Vuelta a España 2022 | La victoria más importante de Enric Mas: Su 'reset' y el sentir de la afición

Enric Mas llegó a la salida de esta Vuelta a España en Utrecht totalmente desconectado. Después de un Tour en el que terminó abriéndose en canal reconociendo su miedo interno a los descensos, en una temporada aciaga y marcada por varios infortunios, el corredor español se encerró en sí mismo junto a los suyos. En su bunker en Andorra, donde se trató con un psicólogo y se ayudó de especialistas en bajadas durante sus entrenamientos. Y donde precisamente recibió una visita de su director Eusebio Unzué que -sin saber exactamente lo que se dijeron- lo cambió todo. Algo que el propio corredor agradeció públicamente ya en carrera. "Siento que he cambiado el chip. Me han ayudado profesionales y el equipo. Vivía una situación difícil y he conseguido hacer un reset", aseguró en el último día de descanso.

Tras tres etapas tranquilas por Países Bajos, el aterrizaje en España se vio marcado por el famoso incidente con un aficionado, quien le catalogó sin ningún tipo de respeto de “paquete” y al que Enric, bien hecho, respondió con rabia en la meta de Laguardia. Incluso me atrevo a decir que generó empatía. Allí precisamente empezó a demostrar que había llegado a la Vuelta en una condición que ni él mismo esperaba. En el primer final que picaba para arriba, entre los favoritos, sólo fue superado por un caníbal en ese tipo de escenarios llamado Primoz Roglic. Aunque la confirmación como máximo aspirante llegó dos días después, siendo el único capaz de mantenerse en pie ante la exhibición endiablada de Remco Evenepoel en Pico Jano. Fue ese día cuando empezó a conectar con la afición. Verle a ese nivel, viniendo de donde venía, fue una grata noticia. “Bastante he hecho con seguirle”, dijo Mas a quienes todavía le acusaron de no haber dado relevo. Y razón no le faltaba.

Y es que el ‘Pitbull’ estuvo fuera de catálogo en la primera mitad de la carrera. En Les Praeres se marcó un número antológico de los suyos y en la contrarreloj de Alicante voló para meterse media Vuelta en el bolsillo. El resultado era que antes de llegar al ecuador ya aventajaba en más de dos minutos y medio a Roglic y en más de tres a un Enric que parecía tener que volver a conformarse con luchar por el podio. Pero no. El español se quitó las vestiduras de corredor conservador, del que siempre va a rueda, del que le falte sangre, mientras pasó al ataque. En la Pandera hasta se vino demasiado arriba y lo acabó pagando ante Roglic. Y su gran tarde. En Sierra Nevada. La etapa reina. Atacando desde lejos y dejando atrás, junto a Superman, a dos colosos como Primoz y Remco. A Mas se le escapó por segundos una victoria que tenía su nombre y que sólo Arensman, resistiendo desde la fuga, pudo evitar. Pero fue ese día cuando empezó a hacer sentir a la afición. En dos etapas le había quitado un minuto a un líder que ya no parecía intratable y nos enseñó su versión más ambiciosa.

El triste y hasta cruel abandono de Roglic, además de subirle a la segunda posición, le entregó toda la responsabilidad ante el líder en la última semana. Era la oportunidad de su vida. Y lo cierto es que Enric la asumió como nunca antes lo había hecho. Primero en el Monasterio de Tentudía en donde presentó una preciosa batalla a Evenepoel e incluso, en palabras del propio corredor belga, le hizo sufrir de lo lindo. Y después y mucho más voluminoso en el Piornal. Enric se cubrió en valentía y lanzó todo tipo de ataques. Desde las faldas hasta la cima. El maillot rojo se soldó a su rueda, resistió al último y más duro, y le terminó venciendo en meta. Pero fue ese día cuando empezó a ganarse el cariño de la afición. O por lo menos, así fue recibido en meta, con una ovación más propia de las vistas en estadios de fútbol.

Las expectativas eran muy altas para la última jornada en la Sierra de Guadarrama. Quizá por eso nos decepcionó en cierto modo. Aún con aquella tarde de gloria en 2015 de Fabio Aru ante Tom Dumoulin en el recuerdo. Y con un Enric Mas reconociendo que “con estas piernas puede pasar de todo”. Piernas y también actitud. El de Artá enseñó las garras a 40 kilómetros en Morcuera, donde realmente tenía que hacerlo, aunque en ese preciso momento se dio cuenta que no era su día. Evenepoel salió fácil al demarraje, Enric comprobó que sus fuerzas estaban al límite y ya sólo quedaba felicitar al de rojo porque había sido el mejor. A él no se le podía hacer ningún tipo de reproche -poniéndonos exquisitos que ataque sin mirar atrás, sí, pero poco a poco- sino todo lo contrario. Como hemos insistido siempre, a quien lo da todo nunca se le podrá recriminar nada.

Su metamorfosis ha sido admirable. Mas se ha comportado como otro ciclista. Más seguro, más fuerte, más alegre, con la confianza recuperada y sobre todo más ambicioso. Nada que ver al corredor que se bajó de la bicicleta en el Tour de Francia hace poco más de un mes. Y con una imagen que debería salir reforzada. Enric ha vuelto a demostrar que sigue siendo el mejor corredor español para Grandes Vueltas, a pesar de la muy ilusionante y sorprendente irrupción de los Ayuso y Rodríguez. Él que ya suma tres segundos puestos en la ronda española y un quinto y un sexto en los Campos Elíseos. Ganar en una época en la que toca coincidir en el tiempo con los Pogacar, Roglic, Vingegaard, Bernal o Evenepoel es una odisea. Pero más allá de eso, hay otra serie de triunfos. Y el suyo en esta Vuelta es el de haber recuperado la inspiración y el de haber hecho sentir, vibrar y hasta soñar al aficionado. Ojalá que a partir de ahora sea siempre así y pueda terminar por ganarse el cariño de todos.