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Blog Uría: Mou, de la gloria al fracaso

Rubén Uría

Actualizado 18/12/2015 a las 21:58 GMT+1

Que Mourinho genera filias y fobias en cantidades industriales no es nuevo. Amado y odiado, el portugués nunca ha dejado indiferente a nadie. Sin embargo, más allá de su ingente legión de abogados defensores y su no menos popular legión de fiscales, el penúltimo capítulo de la historia del portugués he tenido el desenlace previsto.

Nicht mehr Trainer des FC Chelsea: José Mourinho

Fuente de la imagen: AFP

Apenas siete meses después de regresar a su equipo del alma, el Chelsea, para coronarle campeón de la Premier League y devolverle a la senda del éxito, Mourinho ha vivido la peor temporada de su, hasta ahora, brillante carrera en los banquillos.Su marcha, drama para unos y fiesta para otros, ha sido la crónica de una muerte deportiva anunciada, que ha visto la luz pública en un comunicado oficial que especifica que ambas partes, club y entrenador, han puesto punto y final a su relación con una decisión “de mutuo acuerdo”. Mou, con un sueldo semanal de casi 350.000 euros y que fue renovado hasta 2019 tras conquistar la Premier, se marcha, según la BBC, renunciando a la impresionante cifra de 50 millones de euros, que le correspondían por contrato, a modo de indemnización. El de Setúbal, según la emisora británica, ha decidido perdonar esa cantidad estratosférica que en su día le firmó Abramovich y sólo percibirá los 15 kilos que tenía pactados hasta final de la presente temporada.
El Chelsea, que aguantó al luso en el puesto contra viento y marea, finalmente ha decidido la salida de Mou. Los motivos de su marcha son demasiado visibles para un técnico ganador: deja el equipo a un punto del descenso, quedando a 20 del líder y tras de 9 derrotas, firmando el que ha sido el peor arranque del equipo de Londres en los últimos 40 años. Mou se va tras siete meses incómodos, con el viento de cara y una turbulencia detrás de otra. Sin prisa, pero sin pausa, un entrenador con fama de ganador, de carácter autoritario, de gran capacidad para gestionar el vestuario y de indudable liderazgo, ha quedado absolutamente expuesto y roto por una serie de circunstancias que le han dejado, paulatinamente, a los pies de los caballos. Mourinho, que colecciona títulos y jaleos, que siempre parece tener coraza, antídoto y solución para cualquier contingencia, deportiva o no, tuvo demasiados frentes abiertos: árbitros, prensa, autoridades, propietario y vestuario. Y en todos, lo que parecía un mar en calma, se volvió una tempestad ingobernable.
Más allá de su relación imposible con los árbitros, de su complicada cohabitación con Abramovich y de haber engordado exponencialmente su historial de sanciones federativas por sus continuas polémicas y sus habituales comentarios fuera de lugar, Mourinho ha tenido que convivir con dos factores que, a la postre, han sido decisivos en su salida del club. Primero, una sorprendente inercia negativa en cuanto al juego y los resultados del equipo. Partidos que se solían ganar con eficacia se perdían con rotundidad. Defensas que antes eran un muro ahora, por arte de magia, parecían de plastilina. Mala racha. Mal fario. Derrotas inexplicables. Fútbol, al fin y al cabo. Azar puro y duro. Justo ese mal al que Mourinho, The Special One, el dueño de un palmarés impresionante y unas estadísticas increíbles, parecía inmune. Con el más especial machacado por los resultados y convertido en uno más, desprotegido de sus récords y viviendo su “experiencia negativa” más dolorosa, Mourinho fue, poco a poco, perdiendo el ascendente sobre su vestuario. Ese fue su principal problema y el gran desencadenante de su marcha. Podría escribirse un libro sobre lo que ha pasado entre técnico y jugadores. Uno a caballo entre el género negro y la sátira.
Su relación con el vestuario, siete meses atrás una balsa de aceite, se trocó en una nube de dudas. Mou, que siempre tuvo una guardia pretoriana, que siempre presumió de educar a su vestuario, de quererlo y de arroparlo, incluso de sentirse el segundo padre de sus jugadores, fue perdiendo la fidelidad de muchos de sus futbolistas. Episodios hubo por doquier. Algunos ejemplos: jaleos con Terry, reproches de Hazard, gestos infantiles de Costa o desidia progresiva de Oscar. Actitudes que, sumadas a un rendimiento colectivo deplorable y una baja forma individual reprobable, terminaron lastrando al equipo, al punto de convertir a un campeón en un equipo cerca del descenso. Costa, Óscar, Hazard, Cesc, Terry, Ivanovic y compañía, durante estos meses, han estado a años luz de su auténtico potencial. De hecho, de no ser por algunas de sus incomprensibles actitudes y sus tremendos errores, tácticos y técnicos, nadie en sus cabales habría podido creer que este Chelsea haya pasado de campeón fiable a desecho de tienta. Mourinho, que ha podido cometer muchos de los errores que jamás creyó que podría cometer, aguantó en el cargo hasta esta misma tarde. Ahora ya es historia. Se va del club del que se siente hincha y hay quien le ve sobrevolando el Bernabéu. Quién sabe. Lo que no tiene vuelta de hoja es que Mou, que hasta ahora ha ganado mucho, tendrá que enfrentarse por primera vez, a la sensación de haber cosechado un rotundo y profundo fracaso.
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