La opinión de Luis Jiménez: El injusto trato del ciclismo a Vingegaard

El problema de esa presunta falta de carisma tiene que enmarcarse necesariamente en un contexto para formular bien la pregunta: ¿falta de carisma con respecto a quién? Aquí está la madre del cordero. Si un excepcional corredor como es Vingegaard coincide en el tiempo con un tipo como Pogaçar, las comparaciones van a resultar necesariamente odiosas para el danés. Batalla perdida. Nada que hacer. La injusticia llega cuando esa odiosa comparación entra a valorar algo más que el carácter del individuo, algo subjetivo y extremadamente volátil, y se introduce en el territorio de los resultados y, como no, en la manera en que se han logrado. Ahí es cuando uno concluye que Vingegaard no es esa máquina fría, calculadora, que no da un solo paso si no viene marcado en un guión que muchos aficionados quieren ver en él. Todo lo contrario, el danés es un ciclista que arriesga, generoso en el esfuerzo, valiente en el ataque y contundente en la respuesta. Un ganador.

El caso de este corredor no es nuevo en la historia del ciclismo…ni en la historia de cualquier deporte. Hay tipos que caen bien, hagan lo que hagan, digan lo que digan, se pongan lo que se pongan; y otros que, por su forma de ser o sus genes, tienen menos gracia que un velatorio. Vingegaard pertenece al segundo grupo en el que se divide la Humanidad. El mensaje es ciertamente inquietante: vivimos unos tiempos en los que no solo importa el rendimiento deportivo sino que cada día cuenta más cómo es la relación con el aficionado, los medios, el perfil público en redes sociales, contar buenas historias en el Insta y así logra una legión de seguidores/adeptos que le van a reír todas las gracias, que le van a perdonar todos los errores y que van a alcanzar el paroxismo con cada gesto, hazaña o victoria deportiva lograda. Tal cual.

Si has llegado hasta este punto de lectura, lo mismo sospechas que estoy menospreciando al profesional ciclista (o lo que sea) simpático y con carisma. Nada más lejos de la realidad. También, y es humano, uno sucumbe ante la magia de, por poner el caso que seguro estáis pensando, Tadej Pogaçar ¿Cómo no disfrutar de un jugón de la bicicleta, de un loco maravilloso que ataca a 80 kilómetros de meta y gana, que se ríe y disfruta de su oficio? No creo que exista nadie, absolutamente nadie, que no comparta esa vitalidad, esa actitud sonriente ante la vida y ante su profesión. Seguramente, la diferencia más llamativa entre los dos corredores del momento sea solo eso, tener un carácter más o menos sociable y abierto. Nada más.

La semana anterior, la gesta de Pogaçar en Strade alcanzó la categoría de epopeya, marcianada y gesta ciclista. No seré yo quien retire ninguno de los adjetivos empleados. Siete días después, Vingegaard ha ofrecido una magnífica demostración en Tirreno, con ataques más que solventes desde lejos, afinando la larga puesta a punto hacia un Tour que se prevé sensacional. Sin embargo, la reacción del aficionado al ciclismo, del periodismo en general ante estos dos hechos ha sido ciertamente diferente. La impresión es que la mayoría siguen/seguimos aún en modo locura colectiva con Pogaçar mientras que con el danés estamos en modo, ha estado bien, pero no exageres, que no es para tanto. Tan solo me preguntaba estos días si, ¿estamos siendo justos con Vingegaard?

PD. Breves comentarios tras el final de París-Niza y Tirreno-Adriático. Hace mucho frío fuera de Visma. Roglic lo empieza a notar. Calienta, Vlasov, que lo mismo sales. Un cambio a peor, un cambio a mejor: Jorgensen y el salto de calidad. Dudo que sea la primera gran victoria del norteamericano. Y la última: ¿quién va a llamar al teléfono de Evenepoel?