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Blog De la Calle: De profesión uruguayo

Fermín de la Calle

Actualizado 10/04/2019 a las 23:07 GMT+2

Luis Suárez no es un 9 ni es 10. Es finalizador y es asistente. Amigo del gol y socio de Messi. Pero por encima de todo es uruguayo. De nacimiento. Y de oficio.

Luis Suárez

Fuente de la imagen: Getty Images

Si el Barça hubiera utilizado la zamarra azulgrana, se podría decir que el Barça camiseteó al United. Que el United le tuvo demasiado respeto y el Barça le ganó por el peso de su camiseta más que por el de su juego. Pero utilizó ese engendro fluorescente... Pese a todo en el primer gol ya queó claro el oficio que tiene este equipo. Busquets, en su versión de doctor Jekyll y Mister Hyde, tuvo la paciencia suficiente para encontrar a Messi cuchareando la pelota al modo Xavi por encima de la defensa. Leo buscó a Suárez donde su instinto le señaló que estaría, sin haber mirado siquiera, y allí apareció Lucho.
El uruguayo es mucho más que un 9. Por carisma y por juego. Lo ratifica que pese a no marcar lejos del Camp Nou desde septiembre de 2015, eso no le ha impedido seguir generando juego y goles a su alrededor ya sea asistiendo a compañeros o sacrificándose para que marcasen otros. Suárez, al que le pierde la sobreactuación, es un delantero con un catálogo de recursos inagotable y una fe en sí mismo indestructible. El mismo gol es impropio de un jugador que lleva tanto tiempo sin marcar porque pese a no tener ángulo, remató convencido de que la pelota encontraría algún cómplice por el camino. Y lo hizo tocando en Shaw lo justo para acabar en la red. La indestructible resiliencia uruguaya...
Pero este Barça se desconecta con una facilidad alarmante. Y no es nuevo. Le ocurrió hace un año en Roma. Y en Manchester vimos cómo desapareció después de marcar el primer gol por esa mala costumbre que ha desarrollado de dar un paso atrás cuando se coloca arriba en el marcador. Se complicó la vida en la salida del balón con cuatro errores de Busquets y con un Arthur funcionarial superado por su compatriota Fred y por Pogba. Perdió la posesión el Barça y reactivó a un United vulgar. Y ahí emergió la figura de Rashford, delantero de una estirpe totalmente diferente a la de Suárez. Un velocista del gol que se mueve de forma vertiginosa por todo el frente de ataque mientras le duran las pilas. El internacional inglés generó muchas dudas en la zaga azulgrana porque este tipo de atacantes ultradinámicos desorientan a Piqué y compañía. Sin embargo, no tiene un socio como el que encuentra Messi en Suárez, lo que le obliga a ejercer de ambos.
En la segunda parte Valverde relevó a los intrascendentes Arthur y Coutinho. A cambio saltaron al césped Sergi Roberto y Vidal, más fútbol, más colmillo. Txingurri ha dotado de profundidad a su plantilla sumando en ataque la versatilidad de Sergi Roberto, el vértigo de Dembelé, la asociación de Rakitic, la verticalidad de Jordi Alba, la agresividad de Vidal, la intermitente clase de Coutinho, la chispa de Malcom... Ha sabido ponderar la virtud de cada uno y ponerla al servicio de este Barcelona que no seduce con su mandíbula cuadrada, pero ofrece una fiabilidad incontestable.
Y por encima de todos emergen el genio de Messi y el hambre de Luis Suárez. Porque las noches en las que Messi sestea, como en esta Old Trafford, en la que no lanzó sobre portería por segunda vez en su carrera en la Champions, aparece Lucho para liderar al Barça. El 9 es mucho más que un delantero. Suárez es actitud. Una actitud que transpira durante los 90 minutos porque Suárez no solo es uruguayo de nacimiento, además ejerce de ello. Lo ha convertido en un oficio, en un súperpoder. Es Luis Suárez, el uruguayo... No hay más que añadir.
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