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Blog De la Calle: El hijo del prisionero

Fermín de la Calle

Actualizado 27/12/2018 a las 10:19 GMT+1

Le llamaban nazi y se reían de él porque tartamudeaba en clase. Pero el fútbol le convirtió en leyenda en un templo del deporte como UCLA. DEP Sigi Schmid.

Sigi Schmid, l'ancien entraîneur du LA Galaxy

Fuente de la imagen: Getty Images

Ser un referente deportivo en los banquillos de la legendaria Universidad de UCLA no está al alcance de cualquiera. Serlo además liderando el equipo de un deporte tan residual como el soccer solo está al alcance de los elegidos. Y Sigi Schmid era uno de ellos.
Nacido al sur de Alemania, en la pequeña localidad de Tübingen, Siegfried siempre fue un niño observador y retraído. Su padre Fritz, un hombre recto y disciplinado, fue prisionero de guerra durante la II Guerra Mundial. Un episodio que persiguió al joven Sigi en su niñez y en su juventud. Los Fritz se mudaron a Estados Unidos cuando el chico tenía cuatro años, pero cada verano regresaban a Europa. Siegfried aprovechaba entonces para jugar al fútbol con sus primos y amigos y para ver partidos de la liga alemana junto a su padre, un apasionado como él del fútbol.
Sin embargo, cuando volvían a Estados Unidos Sigi, que ingresó en la escuela sin apenas hablar inglés, sufría las burlas de unos compañeros que le llamaban 'nazi' por su origen alemán. Aquello marcó al chico, que en público tenía serias dificultades para hablar con normalidad y desarrolló un tartamudeo que fue venciendo con ayuda de su madre Doris, quien falleció cuando Siegfried tenía 23 años. Sigi nunca superó aquella pérdida.
El fútbol le ayudó a integrarse en la escuela con sus compañeros. Centrocampista de buena visión y buena pegada, Sigi anhelaba convertirse en escritor, pero su marcial y pragmático padre le 'invitó' a estudiar una carrera más práctica. Finalmente terminó satisfaciendo las aspiraciones de Fritz y estudió contabilidad mientras seguía disfrutando del fútbol. En un momento dado UCLA, donde había ingresado como ayudante en el cuerpo técnico de Steve Gay, le ofreció el cargo de entrenador de los Bruins al marcharse su mentor. Sigi alcanzó un acuerdo con su padre: si no ganaba un título nacional en tres años, dejaría definitivamente el fútbol para centrarse en la contabilidad. Corría el año 1980 y Sigi, con 27 años por entonces, se encomendó para ganar el desafío a su padre.
No lo logró en tres años, pero el crecimiento del equipo y las buenas expectativas de los Bruins le valieron para convencer a su padre y mantenerse en el puesto hasta 1985, cuando alcanzó el ansiado título nacional universitario: campeones de la NCAA. Schmid respiró aliviado y se centró en el fútbol, repitiendo título en 1990 y en 1997, años en los que la Universidad de Virginia entrenada por Bruce Arena y la de Princeton, dirigida por Bob Bradley, eran sus grandes contendientes. Como dato curioso hay que señalar que Schmid fue el único de los tres que nunca dirigió a la selección estadounidense.
Pese a ello, Sigi tuvo mucho peso en la estructura de las categorías inferiores de la selección. Comenzó siendo entrenador asistente en los Juegos Universitarios Mundiales de 1991, en enero de 1993 Bora Milutinovic le enroló en su staff para el Mundial del 94 en suelo yankee, fue ayudante en el equipo que participó en los Juegos Panamericanos del 1995 y más tarde fue nombrado seleccionador Sub-20, donde tuvo tiempo de tumbar a la Argentina de Messi en el Mundial Sub-20 de 2005.
Sigi era un gran dominador de la estrategia y ponía el acento en la faceta defensiva en sus equipos. Poco después llegaría la llamada de los equipos de la MLS, donde terminó de ganarse un prestigio y una fama que le permitieron ingresar en el Hall of Fame de UCLA en 2004. Los Ángeles Galaxy, Colombus Crew y Seattle Sounders fueron los tres equipos en los que impartió con maestría sus conocimientos aquel alemán tímido que terminó por ganarse el afecto y el cariño de sus vecinos estadounidenses. Coby Jones, Alexis Lalas, Eric Wynalda, Robin Fraser, Brad Friedel... Todos pasaron por sus manos y le recuerdan como en entrenador implacable en la exigencia como su padre y a la vez cercano en el trato como su madre. El hijo de Friz y Doris se marchó hace unos días, a sus 65 años, esperando un trasplante de corazón que nunca llegó. Descanse en paz.
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