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Blog Uría: Nadal Garros

Rubén Uría

Actualizado 15/06/2017 a las 11:10 GMT+2

No es Roland Garros, sino Nadal Garros. No es París, es Nadalandia. No es tenis, es Rafa.

Rafa Nadal celebra su décimo título en Roland Garros

Fuente de la imagen: Getty Images

Diferentes deportes, distintas épocas, distintos mundos y un gen común: el del campeón. Muhammad Ali, Michael Jordan, Michael Schumacher, Tiger Woods, Eddy Merckx, Ayrton Senna, Roger Federer, Nadia Comaneci o Michael Phelps. Algo hay de todos ellos en Rafael Nadal Parera. El dios terrícola de Manacor, el tipo que, pegado a una raqueta y sobre polvo de ladrillo, sería el único mortal fiable para jugarse el futuro de La Tierra en un partido a cinco sets, encarna todos los valores y condiciones de los mejores de todos los tiempos. Tiene la determinación de Jordan, la majestuosidad de Federer, el carisma de Ali, la superación personal de Pehlps, el hambre de gloria de Merckx, el don de Tiger Woods, la perfección de Comaneci y la mística de Senna. El mejor deportista español de la historia, sin discusión, ya es, por derecho propio, ilustre miembro del selecto club de mitos de la historia del deporte. Fácil de decir, casi imposible de hacer. Decía Ali que la palabra “imposible” no existe, porque "imposible" es sólo una palabra que usan los hombres débiles para vivir fácilmente en el mundo que se les dio, sin atreverse a explorar el poder que tienen para cambiarlo. "Imposible" no es un hecho, es una opinión. "Imposible" no es una declaración, es un reto. "Imposible" es potencial. "Imposible" es Temporal, "Imposible" no es nada. Para Rafa Nadal, hecho a sí mismo con el material con el que se hacen los sueños, forjado en la ética del esfuerzo y en el mito eterno de Sísifo, nada es imposible.
Rafa, leyenda del tiempo ha conquistado su décima Copa de los Mosqueteros. Lo ha hecho imponiéndose a Stan Wawrinka, un suizo de revés extraordinario. Son ya diez coronas en París para Rafa, que pertenece a la eternidad. Su primer título llegó en 2005, tras derrotar al argentino Mariano Puerta, el mismo año en que falleció el Papa Juan Pablo II. En 2006, después de que la banda criminal ETA anunciase un alto el fuego, Rafa volvía a levantar el trofeo frente a Roger Federer, en un choque memorable. Un año después, en 2007, en aquel año en el que el Rey Juan Carlos le dijo a Chávez aquello de “¿por qué no te callas?”, Nadal conquistaba su tercera corona, a costa de Federer, en cuatro mangas. En 2008, el mismo año que llegaba a la Casa Blanca el primer presidente negro de la historia, Rafa volvía a ganar en París. Otra vez a Roger Federer, dándole una paliza terrible en tres sets.. Dos años después, en 2010, mientras España ganaba el Mundial de Sudáfrica y un terremoto devastaba Haití, Nadal volvía a imponer su ley en París, tomándose la revancha ante el vikingo de hielo, Robin Soderling. En 2011, el año tragedia de Fukushima y de la muerte de Bin Laden, Nadal volvió a ganar. De nuevo a costa de Federer, en 4 sets. Doce meses después, en 2012, el año de las revueltas en Siria, Nadal repetía gesta abatiendo a Novak Djokovic. En 2013, mientras las dos Coreas se declararon la guerra, Nadal volvía a jugar una final en París y volvía a ganar. Su rival fue otro español, David Ferrer. Un curso después, en 2014, el mismo año que España tenía nuevo Rey, Felipe, Rafa se proclamaba monarca indiscutible de París, superando a Djokovic, remontada incluida. Hoy, Nadal, diez veces Rafa en París, es leyenda. El torneo más mítico sobre tierra batida, ese que un día se llamó Roland Garros, hoy es Nadal Garros.

Extraterrestre

Su registro es digno de un extraterrestre. Ha ganado diez veces en París en trece oportunidades para hacerlo, es el único tenista de la historia en haber ganado 10 veces un Grand Slam (Federer ganó siete veces Wimbledon y Navratilova nueve), y ha destrozado la marca ancestral de Max Decugis, que ganó ocho veces en París en la era pre-open, entre 1903 y 1914. Rafa, con un récord de 73 victorias y sólo dos derrotas en la tierra batida de París, ha conquistado su 15º Grand Slam y ya es el segundo tenista de la historia en acumular más finales de torneos “grandes”, sólo superado por Federer (28 por 22). Sólo tres hombres en la historia del tenis lograron llegar a diez finales de un “grande”: Bill Tilden (Us Open) Roger Federer (Wimbledon) y Rafael Nadal (Roland Garros). El español, en un hito sin precedentes, ha ganado las diez finales que ha disputado.
Si la prensa inglesa llegó a comentar que Wimbledon era el jardín particular de su majestad Roger, para Rafa Roland Garros es el salón de su casa. Su hegemonía en París es legendaria. Rey de Reyes, Rafa está por encima de cualquier mito de la arcilla de Roland Garros. Ni la muñeca de oro de Santana, ni el genio de McEnroe, ni la mentalidad de hierro de Lendl, ni la potencia de Kuerten, ni la fortaleza de Courier, ni la perfección de Mats Wilander, ni siquiera el mito del vikingo de hielo, Bjon Borg, están a la altura de Rafa. Nadie dominó tanto una superficie, nadie dominó tanto un torneo, nadie superó sus propios registros, exploró sus límites y combatió sus miedos con tanta fiereza como Nadal. Ganó siendo un adolescente, repitió hegemonía siendo ya un hombre y después de que los falsos profetas quisieran enterrarle en cal viva por las lesiones, ha vuelto a ganar en plena madurez. Con Rafa en pista, cada punto es una odisea, cada golpe una agonía, cada partido una batalla y cada título, una epifanía. Dios, titán y hombre, Rafa es un marciano. Alguien que no persigue sus sueños, porque los hace realidad. Nadal es orgullo en la derrota y humildad en la victoria, porque es el número uno del sacrificio. No es Roland Garros, sino Nadal Garros. No es París, es Nadalandia. No es tenis, es Rafa.
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