Blog De la Calle: ¡A todos los Modric del fútbol!

El Balón de Oro a Modric es un Balón de Oro al fútbol. Y eso es una gran noticia. Después de diez años de canibalización del premio entre un genio y un depredador, entre dos emperadores del negocio, emerge una figura pura como la de Modric con la pelota cosida al pie. Un perfil de jugador que existe en cualquier plantilla. En todos los equipos, sean finalistas de un Mundial o colistas de Regional, hay un Modric. Un tipo de enorme talento dotado de la virtud inequívoca de descifrar como nadie el fútbol. Lo que se ha venido en llamar siempre un Pelotero. Que es mucho más que un futbolista, como sabe todo el que ha jugado.

Luka luce con la naturalidad de los elegidos el 10 en su espalda. Un número enorme y a veces muy desagradecido. Un dorsal que obliga a mucho y al que se le presuponen demasiadas cosas. Es el que pide la pelota mientras otros silban con los manos en los bolsillos cuando el partido huele a napalm, el que juega con esmoquin incluso en el estercolero. Es el amigo que todos quieren tener en su equipo porque el físico declina con los años y el gol te abandona como la pasión a las parejas. Sin embargo, el fútbol se tiene o no se tiene.

Modric pudo acomodarse como mediapunta exquisito con esa indolencia perezosa de quienes se saben señalados por el talento. Pero sintió la inquietud de jugar en Inglaterra, donde se forjó en el arduo oficio de mediocentro, al tiempo que seguía luciendo como fantasista en Croacia. Una bicefalia que terminó por generar al Todocampista que ha gobernado con puño de hierro y guante de seda el mediocampo del Real Madrid tricampeón de Europa. Y que le ha permitido llevar a Croacia a la final de un Mundial. Futbolista de ida y vuelta pese a su pequeño formato, Modric era un patito feo que ha mutado en cisne deslumbrante.

La elección de Modric es una vuelta a la normalidad, al fútbol terrenal. Que los niños quieran ser Modric es una noticia reconfortante. Alguien que superó una vida difícil, un tipo comprometido con su gente que aprendió a levantarse tras cada caída con normalidad.

Alejado de la exuberancia física de sus rivales y de la extravagancia impostada de otras estrellas, Modric es tremendamente respetuoso con el fútbol. El verano que terminó fichando por el Real Madrid conversé con él en el bosque de Warka, en Polonia, y me habló "de lo bien que jugaba el Málaga de Pellegrini, lo trabajado que estaba el Osasuna de Mendilibar y lo difícil que era superar al mediocampo del Levante de JIM". Por entonces jugaba en el Tottenham, pero respiraba fútbol por los cuatro costados y sorteaba los lugares comunes como el Real Madrid de Xabi, al que admiraba profundamente, o el Barça del tiki-taca que tanto estudió. Sostenía que estaba “predestinado a jugar en España porque es una tierra de mediocampistas”. Así que en parte, el Balón de Oro de Modric lo es también de aquella España de centrocampistas colosales. Los dueños de la pelota.

Decía Herbert von Karajan, el célebre director de orquesta que “el arte de dirigir consiste en saber cuándo hay que abandonar la batuta para no molestar a la orquesta”. Y Modric disfruta de esa virtud: nunca molesta. Siempre mejora el juego, ya sea desahogando, filtrando un pase entre líneas o apareciendo por el balcón del área para un golazo en la escuadra. Siempre toma la mejor decisión posible. Y solo eso ya justifica su premio.

Ha ganado el Balón de Oro un futbolista al que cualquier jugador quiere tener a su lado porque les hace mejores a todos. En realidad, porque hace mejor al fútbol. Este año ha ganado el Balón de Oro ese jugador que siempre se elige primero al hacer los equipos en el patio del colegio. El Bueno. El Pelotero. Y ante eso hay poco que discutir.