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Blog De la Calle: Lobos y serpientes

Fermín de la Calle

Actualizado 02/01/2017 a las 22:21 GMT+1

Una idea: defender no es una responsabilidad, es una oportunidad de atacar. Un poema: The Guy in the glass. Un hombre: Paul Gustard. Una manada: Inglaterra.

Selección inglesa de rugby

Fuente de la imagen: Eurosport

Cuando logres tu deseo en la lucha por vencer
y el mundo te haga rey por un día,
ve al espejo y obsér­vate bien,
a ver qué te dice el hom­bre que mira.
Defender no es una responsabilidad, es una oportunidad de atacar. Uno debe crear el entorno para hacer creer al portador del balón que se mantiene en su zona de confort hasta dejarlo aislado. Hay que leer el escenario, adelantarse a los acontecimientos y, sobre todo, desplegar una buena toma de decisiones. En toda jugada hay un instante, un momento puntual, en el que surge una situación de ventaja para el defensor, ya sea por una mala decisión, un mal pase o una mala lectura de los apoyos. Especialmente cuando el oxígeno ya no llega con fluidez a la cabeza, los pulmones y las piernas. Y eso en un rugby que dura 80 minutos y en el que juegan 22 y no 15 convierte el tramo final de los partidos en decisivos.
Históricamente se ha defendido en uno contra uno. La defensa se desplegaba y cada defensor marcaba a su “presa”, cantando a sus compañeros su ‘víctima’. Hace unos años los entrenadores de defensa comenzaron a agrupar a sus equipos para “salir a cazar en grupo”. Entonces se puso de moda defender en unidades de tres jugadores, idea que revolucionó el rugby en cierta forma. Surgiendo la figura de los ‘pescadores’. Sin embargo, en los últimos tiempos un club y un entrenador han revolucionado el concepto defensivo saliendo a cazar “en manada”.
La fuerza del lobo se encuentra en la manada. Una manada que caza comportándose como un solo individuo multiplica exponencialmente su potencial. Ningún lobo solitario puede intimidar jamás a una manada entera. Lo saben lo Saracens y lo sabe Inglaterra. Hoy en día dos dominadores del rugby mundial.
Ni tu padre, ni tu madre o tu mujer
serán en la vida tus jue­ces;
la sen­ten­cia que busca tu ser
será la de aquel que te mira de frente.
Paul Simon Keith Gustard nació en el North East inglés, donde creció viendo cómo su padre se convertía en un reconocido tryman en Newcastle. Frustrado quizás por su falta de habilidad con la pelota en las manos, este voluntarioso flanker, que amaneció pilier, emigró para madurar rugbísticamente en la crudeza superlativa de la escuela de terceras líneas de las Midlands. Concretamente en Leicester. Allí disparó su capacidad agonística en los ‘Miércoles Infames’, jornadas interminables de entrenamiento dirigidas por el gurú que blindó a la Inglaterra campeona del mundo en 2003, su primer gran referente, Phil Larder.
Después de jugar casi un centenar de partidos con los Tigers, Gustard se enroló durante cuatro temporadas en London Irish, donde aprendió del sudafricano Brendan Venter que el estado de forma es innegociable en el rugby. En 2006 recaló en los Saracens, saltando al cuerpo técnico de los Men in Black en 2008 por recomendación de Eddie Jones como asistente del entrenador. Tras la marcha de Jones llegó a los sarries su admirado Venter, quien le situó en el puesto que le ha convertido en un entrenador de referencia: especialista de defensa y delantera.
Pen­sarán que eres un chico estupendo
y te dirán que eres mar­avil­loso,
pero el del espejo te lla­mará zopenco
si no le puedes mirar a los ojos.
Inglaterra aterrizó el pasado verano en Londres rodeada de una indisimulada euforia. Regresaba de un tour por Australia confirmando su poderío tras ganar concluyentemente las series a los wallabies (0-3). La prensa se deshizo en halagos a Jones y sus jugadores. Sin embargo, Gustard mostraba un rostro inusualmente serio. Durante el vuelo de regreso Jones le preguntó:
-¿Qué te preocupa Paul?
-Hay un dato que no deja de revolotear por mi cabeza Eddie: 80 placajes fallados en tres partidos.
-En el ultimo partido Australia ha tenido un 71% de posesión y un 74% de territorialidad. Y aún así lo hemos sabido solventar con 182 placajes y una defensa muy disciplinada. No te castigues.
-Sí, pero necesitamos estar entre 92 y 93% de efectividad en el placaje y ante Australia hemos estado por debajo del 90. Hemos fallado 80 placajes en tres partidos y eso ha tenido consecuencias. En el pasado VI Naciones nos posaron cuatro ensayos en cinco partidos y en estas series nos han metido diez en tres partidos. Algo no ha funcionado.
Gustard había estudiado los vídeos del Mundial de Australia obsesivamente. Su primera conclusión fue que necesitaban ensuciar los rucks a la tercera aussie, sin perder la posición defensiva. En el partido en el que Australia laminó al XV de la rosa en Twickers (13-33), los wallabies apenas promediaron 2,7 segundos en cada ruck. Pero en la gira, el trabajo de Gustard dio sus frutos ensuciando los puntos de encuentro hasta ralentizar las salidas de las abiertas australianas hasta seis segundos. Eso permitía a la defensa reajustar sus posiciones involucrando solo a un hombre en los rucks. Un único jugador inglés obligaba a los de Cheika a meter a cuatro hombres en la abierta: el que limpiaba, los dos postes y quien liberaba la bola. Sin embargo, el ratio de placajes fallados martilleaba su cabeza: “Todos y cada uno de los ensayos que encajan mis equipos me duelen. Se quedan en mi cabeza durante días. Ya sea por el bote de la pelota, por un error defensivo o por una maniobra de ataque brillante”.
Procura agradarle sin pen­sar en el resto,
pues él será quien te acom­pañe al final.
No ten­gas miedo ni albergues recelos
siem­pre que puedas tener su amistad.
Alguien definió a Gussy como un entrenador de dimensiones sísmicas. Los resultados lo atestiguan. Su principio inquebrantable es el desarrollo del individual del jugador a todos los niveles. Táctico, físico, mental, emotivo… Y para estimular a sus jugadores organiza sesiones atípicas como entrenamientos de judo, charlas con el psicólogo del equipo ciclista Sky, jornadas de convivencia con atletas paralímpicos… Cualquier cosa fuera de lo habitual que despierte la atención del jugador.
Cuando Gustard comunica, emociona, contagia. Y lo hace utilizando incentivos. Durante su etapa en los Saracens regalaba una barra de chocolate al mejor defensor de cada semana. Decisión que se tomaba tras evaluar partidos… y entrenamientos. Mientras que al final de temporada entregaba el wolf belt (el cinturón de lobo), nombramiento tácito como jefe de la manada al mejor defensor de la temporada. “Tiene que haber corazón y alma detrás del músculo y el hueso”, repite como un mantra.
Son conocidas sus imprevisibles sesiones de video. Antes de un duelo decisivo del VI Naciones proyectó un video con la fábula de la rana y el escorpión que despertó un acalorado debate en vestuario del XV de la rosa. Pero fue en una de las primeras sesiones con Inglaterra cuando sorprendió a sus jugadores al entregar una copia del poema ‘The Guy in the glass’ (cuyas estrofas trufan este artículo), para seguidamente entregar un espejo de bolsillo a cada jugador. La introspección es otro hábitos que trabaja con persistencia Paul.
Tácticamente Gustard ha construido un novedoso concepto sobre el que gravita todo su sistema defensivo: connected line speed. Velocidad de conexión de la línea. Es la velocidad que tarda su defensa en ‘conectarse’ en cada situación de juego. Gussy fomenta la iniciativa de sus jugadores en defensa, promoviendo que quien tenga confianza para abandonar la línea, lo haga siempre que tenga la seguridad de que placará al rival. Cuando ese jugador sale, se activa una reacción en cadena, porque no se trata de placadores individuales. Un riesgo calculado.
El entrenador construye su línea defensiva en base a cuatro principios: ritmo de trabajo, dinamismo, confianza y comunicación. No quiere más de un jugador involucrado en cada ruck, exige coberturas rápidas, mucha comunicación en la primera cortina y ha desterrado la idea de los malos defensores. “Defiende mal quien no quiere defender bien”. Conjugando todo eso, las premisas son presión continua y negar el espacio al rival. Hay que hacer pensar al portador, que tome decisiones y que las tome en las peores condiciones posibles.
La filosofía del sistema defensivo de Gussy es muy gráfica: “En una línea defensiva deben convivir dos tipos de animales. Los lobos hambrientos y las venenosas serpientes”. Para él se trata de un juego de intimidación. “Cuando el rival salta al campo y recibe la pelota, debe estar tan asustado como si fuera a correr delante de los toros en los sanfermines”, apunta.
Y eso ocurre en cualquier punto del campo. Incluso si la defensa se encuentra a 30 metros de la pelota, debe a salir a cazar junta. Porque eso te responsabiliza, al tiempo que te obliga a a mantener la atención, el entusiasmo y la energía. Así es la manada de Gustard. La manada que amenaza a los All Blacks.
Aunque engañes al mundo en la vida
y te den pal­madas de aliento al pasar,
tu pre­mio supremo será la des­dicha
si burlas al hom­bre que te ha de mirar.
– Dale Wim­brow, 1934
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