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Blog Uría: Del nirvana al apocalipsis

Rubén Uría

Publicado 06/10/2018 a las 21:58 GMT+2

De la euforia desmedida a un escenario de crisis galopante. De la sobredosis de almíbar al palo indiscriminado. Sí, se repite la historia. Sí, es el Madrid.

Karim Benzema of Real Madrid CF reacts during the La Liga match between Deportivo Alaves and Real Madrid CF

Fuente de la imagen: Eurosport

Se decretó con gratuidad un estado de felicidad en Las Castellana, casi de iluminación. Cegados por el fulgor de las Champions y después de un verano marcado por el adiós de la gran estrella, los juglares mediáticos blancos hilvanaron un relato recubierto de almíbar. El Madrid iba a ser más equipo, un monumento coral, la quintaesencia del fútbol asociativo, la octava maravilla de la belleza, porque este Madrid, eso se repitió con profusión en el encabalgamiento, que este equipo ya era mejor que el Ajax de Cruyff, el Brasil de Pelé y el Milán de Sacchi, cuando no se decía que era más que el Barça de Guardiola. Eso, por un partido magnífico, extraordinario, ante la Roma. Uno, no cinco, ni seis. Uno. Y eso, habiendo perdido el único título en juego frente al Atleti. Que es el menos importante de la temporada, pero sigue siendo un trofeo. Bastó un partido para que los trovadores mediáticos del merengue festejasen, por todo lo alto, el fútbol del equipo que más vende. Pocos recelaron y muchos creyeron.
El relato, más cerca de la fábula que de la realidad, se cayó como un castillo de naipes con el pasar de los partidos. El debate y la gravedad de los errores ha ido creciendo a un ritmo progresivo: primero se habló de los goles encajados, después de la falta de gol y ahora, de una posesión retórica sin pegada, sin colmillo, que acaba por desesperar y frustrar al equipo. El Atleti les ganó un título y les empató en su estadio; el Athletic les demostró que el fútbol del Madrid no era tan maravilloso como se vendía; el Sevilla les goleó a placer; el CSKA les colocó en una situación embarazosa y el Alavés les dejó como a un boxeador sonado en el minuto 95. De once choques disputados, el equipo de Lopetegui ha perdido cuatro. Los números no mienten: es más, en este caso, cantan demasiado. Los ve un ciego. Así que, de golpe y porrazo, los literatos blancos, que habían vuelto a vender humo a espuertas, chocaron con la realidad, pasando del nirvana al apocalipsis. Paradojas de la vida: los que decían que este Madrid era una máquina perfecta de jugar bien al fútbol con los mismos que ahora despotrican de esta plantilla, leña del árbol caído y debaten sobre si el entrenador que se comprometió con el equipo blanco dos días antes del comienzo de un Mundial se comerá el turrón o no.
Queda un mundo, el Madrid suele ganar en primavera y quizá sería bastante más sano para sus intereses centrarse en el balón y dejar de comprar discursos prefabricados que lastiman más que benefician. El Madrid tiene una gran plantilla. Obviamente es peor que la que tenía porque no está Ronaldo, es lógico, pero sigue teniendo efectivos para pelear por los títulos. Viene de ganar 4 Champions de 5 posibles y en teoría, si un equipo no debería tener urgencias deportivas y no debería dejarse llevar por un proceso de autodestrucción, ese debería ser el Madrid. Y sin embargo, envuelto en un continuo vaivén, entre los resultados y una propaganda que resta más de lo que cree sumar, el Madrid es una máquina de picar carne. Se va a poner en solfa a Lopetegui, a los jugadores y si alguien tiene cuello para girarlo al palco, también al presidente. Habrá quien siga comprando un modo de vida que tan pronto decreta el estado de felicidad como el de crisis, pero la realidad es que el Madrid, por más que los periodistas afines se empeñen en lo contrario, no puede seguir viviendo entre el nirvana y el apocalipsis. El Madrid necesita pausa, reflexión y un mensaje nítido. Una cosa es que el socio no tolere un año de transición y otra, bien diferente, quemar en la hoguera a un equipo que, salvo mejor opinión, lo ha ganado absolutamente todo. Una cosa es la exigencia y otra venderle al personal que este equipo era la octava maravilla mundial y ahora es indigno. No cuela. Aunque claro, eso no vende. No hay término medio. O el mejor o el peor. Todo es ruido.
Rubén Uría / Eurosport
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