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Blog De la Calle: Fracasar

Fermín de la Calle

Actualizado 19/04/2019 a las 19:52 GMT+2

El City resultó eliminado y Guardiola fue fusilado por sus detractores. La semana que se quemó Notre Dame, media España celebró como un éxito el fracaso ajeno.

Pep Guardiola manager of Manchester City looks dejected as a goal is ruled out via a VAR decision during the UEFA Champions League Quarter Final second leg match between Manchester City and Tottenham Hotspur at at Etihad Stadium on April 17, 2019.

Fuente de la imagen: Eurosport

Siempre he pensado que para utilizar el verbo 'Fracasar' hay que tener una alta autoestima, haber tocado fondo, ser muy desahogado o las tres cosas. Porque se trata de una palabra gruesa. Un vocablo tendencioso que suele decir más de quien lo utiliza que de la persona a la que se le atribuye. Tiene más de veredicto que de calificativo, más carga intencional que sustantiva. ¿Quién marca los límites del fracaso? Se trata de un verbo que solo debería ser aplicable a quienes manteniéndose en su zona de confort no cubren unas mínimas expectativas. Porque quien elige el camino difícil, asume la derrota como un elemento más del recorrido. Y cuando uno se atreve a aventurarse en lo desconocido y desafía a sus propios límites siempre genera un bagaje que trasciende al resultado final. La derrota te enseña tus debilidades, te obliga a reflexionar, te hace mejor persona y te convierte en un competidor más poderoso. Ganar y perder son palabras tan asépticas y categóricas como incuestionables. Pero es la actitud ante la victoria y la derrota lo que da valor a una y a la otra.
La eliminación del Manchester City de la Champions a manos del Tottenham ha provocado el fusilamiento indiscriminado contra Pep Guardiola. Medios nacionales han celebrado su derrota, periodistas se han regocijado indisimuladamente por su eliminación en sus columnas y muchos aficionados han festejado en las redes su anunciado "fracaso". En realidad todo esto solo retrata la mezquindad en la que vivimos instalados. Se llame Guardiola, Mourinho o Luis Aragonés. Desafortunadamente el fútbol español es un triste reflejo de esta sociedad en la que se desea el fracaso del prójimo por encima incluso del éxito propio. Síntoma incuestionable de la pobreza de espíritu que impera en estos días.
Cuando marcó Sterling en el descuento escribí instantáneamente en las redes sociales: "Me alegro por Guardiola, me jode por Pochettino". Cuando segundos después el árbitro anuló el gol, tecleé de forma inconsciente: "Me alegro por Pochettino, me jode por Guardiola". Sensaciones tan reales como complementarios. Asistíamos a un espectáculo mayúsculo que desafortunadamente finalizaría con uno de los dos derrotados. Dos entrenadores sobresalientes que han hecho crecer siempre a sus equipos y a sus jugadores. Uno perdería, otro ganaría. Pero fracasar, nunca.
Apuntaba Henry Miller, el cronista del prestigioso The Times, "cualquier crítica a Guardiola por otro error en Europa deber ser descartada instantáneamente". Miller no vive contaminado por el manqueísmo guerracivilista que define a todo lo español. No comparto los ideales políticos de Pep, ni soy simpatizante de sus colores. Y evidentemente creo que Guardiola debe analizar en qué ha fallado porque hay algo reprochable en un equipo que se ha gastado tanto dinero para conquistar la Champions. No solo lo creo, estoy seguro que lo hará de forma obsesiva, porque es ese inconformismo el que le hace crecer a él y a sus equipos.
Pero sentenciar al fracaso a un equipo que propone con la pelota en los pies y devuelve cada penique de la entrada a sus seguidores, solo califica a quien vuelca toda su mezquindad en el otro. Ver cómo quienes se aferran a los resultados califican de "fracasado" a un entrenador que suma 25 títulos, retrata a quienes le señalan. Guardiola bebió en la fuente de Cruyff y aceptó la enorme responsabilidad de expandir su legado. De hecho, en semifinales disfrutaremos del fútbol que ha desarrollado uno de sus colaboradores, el técnico holandés del Ajax, Erik ten Hag, con quien Pep trabajó en el Bayern. David Winner escribió un libro delicioso, “Brillant Orange”, que explica la aparición del Fútbol Total en Holanda y su relación con la arquitectura de Amsterdam y la cultura del país. Sus páginas confirman que el Ajax más que un equipo o una idea de fútbol es, independientemente del resultado, una actitud vital. Porque quien sale a ganar sin tener miedo a perder no fracasa jamás. Y este Ajax es un magnífico ejemplo de ello.
Fracasar es no intentarlo. No arriesgar. Esconderse en tu zona de confort. No levantarse tras caer. Debe resultar enormemente frustrante vivir preocupado por señalar los defectos ajenos en lugar de hacerlo tratando de construir cosas que, salgan bien o mal, siempre te ofrecen una enseñanza. Decía Bielsa, quien cruzó Argentina una madrugada para verle a un joven de 13 años llamado Mauricio Pochettino si tenía piernas de futbolista, que "cuando pierdes hay una tendencia morbosa a desprestigiarte, a ofenderte, sólo porque perdiste. En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados". Fracasar es otra cosa. Es no conseguir ser feliz ni tan siquiera cuando ganas.
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