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Historias Eurosport: Magic y Bird, retrato de una obsesión

Iván Castelló

Actualizado 03/06/2018 a las 15:54 GMT+2

Fueron los reyes del mambo en los 80. El agua y el aceite, el cielo y la tierra. Conmigo o contra mí. El retrato de aquella obsesión en la rivalidad entre Earvin Johnson, Jr. y Larry Bird, entre el base de Los Angeles Lakers y el alero de los Boston Celtics, pinta a justo recordatorio ahora con el caso de LeBron James y Stephen Curry.

Magic Johnson Larry Bird - Historias Eurosport

Fuente de la imagen: Eurosport

Porque el ala-pívot de Cleveland Cavaliers y el base de Golden State Warriors vuelven a acaparar los focos en el escenario mediático de las finales de la NBA, en una reedición actualizada de los Johnson-Bird.
En el duelo de egos, ventilado sin control al mundo entero por los mass media americanos, si el Johnson contra Bird alentó una división fundamentada en los contrarios (el negro contra el blanco, el oeste contra el este, el pobre contra el rico, anyway, you know), el avance de los tiempos acota la cita a dos jugadores de color. Que en esto ya no hay dudas tras exhibiciones de portento posteriores como la de Michael Jordan (los 90) o Kobe Bryant (el nuevo siglo), por poner los dos ejemplos más radicales en una nómina de jugadores franquicia sin límites.
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Larry Bird Magic Johnson

Fuente de la imagen: Imago

Pero los 80 pertenecieron a los dos genios citados, al de Lansing (Míchigan) y al de West Baden-French Lick (Indiana). El primero hizo subir a los Lakers al pedestal de legendarios creando una dinastía para encontrarse con unos Celtics que, catorce títulos después, se topaban con la horma de su zapato antes de las Air Jordan. Fueron tan competidos sus duelos, y tan apasionado su seguimiento personalizado en ellos, que los Johnson-Bird entraron en la leyenda del deporte como los duelos Muhammad Ali-Joe Frazier, Jacques Ancquetil-Raymond Poulidor, Bobby Fischer-Boris Spassky, James Hunt-Niki Lauda y John McEnroe-Björn.
Entraron en la leyenda del deporte como los duelos Muhammad Ali-Joe Frazier, Jacques Ancquetil-Raymond Poulidor, Bobby Fischer-Boris Spassky, James Hunt-Niki Lauda y John McEnroe-Björn.
Entre los dos, Johnson y Bird, Bird y Johnson, transportaron a la NBA a una nueva dimensión global en tiempos aquellos sin Internet y la primera televisión por cable. Lo mismo que ahora LeBron y Curry han revitalizado una competición que, a ojos del exterior, no vive tanto de equipos sino de nombres propios, que es igual qué franquicia gane que el recuerdo quedará para su líder sobre el parqué, el catalizador de las admiraciones.
Las dictaduras de dos
Ambos, Lakers y Celtics y sus keepers Johnson y Bird, protagonizaron tres finales en los 80 (1984, 1985 y 1987). LeBron y Curry, Cavaliers y Warriors, ya suman cuatro en la segunda década del siglo XXI: 2015, 2016, 2017 y 2018. Son la nueva dictadura, pero sin signos de agotamiento. Todos queremos más en la fiesta para dos.
Johnson y Bird, cuya rivalidad data de la final de la NCAA en 1979, entre la Universidad de Míchigan e Indiana State, Spartans vs Sycamores (75-64), ya eran insultantemente los mejores entonces. En aquella mítica final, disputada en Salt Lake City, Johnson anotó 24 puntos para los Spartans por 17 Bird para los Sycamores con un share de 24,1 en la NBC, una pasada de expectación televisiva que no fue batida por un partido de baloncesto hasta 2009, treinta años después. Ni más ni menos, ni Jordan ni Bryant, gimme tha power.
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Magic Johnson avec Michigan State face à Indiana State, l'équipe de Larry Bird - 1979

Fuente de la imagen: Eurosport

Antes de ese momento cumbre en la final universitaria, tras un partido de Instituto con 15 años, fue cuando el periodista de la sección de deportes del ‘Lansing State Journal’ Fred Stable acertó con el sobrenombre “Magic” para resumir en un vocablo lo nunca visto: acababa de anotar 36 puntos, aportar 16 asistencias y capturar 18 rebotes. Fue con Everett ante Jackson Price, baloncesto de instituto con espalderas en el pabellón. Nacía ‘Magic’, con un periodista (como es habitual) en la génesis del hype, pese a que el nickname no le gustó al redactor jefe del diario ni a la madre de Johnson, Christine. Ella lo ha considerado siempre un tanto blasfemo al desvirtuar, en su opinión, el esfuerzo cristiano de sacrificio que había detrás del éxito.
Nacía ‘Magic’, con un periodista (como es habitual) en la génesis del hype, pese a que el nickname no le gustó al redactor jefe del diario ni a la madre de Johnson,
Así que antes de llegar ya solo se hablaba de ellos, Johnson y Bird, antes de empezar a subir ya estaban en la planta terraza, loados fueran Lakers y Celtics por recibir del draft de 1979 (número 1 para Magic, el 6 para Bird ya elegido un año antes) a esos dos diamantes ya pulidos.
Los Johnson-Bird marcarían el baloncesto en la siguiente década hasta la irrupción de Jordan. A Earvin se le dio el mando del ‘Showtime’ nada más arribar a Inglewood y, con veinte años, ya hizo campeones a los Lakers mientras Bird, con menos ruido como subcampeón de conferencia y más números, era elegido el ‘Rookie del año’. Pero Johnson dominaba todas las facetas del juego, un ‘All-Around Player’ desde el ordeno y mando en el arranque de jugada a los malabarismos tipo ‘globetrotter’ o la efectividad incluso de pívot, sí, de pívot, gracias a sus 206 centímetros y la lesión de Kareem Abdul-Jabbar. De eso jugó en el sexto y último partido ante los Sixers en Philadelphia por el título de 1980. Y anotó 42 puntos, nueve en la zona ‘caliente’ del partido, cuando encestar es asunto de tipos duros. Había nacido una estrella, Johnson, al que le entregaba el cetro el derrotado Julius Erving, el Dr. J., y ya su primer admirador.
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Larry Bird - Magic Johnson

Fuente de la imagen: Eurosport

Lo de Bird fue un caso aún más bizarro. Puesto que Johnson tenía, a simple vista, el físico para cruzar la pista sin llamar, Bird era como contrahecho y, fuera de la cancha, nadie diría que jugaba al baloncesto. Siquiera que hacía deporte. Le salvaba su tiro, salvaje y demoledor, antes que cualquier otra circunstancia. Ni saltaba demasiado ni corría rápido. Y botaba como a puñetazos pero, ay, ay cuando veía aro lo hacía suyo. Chof, chof y chof. Una detrás de otra. Apodado “the Hick of French Lick” (el paleto de su pueblo), su perseverancia le granjeó la fama de infalible y su carácter lo convirtió en el rey altanero del trash talking.
La mejor serie de la historia
Hasta 1984 no se enfrentarían directamente Jonhson y Bird en su primera final, resuelta una noche de martes del caluroso junio (111-102) en el Boston Garden con triunfo local acumulado por 4-3 en el paroxismo de la igualdad, la mejor serie de la historia de las finales NBA con todos sus marcadores pasando de los cien puntos en ambos contendientes, ganadores y vencidos. Ese festival de la anotación tendría revancha dos veces, en 1985 y 1987, ahora ya sí con victorias angelinas en las series finales por 4-2 en ambas ocasiones contra los Celtics. Bird, oponente en pista y al final colega del de Míchigan fuera de las canchas (hasta compartieron estancia en la casa del pelirrojo con ocasión de un anuncio de Converse en el 85), vino a reconocer la superioridad de Johnson al final de la serie del 87: “El mejor jugador que he visto jamás”.
Compartieron estancia en la casa del pelirrojo con ocasión de un anuncio de Converse en el 85
Luego llegarían con el vértigo de los tiempos un tal Michael Jordan, el VIH positivo en Earvin, los problemas de espalda en Bird, el ‘Dream Team’ de Barcelona 92 y el retiro definitivo para entrar en un lugar aún mejor, el Valhalla de los deportistas: la consideración de eternos.
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