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Blog Basket: El Selecto Club de Negadores del 'Lasismo'

Fernando Ruiz

Actualizado 01/05/2017 a las 14:03 GMT+2

Valga por delante, están en su derecho. En la vida en general y en el deporte en particular, pocas realidades son absolutas al cien por cien. Y sin embargo sorprende la tozudez de algunos para negar la evidencia: el Real Madrid de Pablo Laso es historia viva del baloncesto continental.

Pablo Laso durante el Real Madrid-Galatasaray

Fuente de la imagen: EFE

Solo en un país como el nuestro se pueden leer tantas muestras de desprecio hacia un entrenador que, como Laso, ha cambiado la historia del Madrid. Tremendo. Y el colmo del surrealismo es que muchos de esos desprecios vienen de seguidores ... ¡del Real Madrid!. Inaudito, oigan, pero tan verdad como que yo estoy escribiendo este artículo.
El diccionario de la RAE define la palabra cainita como aquella persona que demuestra odio y enemistad contra allegados o afines. En su época de mayor esplendor, Rafa Nadal, Vicente del Bosque, Miguel Indurain o Pau Gasol han tenido detrás a varias peñas cainitas azotándoles el trasero. España tiene una larga trayectoria detrás, que nos llevaría al primer puesto mundial de cainitas reconocidos. Y ese primer puesto, ahora oficioso, generaría, en unos hipotéticos Juegos Olímpicos Cainitas, en unos cuantos miles de cainitas más, visiblemente perturbados al no poder reconocer que sí, nuestros cainitas son los más cainitas del planeta Tierra. Un lío, oigan.
No voy a marearos con datos, buscad en Wikipedia para ampliar. Si acaso os diré que, tras cinco temporadas y media con Pablo Laso en el banquillo, el Real Madrid ha conseguido 13 títulos, habiendo jugado 17 finales de 23 posibles. Cinco Copas del Rey, 3 Ligas ACB, 3 Supercopas, una Euroliga y una Intercontinental adornan las vitrinas de la sección de baloncesto del equipo blanco, para mayor gloria de los miles y miles de turistas que pagan su buen dinero en el Tour del Bernabeu, hoy en día el segundo museo más visitado de la capital.
A los más jóvenes seguidores del Real Madrid de baloncesto no les alcanza la memoria -afortunados ellos- pero su equipo estuvo 19 años sin levantar una Copa del Rey, hasta que Carroll y Llull, febrero de 2012, reventaron el Sant Jordi. Ahí empezó todo. La idea de jugar bien al baloncesto se refrendó con un primer título que hacía tambalear el orden establecido, claramente de color blaugrana hasta ese momento.
La culminación al proyecto llegó con la victoria en la Euroliga de 2015. Laso y sus chicos, por fin, colocaban a Arvidas Sabonis, en la segunda línea de la gloria europea, 20 años después. Desde ese año 1995 hasta 2011, el Real Madrid solo pudo ganar 3 Ligas, una Recopa y una Copa ULEB. 16 años de indefinición por España y por Europa, tres lustros y un año, a modo de pena, sin rumbo, con la sección casi siempre en entredicho, sin público en la grada y con algunos jugadores propios de un equipo que juega a no descender y no de un escudo tan importante como en el Real Madrid. No citaré a ninguno para no remover pesadillas pasadas.
La travesía fue dura. Muy dura para los pocos aficionados fieles del deporte de la canasta. Gentes nacidas en los 50, en los 60 o en los 70, que habían crecido viendo a Brabender, Luyk, Rullán, Corbalán, Delibasic, Petrovic, Biriukov, Sabonis … y Fernando Martín. Joder. Fernando Martín. Si hubiera levantado la cabeza en esos años de penuria…
Los equipos griegos (Panathinaikos y Olympiakos) los italianos (Kinder y Teamsystem) o el Maccabi de Tel Aviv resultaban inalcanzables. En España, el Barça estaba a años luz. Baskonia también. Y en determinados momentos, Joventut (Con Ricky y Rudy) y el Unicaja de Jorge Garbajosa se abrían paso a codazos en la competición doméstica certificando un doloroso “sorpasso” para la afición blanca.
Laso y su circunstancial fichaje por el Real Madrid ha enterrado todos esos demonios. Y lo ha hecho a lo grande, con una apuesta valiente por el baloncesto espectáculo, una apuesta que, siempre lo he defendido, va más allá de los títulos. Las emociones son mucho más importantes. A este Real Madrid no le hace falta ganar 5 Euroligas para ocupar un puesto preferente de nuestro disco duro. No descarto que lleguen más entorchados europeos, empezando por este mismo mes de mayo, pero aun en el supuesto caso de que este equipo no ganara ni un solo partido más, para mí este equipo ya tendría asociado el apellido legendario.
Ver jugar al baloncesto al Madrid de Laso es patrimonio de todos. Como lo fue ver jugar al Barça de Pep Guardiola. Y a partir de aquí, que pasen los cainitas. No debe ser fácil estar al pie del cañón y maquinar argumentos para rebatir algo tan evidente. Negar la realidad debe producir un profundo estrés. Sobre todo porque todo aquel que niega la realidad entiende como enemigo a aquél que intenta hacérsela ver. Hay también, probablemente, un aire de superioridad en esos tenaces tuiteros, aficionados e incluso analistas: vosotros no veis lo que nosotros somos capaces de discernir. El Real Madrid gana pese a Pablo Laso. Incluso pese a Sergio Llull, hereje del balón naranja, base irracional donde los haya, ejemplo de lo que no deben hacer los niños que practican este deporte.
Y así, intentando taponar el cráter de un volcán con la chapa de una cerveza, van pasando las semanas. Y el club de cainitas del Madrid de Laso sigue peleando como Don Quijote frente a los molinos de viento. Transcurren los años y, de por medio, se han derramado lágrimas de emoción en el Palacio, se han levantado trofeos y aficionados de otros equipos no dudan en reconocer que disfrutan como hace mucho tiempo que no disfrutaban de esta banda de muchachos, que transmite una pasión por el baloncesto ante la que solo queda disfrutar. Disfrutar y aplaudir. Nosotros, los simplones, así lo hacemos. Y lo sabéis.
Fernando Martín estaría orgulloso
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