Cincuenta y un años después

Corría el mes de enero de 1973. Eran buenos tiempos para la música. La banda americana Aerosmith publicaba su primer disco y el mítico Elvis Presley ofrecía en Hawaii el primer concierto televisado via satélite para todo el mundo no comunista.

Desconozco si al bueno de Francisco Fernández Ochoa le gustaba el rock americano, pero seguro que aquella buena música podría haberle inspirado. Apenas un año después de colgarse la siempre añorada medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Sapporo, el esquiador de Cercedilla iba a lograr su mejor resultado en un eslalon gigante de la Copa del Mundo.

Fue en Megève, en los Alpes franceses, un 19 de febrero de 1973, un día en el que otro grande, Henri Duvillard, se hacía con la victoria por delante del austriaco Hinterseer y el legendario Gustavo Thoeni. Por entonces sólo se corría eslalon, gigante y descenso en la Copa del Mundo. Y desde entonces ningún otro español había sumado un punto en esa disciplina. Hasta este martes…

Lo que durante tantos años había sido una cuestión de fe más que un ejercicio de pura convicción ha abierto una grieta a la esperanza. Desde hace un par de temporadas, el equipo masculino de esquí alpino ha recogido el exigente testigo que tiempo atrás dejaron las Ainhoa Ibarra, Ana Galindo, María José Rienda, Carolina Ruiz y compañía. Lo que durante más de cuatro décadas había sido un erial de resultados y confianza pasó a ser una clara apuesta por el futuro. Por fin.

El bilbaíno Juan del Campo fue el primero que flirteó con el éxito, modesto pero éxito al fin y al cabo. Y, caprichos del destino, tuvo que ser también en Schladming. Apenas tres años después de debutar en la Copa del Mundo y de haber estado en un par de ocasiones cerca de clasificarse para la segunda manga, por fin el 29 de enero de 2019 lograba el mejor resultado (24º) del esquí español de las últimas décadas, después de Paquito, por supuesto. Era un comienzo.

Hace dos temporadas, Quim Salarich empezó a codearse con los mejores eslalomistas del mundo. Pero, de verdad, a codazo limpio, sin complejos. Dos carrerones de Top 10 en Garmisch nos abrieron el apetito. Y aquella segunda manga en las Finales de Mèribel, remontando veinte puestos para acabar quinto, nos supo a poco.

Hasta tal punto que el esquí español quería más. Como las hormiguitas, palo a palo, curva a curva. Y lo volvieron a conseguir.

El 23 de febrero de 2024 queda señalado como la nueva referencia del eslalon gigante. Ese día el catalán Albert Ortega, dos veces mundialista y campeón de la Combinada en la Universiada de Lake Placid 2023, empezó a labrarse un camino en la Copa del Mundo. Desde abajo, como mandan los cánones. Apelando al más difícil todavía, en el espejo helado de Schladming y con uno de los tres últimos dorsales. Dos bajadas valientes sin esconder nada y un 27º puesto que queda para mejorarlo muy pronto. Porque ya no nos conformamos.

Sin pedir imposibles pero mirando, por fin, con optimismo al futuro. El trabajo bien hecho y una gestión eficaz llevan ya tiempo dando sus frutos. Hay que seguir empujando. Todos, por favor.