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Blog Uría: A morir, el Atleti muere

Rubén Uría

Actualizado 17/05/2018 a las 13:47 GMT+2

A la tremenda. Marca de la casa, 32 años después, en Lyon, el Atleti encontró la gloria proclamándose tricampeón de Europa League. Fue la noche de Antoine.

Atlético Madrid feiert Europa-League-Titel

Fuente de la imagen: Getty Images

Dicen que Dios escribe recto con los renglones torcidos de nuestra historia. En el caso del Atleti, la inexplicable historia de pasión más grande jamás contada, las sagradas escrituras de su leyenda siempre se escriben con renglones torcidos, porque el Atleti, que nunca se acaba yendo, siempre vuelve. Y con renglones derechos o torcidos, siempre escribe. Esta noche el equipo rojiblanco demostró que los guerreros más valientes no son los que ganan siempre las guerras, sino los que, después de haber caído, vuelven con decisión al campo de batalla. Experto en caerse y volver a levantarse, el Atleti enterró Lisboa y Milán, sepultó la prótesis pupista y después de una temporada trufada de mil obstáculos – sanción FIFA, eliminación de Champions, conflicto interno con un crack, ventas masivas en invierno, plantilla corta y plaga de lesiones- se plantó en Lyon. Su reto, ganar su tercera Europa League. Su contrario, un renacido Olympique de Marsella. En su camino, varios renglones torcidos: un rival francés en suelo francés, un día menos de descanso que el contrario, como árbitro aquel de la eterna prolongación de cuyo nombre uno no quiere acordarse y como escenario, el mismo en el que hace 32 años se lloró una Recopa maldita en la que el temible Dinamo de Kiev jugó a la ruleta rusa con Luis y cía. Esta noche los atléticos volvieron a Lyon, el lugar del crimen, para volver a llorar. Esta vez, de felicidad. Cicatriz cerrada y Europa League para Madrid. Justicia poética.
Va por los que no pudieron ganar hace 32 años cuando lo merecían. Va por Ruiz, Arteche, Da Silva, Marina, Setién, Landáburu, Quique Ramos y cía. Va por Fernando Torres, que deja su hogar como merece, con un trofeo y una sonrisa. Va por Filipe, que se dejó el alma y la vida para recuperarse en un periodo récord de una rotura de peroné. Va por Gabi, capitán eterno que vive una tercera juventud y es el hincha número uno de ese equipo. Don Gabriel, los tiene usted muy bien puestos. Va por Godín, garra charrúa y hombre al que no pasan ni los Rayos X. Va por Oblak, gigante esloveno, muro de Londres y bastión, si se tercia, del abismo de Helm. Va por Diego Costa, el arte de la guerra que mete la pierna en todos los ventiladores. Va por Griezmann, que, se vaya o se quede, merece su parte de gloria en la historia atlética, porque gobernó el partido, lo desmenuzó, lo decidió y todo lo hizo con un liderazgo enorme y una autoridad futbolística indiscutible. Si el mundo le miraba, fue su final. Va por Juanfran, Lucas, Giménez, Thomas, Saúl y compañía. Va por el Mono Burgos, director de orquesta improvisado, doctorado en emergencias europeas. Y va por Simeone, que heredó un muerto y devolvió un campeón, que construyó un equipo molesto, lo convirtió en su ejército y desterró del diccionario la palabra imposible. A morir, los suyos mueren.
Va por seres queridos que no están entre nosotros. Va por Helena Suárez, que dejó a su familia después de Hamburgo por una enfermedad, pero que esta noche, allá donde esté, luce la rojiblanca con orgullo, hasta el final de los tiempos y los mundos, porque es su segunda piel. Va por Fernando Altarejos, que dedicó su vida al Atleti, en Hamburgo, Bucarest o Lisboa, porque el orden de las ciudades no alteraba el producto, como esas verdades como puños que golpean la realidad. Va por Altarejos, que cuando enfermó tenía como pasión a su Atleti, que cuando ya no podía caminar su pasión era el Atleti, que cuando no podía hablar gritaba Atleti y que cuando se fue, nos dejó su única religión, su Atleti. Esta noche has campeonado, amigo. Va por tus amigos, por Neninson, Fernando, Guijar, Véliz, Tania, Javi, Rubenigga, Marc, Fran, Moneo, Jesús y toda la familia tr3zeriana. Va por María José Navarro, por mi vecino del tercero, por el panadero de mi pueblo, por Castelló, por mi Zarza, por el Tole y por Pernales. Por Lucía y por Sofía. Va por ti, papá. Por ti, mamá. Y por ti, Sara, que no pudiste con el enemigo y te uniste a él. Va por los que uno conoce, estima y aprecia, por los que están y se han ido. Y sobre todas las cosas, va por los que creen que la vida sabe mejor cuando todo te cuesta el doble que a otros. Va por los que saben que no se puede elegir ser del Atleti, porque es el Atleti el que te elige a ti. Esta noche, como todas las memorables noches colchoneras, no fue fútbol. Fue una sensación inexplicable. Fueron todos esos sentimientos encontrados que se agolpan en el interior de uno y que consiguen que te abraces a un extraño. No fue fútbol. Fue el Atleti. Y a morir, los atléticos mueren. Este equipo no es mejor que ninguno, pero es diferente a todos. Este te mata y te da la vida. El Atleti nunca se va. Siempre vuelve.
Rubén Uría / Eurosport
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