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Blog De la Calle: Misericordia en la derrota

Fermín de la Calle

Publicado 28/08/2018 a las 07:47 GMT+2

Se dice que el desprecio es el peor de los aprecios, pero la lástima es más sobrecogedora. Viendo a Mourinho devorarse a sí mismo, solo resta la misericordia.

Jose Mourinho, Manager of Manchester United looks on during the Premier League match between Brighton & Hove Albion and Manchester United at American Express Community Stadium on August 19, 2018 in Brighton, United Kingdom.

Fuente de la imagen: Getty Images

"De victoria en victoria hasta la derrota final". Así podría rezar el epitafio deportivo de Jose Mario dos Santos Mourinho Félix, un técnico que hace mucho tiempo que dejó de respetarse a sí mismo y al fútbol y vive fagocitado por un personaje mediocre y perfectamente prescindible. El portugués regresó a la Premier, donde se había forjado una leyenda dentro y fuera de los campos a golpe de títulos y declaraciones destempladas, para vivir una segunda etapa tumultuosa en el Chelsea y posteriormente emigrar al todopoderoso Manchester United de los Glazer.
En estos días The Special One, como se autodenominó en su día, andaba taciturno porque el United no había logrado concretar el fichaje de ninguno de los refuerzos que había solicitado el técnico en el mercado veraniego. Obviaba, eso sí, que el curso anterior el club mancunian había derrochado la nada desdeñable cifra de 350 millones en fichar a Paul Pogba (105 millones), Romelu Lukaku (85), Henrikh Mkhitaryan (38) y a tres jugadores de corte defensivo como el mediocentro Nemanja Matic (45) y los centrales Eric Bailly (38) y Victor Lindelof (35).
En estas dos últimas temporadas el Manchester United ha conquistado torneos menores como la Comunity Shield o la Europa League, muy alejados del prestigioso glamour de la Champions o de la Premier. Dos años en los que Mourinho ha pasado más tiempo enviado mensajes crípticos al antiguo banquero y hoy director ejecutivo de su club, Ed Woodward, o atacando sarcásticamente a un Wenger al que ya no podrá dedicar su indisimulada animadversión.
Ha sido un verano complicado para Jose. Después de encajar un embarazoso (4-1) ante el Liverpool en la International Champions Cup, reapareció el Mourinho volcánico que suele emerger tras las derrotas: "Pedí cinco jugadores y no me han traído ninguno". Lo que no cuenta el técnico es que varios de ellos rechazaron la oferta del United para evitar trabajar a las órdenes de un entrenador que no duda en poner a los pies de los caballos a sus jugadores cuando vienen mal dadas. Entre los que rechazaron la oferta se encontraba un tipo de códigos futbolísticos muy arraigados como el uruguayo Diego Godín.
Sería profundamente irresponsable menospreciar a un técnico que ha conquistado 25 títulos, entre ellos dos Copas de Europa y ligas en España, Inglaterra, Italia o Portugal. Sin embargo, esta vez los indicios son extremadamente preocupantes. Mourinho, desdibujado por el paso de los años, ha terminado por convertirse en una caricatura de aquel indómito técnico que reinó en Europa con el Oporto conquistando la UEFA en 2003 y la Champions en 2004. A sus 55 años, el de Setúbal ha caído preso de su personaje ofreciendo una lastimosa imagen que no reconforta ni siquiera a sus enemigos más viscerales. Después de perder 0-3 ante el Tottenham en Old Trafford, Mourinho argumentó lo siguiente: "Desde un punto de vista estratégico no perdimos, desde el punto de vista táctico, tampoco. Pero hemos perdido. Nuestros fans no leen los periódicos, no ven la televisión, son más inteligentes que eso. Nuestros fans respondieron de una manera asombrosa". Los "fans", quizás ahí esté el problema.
Ver a Mourinho refugiarse en la táctica y en la estrategia es un alarmante síntoma de debilidad. El ganador implacable no sabe perder y se refugia tras el escudo de lo que siempre fue para él un arma arrojadiza contra los rivales: el estilo. El discurso agotado de la victoria cual vellocino de oro maquillaba en realidad la falta de un discurso futbolístico argumentado y, sobre todo, una incapacidad para asumir el fracaso. Un final inexorable para un técnico que tras justificar indiscriminadamente los medios durante años ahora ofrece una lastimosa imagen en la derrota. Suele decirse que el desprecio es el peor de los aprecios, pero la lástima es una sentencia mucho más sobrecogedora. Había algo de audaz en la utopía ganadora del lenguaraz Jose. Estupefacto aún por ver cómo se devora a sí mismo, solo resta la misericordia. Porque incluso el fútbol necesita a tipos como Mourinho.
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