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Blog Julio García Mera: En busca de lo obvio

Julio García Mera

Publicado 17/11/2017 a las 12:47 GMT+1

En lugar de pensar en cómo puedes ganar, empieza a pensar en cómo puedes evitar perder.

US coach Andre Agassi (L) watches Serbia's Novak Djokovic as he attends a practice session at The All England Tennis Club in Wimbledon, southwest London, on July 2, 2017, on the eve of the start of the 2017 Wimbledon Championships tennis tournament.

Fuente de la imagen: Getty Images

Llevas años en alta rendimiento y, de repente, alguien en un momento inesperado te dice algo obvio, una perogrullada que todo el mundo sabe. Pero precisamente porque todo el mundo lo da por sentado pasa inadvertido. Y esta aportación, que es una obviedad, te cambia de por vida, te mejora, te hace llegar a un lugar que desconocías, te convierte en mejor deportista.
En su libro ,“Open”, Andre Agassi nos cuenta cómo un tal Brad, al que no conocía, le soltó una evidencia que le transformó definitivamente en el número 1 del tenis mundial: ”Tú intentas ser perfecto y eso te jode la mente. Intentas que todas las pelotas que lanzas sean grandes puntos, cuando, en el noventa por ciento de los casos, con mantener el rumbo, mostrarte consistente y limitarte a lo básico, tendrías suficiente para ganar. Deja de ponerte el listón tan alto. Deja de noquear al rival. Deja de pensar en ti y en tu propio juego. Y ten en cuenta que ese tío que está al otro lado de la red tiene sus puntos débiles. Ataca esas debilidades. No tienes que ser el mejor del mundo cada vez que saltas a la pista. Te basta con ser mejor que ese tío del otro lado de la red. En lugar de ser tú el que triunfe, provoca que sea él el que fracase. Mejor aún: deja que fracase. Asumes un riesgo excesivo. Y no necesitas asumir tanto riesgo. Cuando persigues la perfección como el fin último, ¿sabes qué estás haciendo? Estás persiguiendo algo que no existe. Y haces desgraciado a todos los que te rodean. Si mantienes tu juego a un cincuenta por ciento pero la mente a un noventa por ciento, acabarás ganando; pero si mantienes tu juego a un noventa por ciento y tu mente al cincuenta por ciento, acabarás perdiendo, perdiendo y perdiendo. Tú deja que la pelota simplemente siga en movimiento. A un lado y al otro”. Tras acabar esta obviedad que todo el entorno de Agassi sabía, pero que nadie se había atrevido a contarle, Brad se levantó de la mesa y preguntó:”¿Dónde está el aseo en este sitio? Tengo que mear”. Nada más ausentarse, Agassi exclamó: “Éste es mi hombre”. Y desde entonces su juego mejoró notablemente y dejó de atormentarse con la perfección.
La anécdota de Agassi habría que enmarcarla en los vestuarios. En los partidos hay que comenzar por la búsqueda de lo básico, de lo elemental, de lo obvio.
Cuando me acercaba a esos encuentros que te retuercen las tripas y el sueño, me refugiaba en ideas arcaicas, poco elaboradas: En cuanto salte, nada de regates o filigranas. Todo lo contrario: sencillez. Toco y me muevo, controlo y finto, robo y paso al compañero más cercano… En mis primeros pasos durante el vendaval acudía a la esencia, al origen. Lo complicado, lo rebuscado ya llegaría más tarde.
Juan Velarde es piloto acrobático en el circuito de la Red Bull Air Race. Se juega la vida en cada vuelo. Por eso, nada más entrar en su cabina, comienza lo que él llama: “secuencia de acciones”. Son patrones fijos que lleva apuntados para que no se le olvide nada. Hace lo obvio. Cualquier descuido o error le supondría una fatalidad: se ata el cinturón, comprueba que no se encuentren objetos sueltos o ajusta los interruptores… Básico, ¿verdad?
Hace ya un tiempo Fernando Hierro me contó otra obviedad, pero a la que intentamos no prestar mucha atención los deportistas por ser un tema tabú: ”Porque muchas veces no nos damos cuenta de que, si llegamos a un vestuario, es porque otro ha tenido que salir antes. Pero uno con la edad va tomando notas, pequeños detalles, consejos que están ahí, en el aire, y vas viendo cómo va la progresión y dices “el próximo soy yo”. Y cuando llevas el brazalete de capitán durante cuatro años, pues, claro, sabes quién es el siguiente en salir”.
Antes de acabar, comparto un consejo que me dio uno de los magos de nuestro deporte, Celso. Él se fijó que, por decirlo de una forma amable, yo no era un gran pegador. Así que un día me cogió del hombro y me dijo:”Julito, cuando dispares a puerta, tú tira a la casita, entre los tres palos. Y luego…que el portero haga su trabajo”. Celso, al igual que Brad, me confesó algo evidente, algo que para todos es obvio, pero que casi nadie pone en práctica: Que para sobrevivir no hay que correr más que el león, sino más que las demás cebras.
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