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Blog De la Calle: In memoriam: Jonah Tali Lomu

Fermín de la Calle

Actualizado 18/11/2015 a las 10:46 GMT+1

Lomu era un adelantado a su tiempo y una fuerza de la naturaleza. 20 años después su biotipo es el que predomina en el rugby.

Jonah Lomu

Fuente de la imagen: AFP

El 8 de junio el rugby se hizo mayor de repente. Lomu rompió los parámetros e invitó a todos a jugar sin prejuicios ni estereotipos. A atacar desde cualquier punto del campo, como llevaba años advirtiendo el legendario Carwyn James, entrenador de la mítica Gales de los 70. 196 centímetros, 120 kilos, 10,6 segundos en los 100. Tenía altura de segunda línea, peso de pilier y la velocidad de un ala. Le formaron como 8 en sus años de juventud, pero el mundo le conoció con el 11 a la espalda.
Más allá de la épica mandeliana de la final del 95, pocos saben que los All Blacks perdieron aquella final porque fueron envenenados por una cocinera sudafricana del hotel llamada Suzy. Intoxicados la misma semana de la final, hasta el punto de comparecer seriamente debilitados ante François Pienaar y sus compañeros en Ellis Park. Cada noche, durante la semana de la final, un ejército de coches aparcados en las inmediaciones del hotel de los kiwis hacían saltar sus alarmas durante la madrugada para evitar que los All Blacks reconciliasen el sueño y descansasen. Pero a Lomu no le afectó. Lo que impresionó realmente a Jonah fue la mirada de Mandela tras los himnos. "Mandela fue una inspiración para mi durante toda mi vida. Dentro y fuera del campo. Pero aquel día Mandela nos dejó claro que nosotros jugábamos contra Sudáfrica y que Sudáfrica jugaba contra la historia", ha confesado decenas de veces Lomu.
Lomu presumía de haber vivido en una vida lo que otros en siete. Y no lo decía por su complicada infancia. Hijo de emigrantes tongano, la afición de su padre por la bebida complicó su niñez. Tampoco por los problemas renales que se le detectaron en 1996, obligándole en 2004 a someterse a un trasplante de riñón donado por un reconocido presentador radiofónico de Wellington llamado Grant Kareama. Lomu salió adelante, aunque esos mismos problemas han acabado por desgastarle.
Aquel 8 de junio Lomu desplegó la jugada que descansa en el imaginario colectivo, sean o no aficionados del rugby. El mítico ensayo pasando por encima de Mike Catt ante los ingleses (uno de los cuatro que logró ese día) está a la altura del gol de Maradona a los ingleses (otra vez víctimas), a la actuación de Jordan en el Boston Garden la noche que Bird vio a Dios disfrazado de jugador de baloncesto, a aquel adelantamiento de Kevin Schwantz a Rainey en Hockenheim en el 91 o a la noche que Usain Bolt voló en Berlín parando el cronómetro en 9.58 en los 100.
No muchos saben que aquel Mundial se jugó aún bajo la condición de amateur. Lomu deslumbró al mundo y semanas después se adoptó la medida de profesionalizar el rugby. Un paso histórico acelerado por aquel gigante que atraía a las marcas comerciales. Fue tan brutal su impacto que en 1997 la compañía Codmasters sacó a la venta el juego para PC y videoconsola 'Jonah Lomu Rugby'. El deporte oval comenzaba a tomar una dimensión global gracias a este All Black. Adidas vio el filón y comenzó a rentabilizar a Lomu en sus anuncios, algo que el rugby agradeció enormemente.
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Jonah Lomu en 1995 contra Inglaterra

Fuente de la imagen: AFP

Lomu era un adelantado a su tiempo y una fuerza de la naturaleza. 20 años después su biotipo es el que predomina en el rugby. Es el único 'amateur' que podría desenvolverse con normalidad en este rugby descomunal en lo físico que existe dos décadas después de su irrupción. Se le sigue buscando un sucesor sin éxito porque no aparecerá jamás nadie con su capacidad para condicionar los partidos. Se habló de Hosea Gear, de Joe Rocokoco, de Julian Savea, de Waisake Naholo... Incluso del llamado Lomu blanco, George North, el ala galés de 1,94 y 110 kilos. Pero ninguno ha condicionado tanto el juego y al adversario como el gigante de Lomu. El rugby siempre fue un deporte de equipo en el que la trascendencia de un jugador se diluye por el carácter colectivo del juego. Excepto con Lomu.
Lomu no era un simple tren de mercancías. Era un jugador con una técnica depurada de carrera y de carga. Nunca percutía contra el primer adversario. Lomu era una marca. Una jugada registrada en sí misma. Sus estampidas eran inconfundibles por su timing, su capacidad de aceleración, la pelota alejada del rival en la izquierda, el brazo derecho armado repartiendo hand-offs, su capacidad evasiva en los primeros enfrentamientos y cómo se agrupaba finalmente antes de chocar. Una estampa esplendorosa, bella, emocionante. La imagen que atrajó a cientos de miles, a millones de espectadores, aficionados y curiosos al rugby. El rugby de hoy es el rugby de Lomu. Y ese es su mejor legado.
Aquella mañana, la de la final del 95, llegó un fax al hotel de concentración de Nueva Zelanda en Johanesburgo. Un fax legendario que descansa en la historia del rugby: "El rugby es un deporte de 15 jugadores. Así que asegúrense de que los otros 14 le pasan la bola a Lomu". Nos hemos quedado sin Lomu, el faro, la referencia. El JUGADOR en el deporte de equipo por antonomasia. Gracias por hacernos soñar. Descanse en paz Jonah Tali Lomu.
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