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Blog De la Calle: De La Masia a Clairefontaine

Fermín de la Calle

Actualizado 16/07/2018 a las 01:23 GMT+2

Francia gana el Mundial y ensalza el modelo de su Academia, fundada en 1988. Fútbol de pulmones africanos y pizarra europea. ¿Una involución futbolistica?

Paul Pogba et les Bleus sur le toit du monde.

Fuente de la imagen: Getty Images

Finalizó un Mundial que costará evocar en el futuro. Ninguna propuesta seductora, ningún jugador excitante más allá de los brochazos del imberbe Mbappé. Pesó excesivamente la pizarra y el miedo a perder con protagonismo del balón parado y muchos equipos gestionando su fútbol a partir de los errores rivales. Futbolísticamente ha sido un torneo mediocre, con las selecciones más aristocráticas instaladas en la vulgaridad. Sin estrellas deslumbrantes y con mucha heterogeneidad en las propuestas tácticas: el 3-5-2 de Inglaterra, al 4-1-4-1 croata, el 4-3-3 francés, el 3-4-3 belga, el descorazonador 4-2-3-1 español... Había dos estilos claramente diferenciados. Uno el de los equipos que asumían riesgos con el balón en los pies de sus centrocampistas para proponer fútbol y protagonizar los partidos como Croacia, España, Alemania, Colombia, Marruecos o Perú. El otro, el de los equipos rocosos que defendían a bloque y atacaban vertiginosamente las debilidades del adversario en emboscadas como Francia, Bélgica (que también ha utilizado el primero), Brasil, México... Han triunfado los segundos, ergo una involución futbolística.
Ganó Francia, anunciado como el equipo más moderno del torneo junto a Bélgica debido al perfil híbrido de jugadores como Mbappé o Pogba. Un grupo globalizado de veinteañeros que ha exhibido su músculo africano para rentabilizar el conservadurismo de Deschamps. Después de perder la final de la Eurocopa con el balón en los pies (57%), el seleccionador decidió dar prioridad al aspecto defensivo, aprovechando las virtudes físicas de jugadores como Kanté, Pogba, Umiti, Varane, Lucas Hernández... Y abandonó el reclamo de la posesión, hasta el punto de marcar cuatro goles a los croatas en la final teniendo solo un 39% de posesión.
Antes del inicio de la Copa de Mundo, Deschamps recibió una noticia pésima, la grave lesión de Koscielny, uno de sus baluartes en el eje de la defensa. Obligado por las urgencias el destino le llevó a alumbrar una pareja de centrales inédita con Umtiti-Varane, a los que pretendió abrigar en las bandas con dos especialistas defensivos como Pavard y Lucas, centrales reconvertidos a carrileros para blindar la zaga. Por delante situó a Pogba como referencia y lo escoltó con dos volantes que atascaban el juego interior rival en la medular, el laborioso Matuidi y el estajanovista Kanté. Un equipo fabricado en torno a la ocupación ordenada de los espacios que renunciaba al balón sin sonrojarse, fiando su suerte ofensiva a la exuberancia de Mbappé y la clarividencia de Griezmann. Por delante de ellos picaba piedra Giroud, ariete con el 9 en la camiseta que se ha proclamado campeón del mundo sin haber disparado a puerta en seis partidos. Propuesta tan lícita como mezquina que le ha permitido ganar el Mundial con una solvencia muy significativa.
Hace 30 años la federación francesa de fútbol (FFF) inauguró el Instituto Nacional de Fútbol Clairefontaine. Una Academia para jóvenes promesas por la que pasaron en sus primeros años estrellas como Nicolas Anelka o Thierry Henry. Desde 1988 Clairefontaine ha seguido esculpiendo futbolistas de pulmones africanos y disciplina europea. Y desde entonces, Francia ha jugado tres de las últimas seis finales de los Mundiales, ganando además dos de ellas. Nada pasa por casualidad.
España vivió su momento de gloria bebiendo en la fuente inagotable de La Masia. Con la pelota en los pies y el talento de su mediocampismo transversal. Hoy ese tiqui-taca se ha 'horizontalizado' hasta caer en el sopor y el dilema que surge es si verticalizar la propuesta y adherirse a la rácana tendencia de este Mundial o refundar el fútbol trenzado por el talento de sus trescuartistas. Hace falta un plan, un proyecto en el que creer y tiempo para desarrollarlo.
Un buen ejemplo es Inglaterra, que se ha planteado en la semifinal de un Mundial 28 años después. Y lo ha hecho después de proclamarse campeona del mundo Sub-20 y Sub-17 y de Europa Sub-19. Hace cinco años que la Federación Inglesa inauguró el complejo St. George's Park, un lugar exclusivo de entrenamiento que la FA tardó 11 años en culminar. Ha invertido 105 millones de libras en la construcción de este centro con 12 campos de fútbol, uno de los cuales es una réplica exacta de Wembley. Miran a Catar ilusionados y han abrazado la multiculturalidad de su sociedad para construir una selección híbrida que suma más matices a su histórico fútbol de ida y vuelta. El descaro jamaicano, el poderío africano, el talento latino... El presente es mestizo. Francia lo supo ver y por eso hoy celebra su segundo Mundial.
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