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Historias Eurosport: Sallanches 1980, el Mundial más inhumano de todos los tiempos

Adrián G. Roca

Actualizado 25/09/2020 a las 13:05 GMT+2

Si el Mundial de Innsbruck 2018 se distinguió por la dureza de su recorrido, el de Sallanches de 1980 ganado por Bernard Hinault es considerado por unanimidad como el más dramático e inhumano de todos los tiempos por el dominio del bretón y por la dificultad del recorrido, más la lluvia y el frío que acompañó a los ciclistas. El mero hecho de acabarlo ya fue una auténtica hazaña.

Bernard Hinault, Sallanches 1980

Fuente de la imagen: Eurosport

Juan Fernández no tenía muy claro por qué quería llorar tras un fuerte abrazo con Ramón Mendiburu. El seleccionador nacional español no quería soltar de sus brazos al jovencísimo ciclista granadino tras su inesperado bronce en Sallanches 1980. Aquella medalla fue más que un metal, pues el oro se lo quedó en propiedad Bernard Hinault desde prácticamente la primera vuelta del circuito y la plata de Gianbattista Baronchelli quedó demasiado lejos, ya que fue el único ciclista que dio la sensación de ser un rival real del letón.
En el esprint por el último cajón del podio, lo que parecía una lucha desigual entre el gran clasicómano y esprínter belga Roger De Vlaeminck se acabó convirtiendo en un soplo de aire fresco para el maltrecho ciclismo español.
El ‘Gitano’ iba tanto o más tostado que Juan Fernández en un final de Mundial que se convirtió en un puro ejercicio de resistencia y heroicidad. Las últimas fuerzas que le quedaron las empleó en ponerse a rueda del belga, rebasarle unos centímetros y soltar la bicicleta en ese último golpe de riñón. No sintió nada más en ese momento. Sólo terminaron 15 ciclistas de los 107 que tomaron la salida y a los 106 restantes los fue machacando lentamente y sin ninguna piedad Bernard Hinault. Sallances 1980 fue -hasta la fecha- el circuito más duro de la historia de los mundiales de ciclismo con prácticamente 6.000 metros de desnivel y veinte subidas a la cota de Domancy, una pared de casi tres kilómetros al 8,6% de desnivel de media y con un kilómetro entero que no bajaba del 11%. Poca broma.
Mientras Juan Fernández lloraba más por absoluta extenuación que por ese éxito imprevisto para un ciclismo español que entonces no pintaba casi nada a nivel internacional -de hecho la carrera ni tan siquiera tuvo televisión en directo en España- el granadino, además de repetir varias veces que “nunca había sufrido tanto” añadió también que estaba absolutamente acalambrado y que el dolor se estaba apoderando de él: “Fíjate, cierro la mano y no puedo ni abrirla” dijo a los escasos periodistas españoles presentes en la línea de meta.
Bernard Hinault, Sallanches 1980
Paradójicamente, Juan Fernández dejó de llorar cuando subió al podio junto a Hinault y Baronchelli. Tal vez estaba pensando en su declaración más significativa tras completar su hazaña a pie de los Alpes y ser el segundo de los perdedores tras la mayor exhibición que se recuerda en esta carrera: “Se lo dedico al ciclismo español. A ver si de una vez la gente se convence de que no está tan bajo como dicen”. Ya es de sobra conocido que el nivel nacional subiría pocos años después con el casi Tour de Francia que ganó Ángel Arroyo en 1983, pero aquel salto de calidad es otra Historia Eurosport que se contará en otro momento.
El propio -y en ocasiones exagerado- relato épico del ciclismo coincide en que el de Sallanches 1980 fue la prueba más dura de todas las que se han disputado en esta carrera de un día que dictamina quién es el campeón del mundo de fondo en carretera. Pero esa dureza extrema y esa exhibición legendaria de Bernard Hinault desde que se escapó en la primera vuelta junto al belga De Muynck. Era tan superior a sus rivales que ni una Italia atacando a bloque y olvidando su guerra interna entre un Francesco Moser venido a menos y un insolente Beppe Saronni, logró doblegar la férrea estrategia del francés.
Portada Mundo Deportivo - Hinault Sallanches 1980
Y el plan no era otro que arrasar dónde, cómo y cuándo fuera. En la novena vuelta ya fue desgastando rivales y en la décimotercera ya activó el modo destrucción. Sólo aguantó Baronchelli siendo consciente en todo momento la suerte que iba a correr, hasta que en el vigésimo paso por la cota de Domancy decidió dar la estocada y ya caminar en solitario hasta la meta.
Hinault bautizó esta exhibición como “mi triunfo más bello”. Pero fue una belleza sin piedad, brutal. Más que la Lieja-Bastoña-Lieja que ganó ese mismo año en solitario y al borde de una hipotermia y más incluso que la París-Roubaix que meses después ganó vestido de arcoíris a De Vlaeminck. Así era él, como la frase con la que se definía a sí mismo: “Corro para ganar, no para complacer al personal”.
Pero las frases que mejor pueden resumir esa bestialidad de Hinault en Sallanches las dejó el perdedor, Gianbatista Baronchelli: “Hinault ha sido hoy mejor que Merckx” y “después de su demarraje ya sólo confiaba en que sufriera una avería para que pudiera ganar yo”. Así de claro, así de superior y así de duro fue aquél lejano Mundial de 1980, tiranizado por un único ciclista en un recorrido y unas condiciones inhumanas. Con razón lloraba Juan Fernández.
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