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Blog De la Calle: Rugby líquido

Fermín de la Calle

Publicado 29/01/2016 a las 16:09 GMT+1

Eddie Jones, Vern Cotter, Joe Schmidt, Guy Noves, Jacques Bruynel y Warren Gatland. Tres neozelandeses, un australiano y dos franceses. A priori, tres escuelas de rugby evasivo alejadas del 'pisco-game' sudafricano y del 'pick&go' británico.

Rugby Líquido

Fuente de la imagen: Eurosport

Síntoma inexorable del giro copernicano que está dando el rugby del hemisferio norte en la búsqueda de equilibrar la balanza con el sur, que metió cuatro semifinalistas en el pasado Mundial.
En realidad no debería sorprender a nadie si tenemos en cuenta la deriva del llamado rugby moderno. Ese que viene evolucionando desde la implantación del profesionalismo, en el año 1995, hacia un juego más televisivo (¡no nos engañemos!). En el rugby actual las nuevas reglas rehuyen las fases cerradas, desprecian los maules y han deconstruido las melés muy al modo de la nouvelle cuisine. Todo esto hace muy difícil la persistencia de un estilo de juego cerrado como el que se ha practicado en el norte, con honrosas excepciones como la Gales de los 70 o la Francia de los 90. Las nuevas reglas alentan la 'sevenización' del rugby XV y penalizan el centenario rugby ortodoxo por más que los tres cuartos se hayan convertido en gigantes más propios de la delantera que de las zonas traseras del campo.
Se trata de un estilo más lúdico, más ofensivo y hasta cierto punto más anárquico, que tiene mucho más que ver con el rugby que se juega en el sur que con el disciplinado rugby del norte. Algo que explica que el norte importe seleccionadores del sur. Técnicos que, por otro lado, han demostrado previamente en clubes europeos su valía pasando la reválida en la hermética e inmovilista Europa. Entre los kiwis, el 'escocés' Cotter elevó el pedigrí de Clermont mientras el 'irlandés' Schmidt hacía lo propio con Leinster. Warren Gatland es de sobra conocido, para bien y para mal, pues lleva años tensando con sus malas pulgas las expectativas de los galeses junto a su mano derecha Shaun Edwards.
Pero el caso más significativo es, sin duda, el del australiano Eddie Jones, primer extranjero en dirigir al XV de la rosa con la carga emotivo-simbólica-chovinista que eso conlleva. El viejo profesor llega de Japón tras ofrecer una exhibición esplendorosa de cómo optimizar los recursos y adaptar su plan de juego a las características físicas de sus jugadores. Los nipones han desplegado un juego dinámico y audaz, muy afín a su biotipo explosivo y su carácter marcial. Jones trabajó esa explosividad a base de jugar muchas fases y mover mucho a los rivales con paciencia y determinación, rasgos clásicos de la cultura japonesa. Melés rápidas al canal 1 y creatividad en la touch para evitar el combate en el set-piece, donde eran claramente inferiores en lo físico. La misión era clara: desperdigar a los delanteros rivales por el campo de batalla obligándoles a bascular sin descanso para hacerles llegar tarde a los puntos de encuentro o caer exhaustos ante el aluvión de pases y fases de Japón. Eso les sirvió para ganar tres partidos, entre ellos a Sudáfrica y laminar a Tonga durante una hora, manteniendo a los polinesios con el cero en su marcador y sin opciones reales de anotar. Una prueba del pragmatismo de Eddie Jones.
Sin embargo, hacen mal quienes piensan que veremos a una Inglaterra desbocada, al modo nipón. El XV de la rosa no se hará el harakiri. Dispone Jones de tantos jugadores que podrá, ahora sí, implantar el estilo de juego que le plazca, con independencia de los recursos, que los tendrá y en abundancia. Ha advertido que quiere una "Inglaterra dominadora", lo que nos sugiere un playbook al modo neozelandés. Unidades de trabajo distribuidas por todo el campo, delanteros dinámicos, tres cuartos en los puntos de encuentro y mucha posesión para dictar las condiciones y los tempos del partido. Se acabaron los tiempos en los que los delanteros ganaban metros y mantenían la posesión para que luego los tres cuartos propusieran jugadas lejos de sus 'gordos' en busca del ensayo. En el rugby del sur se ataca desde cualquier punto del campo, como advertía a finales de los 60 el mítico entrenador galés Carwyn James. Y eso hacían Barry John, Garteh Edwards, JPR, JJ o Gerald Davies, pero también delanteros como John Taylor o Mervyn Davies.
Inglaterra ganará presencia en los puntos de encuentro con un 7 pescador (¡por fin!), lo que le permitirá aumentar el rango de su juego de ataque para pegar más lejos de los agrupamientos en las segundas fases. Algo que los irlandeses llevan explotando años ante los ingleses con O'Brien trabajando más allá del segundo centro. Eso supone una exigencia física descomunal para unos delanteros acostumbrados a trabajar mucho, pero en áreas más restringidas. Se acabó aquello de delanteros a un lado y tres cuartos al otro. La delantera tendrá que aparecer ahora por todo el campo e incorporarse a la velocidad de crucero de los tres cuartos, igual que los backs están obligados a trabajar en la posesión a decenas de metros de sus habituales áreas de influencia, entrando a las abiertas y apareciendo entre las estampidas de sus forwards. Podríamos bautizarlo como Rugby Líquido, un rugby de vasos comunicantes que trata de inundar de jugadores propios las zonas deshabitadas por los rivales para generar superioridades que se traduzcan en ensayos. Un rugby en el que uno debe saber nadar en aguas abiertas (una jugada a la mano digna del ballet Bolshoi) o salvar aguas turbias (contrarucks en el lado cerrado de una melé a cinco metros de tu zona de ensayo).
El rugby del sur aparca la litúrgica especificidad de los norteños para convertir a sus hombres en jugadores totales. Como todo, esto tiene sus seguidores y sus detractores. Ahora se valora más que un 2 sea dinámico, como el kiwi Dan Coles, a que tenga la buena mano en touch o el poderío en melé del irlandés Mike Ross. La almendra salta de un lado a otro buscando la línea de ventaja en los espacios. Porque ganarla allí ofrece muchas más posibilidades en ataque que hacerlo en una zona del campo donde se acumulan los rivales y las cortinas defensivas. Ya no se aprecia un trabajo profesional y minucioso como antes cuando se consideraba un arte medrar a tu rival hasta reventarlo en la entrada a las melés, desquiciar al saltador contrario tocando todas sus bolas arriba en el pasillo o sacar del partido al 9 adversario bloqueando todas sus salidas de melé. Pequeños placeres que ganaban batallas y decidían guerras.
En el actual panorama parten con ventaja, a priori, irlandeses y galeses pues conjugan desde hace más tiempo esta corriente de juego con seleccionadores que ya conocen sus fondos de armario. En Irlanda Schmidt ha demostrado sobradamente que cuenta con un amplio catálogo de riñones, piernas y pulmones para desarrollar este tipo de juego con una tercera emprendedora y una tres cuarta muy involucrada en la continuidad y el apoyo. Quizás tenga que trabajar más la dinamicidad de su front five. Los galeses, por su parte, han sido lastrados en los últimos tiempos por las lesiones, algo que lejos de entenderse como un hándicap debería leerse como una consecuencia de la implementación de este juego abierto y enormemente exigente en lo físico. Una suerte de enfermedad de nuevo rico como la gota. Su tercera y sus centros vertebran un juego que parece haber encontrado en el espasmódico Biggar al director de juego idóneo.
Otro fenómeno destacable es el resurgimiento de la vía francesa. El XV del gallo, después de años musculando su juego hasta perder su identidad rugbística, incluso con luminarias del rugby champagne al mando como Saint-André, recurre al entrenador más evasivo y lúdico de Francia. Guy Noves, el Yoda del 'flair' de Toulouse, se hace cargo de la selección, quizás demasiado tarde, como sostienen algunos, por sus más de 60 inviernos.
Su elección ha despertado muchas expectativas entre la afición gala. Sin embargo, sus achampanadas intenciones no deben esconder una realidad: los 80 no volverán. Lejos quedan los tiempos en los que Blanco y Sella descosían defensas con su elegantísimo rugby. Hoy Noves tendrá que encontrar el justo equilibrio entre la prioridad evasiva de su rugby y la consistencia física para competir con rivales que trabajarán las carencias de su animoso libro de juego. Francia tiene una ventaja sobre el resto de selecciones del norte: tiene ese talento innato para no ir al suelo con la bola, para eludir al adversario y transmitirla. Lo tiene detrás con jugadores como Fofana, pero también lo tiene delante como hombres como Picamoles o Guirado, un 2 engañoso que se anima en ataque. Es ese impulso ofensivo el que Noves quiere devolver a los bleus, ese componente 'divertente' que hace del Super Rugby sureño casi otro deporte, al que en Inglaterra muchos puristas emparentan más con el balonmano que con el rugby. Noves, que ha dejado fuera a jugadores industriales como Bastareaud o Camile Lopez, arrancará su andadura como seleccionador ante su compatriota Jacques Bruynel, que sigue al mando de Italia con la misión de activar una tres cuarta que va madurando jugadores de cierta enjundia como Campagnaro. Italia es la selección más analógica de este VI Naciones, con su delantera trabajando por un lado y su línea agazapada esperando el momento de lanzar la emboscada. Comandada, eso sí, por uno de los 8 más modernos del rugby mundial: Sergio Parisse.
Asistimos, por tanto, a un VI Naciones en el que los ortodoxos norteños están obligados a 'modernizarse', a soltarse la melena, y para ello han apostado por seleccionadores de escuelas evasivas, técnicos del ampulosamente llamado 'rugby expansivo', un rugby en el que se valora más el bonus ofensivo que el defensivo cuando en realidad el segundo es mucho más gratificante por laborioso y solidario. Aunque por más que cambie el rugby, hay cosas que no lo hacen. De los seis capitanes, cinco son delanteros por uno de la línea (el medio escocés Laidlaw). Y de esos cinco, tres son primeras líneas (Roos, Guirado y Hartley). La mafia es la mafia. Los otros dos son terceras (Parisse y Wartburton). Las galones se siguen ganando de la entrepierna hacia abajo. El rugby entra en una nueva era. La ortodoxia ha dejado de ser una virtud y la versatilidad (haz muchas cosas aunque no necesariamente bien) es el nuevo mantra. Dupliquen la reserva de cervezas en el congelador, este año se cansarán de ver gente corriendo de un lado a otro. Y eso da una sed...
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