida de su futuro nieto si no superaba su dependencia. Un órdago que con la ayuda de todos funcionó. El éxito nunca se le subió a la cabeza y se ha mostrado especialmente generoso y comprometido con los jóvenes más desfavorecidos de Hawai. Tras la pandemia, el archipiélago, que depende en gran medida de los ingresos que genera el turismo, sufrió una tremenda crisis con cierre de negocios y con un desmesurado aumento de las cifras de paro. Max se volcó en activas campañas para buscar donaciones y financiar los bancos de alimentos. El excepcional peleador sorteaba habitualmente sus guantillas o sus pantalones de pelea para recaudar fondos. O sorteaba sesiones de entrenamiento privadas y cenas, todo con el mismo objetivo. Se convirtió en el gran embajador de los bancos de alimentos en su azotado país y se calcula que fue capaz de generar más de 200.000 comidas para las familias más necesitadas. En 2021 recibió el premio Forrest Griffin por su excepcional compromiso con su comunidad y sus generosas aportaciones. “Max no es solo un impresionante atleta, sino que es un auténtico ejemplo de comportamiento que se vuelca con su comunidad” dijo el presidente de la compañía Dana White. El premio consistía en 25.000 dólares para que Max los destinase a una obra social de su elección. Este mismo año, Holloway ha visto uno de sus sueños culminados. Ha donado 50.000 dólares para financiar el Boys & Girls Club en Waianae, unas ambiciosas instalaciones deportivas, bajo el auspicio de la UFC, destinadas a proporcionar un entorno seguro y disfrute de la actividad física, como mejor medida para la prevención de la drogadicción y la delincuencia entre los jóvenes más desprotegidos. Unas instalaciones que el peleador visita con frecuencia para arropar y estimular a los jóvenes deportistas.
Holloway es un ejemplo y uno de los mejores embajadores que pueda tener este duro deporte, un generoso guerrero que no solo reparte dentro del octágono. Es nuestro querido enemigo.
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