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Blog Uría: Algo que quería escribir sobre el Barça

Rubén Uría

Actualizado 07/08/2018 a las 11:47 GMT+2

Si hay algo que es una cuestión de estado en el Barça es el famoso estilo. Sobre eso intento reflexionar y sobre eso quería escribir. Ha salido esto. Perdón.

barca

Fuente de la imagen: Eurosport

Desde que uno tiene uso de razón, al Barça siempre le ha ido mejor fabricando Balones de Oro que comprándolos. Mejor cantera que cartera. Pero como nada es eterno, esa tendencia se ha invertido. Ahí están los últimos años. El Barça, cartera mediante, ha fichado lo que no está en los escritos. Sigue manteniendo la base de su cantera – Messi, Busquets, Piqué, Sergi Roberto y compañía-, pero no acaba de encontrar acomodo habitual a talentos como los Riqui Puig, Miranda, Aleña o Cucurella. El catecismo de primero de Guardiola, la Biblia para muchos aficionados, no miente: hay entrenadores valientes o no valientes, o pones a los chicos o no. Pep los puso. Y su maestro, Johan. Pero ya no están. Fueron lo que fueron y dejaron el legado que dejaron, pero ya no están. Y ahora el club, atrapado en el debate agotador del modelo, se devana los sesos entre respetar el modelo o irse alejando progresivamente de él. En cualquier club, con el paso de los años, los jugadores y los diferentes entrenadores, el asunto sería menor. En el Barça no. Es cuestión de estado. Existe una trinchera, cada vez más profunda, entre los que se aferran al Antiguo Testamento del Cruyffismo y los que reniegan de él abrazando el Nuevo Testamento. Y por desgracia, no parece haber término medio. Así que entre los talibanes del toque, la posesión y el juego de posición – que lo son no por capricho, sino porque así es como más ha ganado el equipo- rechazan cada vez más las formas del nuevo Barça, al tiempo que los que defienden la riqueza del sistema, las nuevas fórmulas o la adaptación a un nuevo estilo menos rígido rechazan, de plano, la vehemencia cruyffista, hartos del modelo y de unas esencias que interpretan más corrosivas que constructivas. En el fragor de ese debate convive el equipo. Uno que se pasea por España y que no da la talla en Europa. Ni con Messi, el mejor de todos los tiempos. Nadie en su sano juicio podría negar que, en cuanto a resultados, la hegemonía nacional del Barça en los últimos años es incuestionable – 7 de las últimas 10 Ligas-, como lo es la europea del Madrid – 4 de las últimas 5 Champions-, los datos están ahí.
El sector conformista apela al todo está bien y el exigente reclama un paso al frente. Más allá de los repartidores de carnés de buenos y malos barcelonistas, incluso de los gustos, las filias y fobias sobre los dirigentes o la trinchera entre cruyffistas y anticruyffistas, conviene no olvidar que hubo un momento del pasado curso, en caliente, en el que una voz autorizada, Carles Puyol, hizo pública una reflexión sobre el futuro azulgrana, para poder revalidar títulos continentales. Algo faltaba y eso es lo que se está buscando. Roma marcó un antes y un después. Si se cayó por falta de fútbol, por falta de acierto desde el banquillo o por ausencia de gen competitivo, teorías tan válidas como debatibles, el club ha recogido el guante de la exigencia. Y ha creído conveniente, veremos si con acierto o no, de dar una vuelta de tuerca al proyecto. Valverde, que no es un entrenador de corte intervencionista, que vive centrado en el día a día y tiene un gusto futbolístico determinado, busca certezas. Regularidad, experiencia y rendimiento instantáneo. Entre otras cosas, porque ganó un doblete extraordinario y aún así, la Champions en clave blanca dejó un aire a funeral que hizo remover los cimientos de afición y club. El entrenador, guste mas o menos, está tomando sus decisiones, consensuadas con el club, y busca un perfil concreto: jugadores contrastados, testados en grandes escenarios y que consigan darle al vestuario lo que muchos de los pesos pesados consideran vital: competencia interna fuerte, liderazgo repartido y nivel en la segunda unidad.
De ahí Arturo Vidal, un guerrero de sobrada eficacia. Un fichaje que no agrada a la vertiente más estética del barcelonismo, pero que como sostiene Guardiola, tiene mejor pie de lo que se dice, porque de personalidad, va sobrado. Y de ahí la apuesta, que es dificilísima pero se intentará, de la llegada de Pogba. Un jugador que no enamora a los que creen que podría ser un cuerpo extraño en un Barça de toque, pero que tiene potencia, disparo, llegada, movilidad y trabajo, amén de calidad. Sí, porque una cosa es que Pogba no sea Iniesta ni se le parezca en el blanco de los ojos y otra, decir que es cojo, un piernas o un albañil. No, Pogba es un jugador muy bueno. Como Vidal. En cualquier caso, con la venia, la llegada de jugadores de este perfil no supone un cambio radical en el estilo del club. Lo que sí lo supuso o lo ha ido suponiendo con el paso de los años es la apuesta por jugadores que no tenían el pedigrí o la valía de grandes campeones, que llegaron al club después de pagarse fuertes sumas de dinero, cuando su potencial no estaba testado: no es que Vidal o Pogba sean un atentado contra el estilo, es que antes lo fueron los Gomes, Dignes, Minas o Pacos. Buenos futbolistas, pero no determinantes. Y más allá del estilo, en el Barça, donde siempre se sostuvo la idea de que La Masia no se tocaba, lo que se ha revelado un error es no dar oportunidades a los chicos en beneficio de futbolistas que no tenían una auténtica talla de estrellas mundiales. Vidal y Pogba, si es que llega, sí tienen esa estatura. Gusten o no, la tienen. O así lo veo yo.
Quizá no se trate de avinagrar todas las decisiones de la directiva, ni de darle masajes diarios a los que dirigen el club; igual la solución no pasa por satanizar o glorificar el estilo; es posible que la solución pase por mezclar cartera y cantera, haciéndolo con naturalidad y sin tanta etiqueta artificial o tantos -ismos. Es posible que la solución al conflicto, cada vez más enquistado, pase por dejar de insistir en asuntos que lejos de potenciar al club, lo debilitan. El Barça tenía su relato y quizá ahora esté cambiando de caballo en mitad del río. O quizá nunca lo tuvo, quizá todo aquello del modelo fue más poesía que prosa, un verso que se sobredimensionó y ahora, lejos de usar el pasado como trampolín, se esté usando como sofá. Quizá sea hora de buscar más lo que une al barcelonista que insistir en lo que lo separa. En cualquier caso, con el viejo modelo o con el nuevo, el debate eterno, agotador, está fagocitando al Barça. Entre defender el juego de posición, sus arcanos y la cantera y fichar todo lo que se ponga por delante se llame como se llame o juegue como juegue, tiene que haber un término medio. Y entre defender todo lo que hace el club renegando del ciclo anterior y establecer un cordón sanitario respecto a todo aquel que no haya mamado el juego de toque, debería haber un mundo. Si no existe, si nadie es capaz de comprender que la solución pasa por la mezcla de cantera y cartera, si nadie cree que la trinchera cada vez es más profunda, volverá a ponerse de manifiesto que el peor enemigo del Barça siempre fue el Barça. Hay muchas maneras de entender y sentir el Barça, pero sólo existe una de dignificarlo y hacerlo progresar: desde el debate siempre, pero también desde el respeto.
Rubén Uría / Eurosport
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