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Carmen Valero, atleta pionera y solidaria que le ganó la carrera al machismo

PorEFE

Publicado 19/05/2019 a las 11:48 GMT+2

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Fuente de la imagen: EFE

Zaragoza, 19 may (EFE).- La aragonesa Carmen Valero, considerada la mejor atleta española del siglo XX, se convirtió en su época en una pionera de este deporte, pero su grandeza no se ciñe solo al aspecto deportivo, sino también a su lucha por ser respetada como mujer en una España en blanco y negro de rancio machismo.
Nacida en Castelserás (Teruel), con 21 años fue la primera mujer del atletismo español en disputar unos Juegos Olímpicos, los de Montreal 1976, en los que corrió las pruebas de 800 y 1.500 además de haber logrado dos títulos mundiales de cross en Chepstown (Gran Bretaña) 1976 y Dusseldorf (Alemania) 1977.
Previamente, en Rabat (Marruecos) 1975, había avisado de su potencial con la medalla de bronce y en España fue intratable con un palmarés envidiable que abarca ocho títulos nacionales de cross, quince en diferentes pruebas de fondo y medio fondo al aire libre y dos bajo techo, además de superar quince récords nacionales en una carrera que fue relativamente corta, hasta los 26 años, pero tremendamente productiva.
Su pasión por el deporte fue una constante desde que dio sus primeros pasos. De hecho, cuando era pequeña y vivía en Cerdanyola su padre le puso unos cascabeles en el tobillo para tenerla controlada y oír por donde andaba en sus constantes carreras con los chicos, con los que se apostaba canicas y a los que ganaba habitualmente por lo que, al final, la dejaban sola, rememora en una entrevista con Efe.
Aquella chica que no paraba de correr fue creciendo y forjando una historia de triunfos pero también un carácter solidario y una personalidad arrolladora para una época en la que la mujer apenas era un apéndice masculino sin voz ni voto.
Carmen no quiso dejarse aplastar por una sociedad patriarcal y eso le acarreó muchos problemas en una carrera deportiva en la que no todo fueron satisfacciones y medallas, sino que también hubo mucho oropel en sus relaciones con directivos de la Federación Española.
Tuvo que escuchar muchos insultos en sus inicios cuando salía a correr en pantalón corto para entrenarse, se enfrentó a dirigentes de la Federación, algo que hoy podría no sorprender pero que en aquella época era un signo de un gran arrojo y demostraba una tremenda personalidad por defender su condición de mujer.
"Corría por la calle con compañeros de atletismo y cuando me insultaban eran ellos los que me defendían", recuerda, explicando que no llegaba a entender esa situación cuando su propio padre no le ponía ninguna traba para poder correr en pantalón corto.
Carmen Valero estudiaba, trabajaba y se entrenaba desde los 15 años y, a pesar de ello, se le quedaba corto el día. De hecho, de más pequeña, cuando su entrenador le mandaba acabar, lloraba porque quería seguir corriendo.
Comenzó a ganar medallas y a labrarse un nombre llegando a ser internacional. Aún así, el respeto no caracterizaba las reuniones técnicas de la Federación Española antes de una competición: "prácticamente solo eran para los chicos, porque a nosotras nos decían que hiciéramos lo que pudiéramos y nos despachaban en cinco minutos".
El poco respeto hacia la mujer se evidenció el año que ganó su primer Mundial, en 1976, y cuando el año anterior ya había sido tercera. El directivo de turno les dijo a las chicas que participaban que eran unas "culonas y pechugonas", dando por sentado que no tenían ninguna posibilidad de hacer nada importante.
Grave error, porque apareció el temperamento arrollador de Carmen, con solo 20 años, para, antes de llegar a meta y viendo que tenía una gran ventaja sobre la segunda clasificada, acercarse a donde se encontraba el directivo de marras, ponerse con los brazos en jarras y soltarle "así que culonas y pechugonas las españolas ¿no?", cuando éste le estaba diciendo "muy bien, Carmen, campeona".
"Tenía mucha personalidad, soy aragonesa y tozuda. Además, creo que hay que tener carácter para ser un buen deportista porque, si no, no sales adelante", apunta. Y añade: "si no se plantaba cara no se conseguía nada".
Pero los desencuentros no acabaron ahí. Considerar a la mujer como un ser débil era un acto de condescendencia muy de la época: "en cierta ocasión me invitaron a una carrera en subida en Castro Urdiales (Cantabria) de 10 kilómetros y cuando se enteró el presidente de la Federación me lo quiso prohibir por paternalismo, cuando ya había sido campeona del mundo".
Por supuesto, Carmen no hizo caso y corrió porque estaba haciendo tiradas de 30 kilómetros diarios en los entrenamientos, lo que desembocó en que el presidente le dijera que le iba a sancionar.
"Me citó en la Federación aunque finalmente no me sancionó porque no había motivos. Era el machismo, aunque luego nos hicimos muy amigos", recuerda.
El último episodio de esta luchadora tuvo como partícipe al seleccionador nacional. Carmen acaba de ser madre y con apenas un mes de entrenamientos se presentó en los Campeonatos de España de 1982 de forma sorpresiva. El seleccionador, que lo desconocía, le preguntó qué hacía allí y amenazó con que si no ganaba no acudiría al Mundial.
Carmen se proclamó campeona de España y cuando le dijo el seleccionador que estaba convocada le respondió que se pusiera unas faldas y corriera con las chicas.
"Creo que la historia estaba en que para ellos era un problema que corriera porque la mujer no contaba para nada. Solo les importaban las carreras masculinas", lamenta.
La atleta aragonesa no solo demostró una gran personalidad, sino también su solidaridad con sus compañeras de equipo. Después de lograr el título mundial renunciaba a lo que le pagaban para que con ese dinero las contratasen en las carreras internacionales y que, de esa manera, pudieran codearse también con buenas rivales.
Carmen Valero se considera una pionera desde el punto de vista de que su ejemplo sirvió para favorecer el atletismo: "gracias a ello se han ido abriendo puertas a otras mujeres. Había mucho 'qué dirán' entonces y era imponerse. Tuve la gran suerte de que mi familia me apoyó siempre".
Sin embargo, no cree que haya sido un caso único. "Abrí el camino junto con otras mujeres en otros ámbitos que han tenido la fortaleza de decir aquí estoy yo y han tirado hacia adelante. A mí no me privaban de hacer una cosa que me gustaba", ha asegurado.
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