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Blog Uría: El fútbol es lo de menos

Rubén Uría

Publicado 20/09/2018 a las 18:40 GMT+2

Jugó anoche el Madrid francamente bien y sin embargo, uno se quedó asombrado de linsólita capacidad que tenemos los periodistas para no hablar de fútbol.

Mariano Díaz, Real Madrid 3-0 Roma, Champions League

Fuente de la imagen: Getty Images

Es un secreto a voces, queridos lectores, que mi equipo no es el Real Madrid. Y sin embargo, no deja de asombrarme la insólita capacidad que tenemos los periodistas para convertir una anécdota en categoría y la categoría, en anécdota. Anoche, el equipo blanco, que ha ganado cuatro de las últimas cinco competiciones de la Champions – podemos analizar desde las filias o las fobias, desde el tema arbitral, desde el factor suerte o simplemente, aceptar la realidad- se estrenó en su competición fetiche haciendo trizas a la Roma, que posiblemente no es el mejor equipo de Europa, pero que el curso pasado dejó en el camino al Atleti en la fase de grupos y al Barça en los cruces. Jugó el Madrid como los ángeles – porque lo cortés no quita lo valiente- y lejos de poner el foco en esta cuestión, los periodistas requebramos lo noticioso, lo puramente futbolístico, para convertir la categoría, el gran juego del Madrid, en anécdota, mientras elevamos a categoría lo anecdótico, lo superficial, rellenando tertulias, artículos y portadas con una sobredosis de surrealismo inclasificable.
El Madrid bordó el fútbol con y sin balón, avasalló en ataque estático y al galope, descargó una tormenta perfecta que habría sido escandalosa de no ser por Olsen, fabricó 30 ocasiones de gol y remató hasta en 11 ocasiones a portería frente al semifinalista de la última edición del torneo. En lugar de eso, la temática postpartido no pudo ser más triste para los que siguen creyendo que lo que importa es el fútbol porque, todo lo demás, cansa. Se habló de lo que pasa en la portería, del debate entre Courtois y Keylor Navas y de sus efectos colaterales, algo que tiene un pase porque, en el fondo, al menos, es futbolístico. Ni que decir sobre Mariano, un chico con unas condiciones espectaculares que, juegue poco o mucho, se come el campo cuando sale, algo que debe valorarse juegue en el Madrid o en el Socuéllamos, aunque parece que o acaba siendo el nuevo Van Basten o será carne de meme, porque por lo visto, aquí no importa jugar bien o mal, sino poder ser objeto de crítica. Después se habló de las palabras de Ramos y de la mesa en la que le corresponde comer a Griezmann, porque en este país vende más una buena polémica de red social que un partido fantástico. Después se puso el foco en la ovación de parte del público del Bernabéu a Manolas, después de que, durante varios días, algunas terminales mediáticas que lavan más blanco que Ariel se empeñasen en hacer del griego el adalid de una pantomima tan ridícula como bochornosa. El fútbol es lo de menos. Lo de más es todo lo que no es fútbol.
De propina, se habló del escaso nivel de la Roma, porque en este país el deporte nacional siempre consiste en hacer de menos al rival de turno que se enfrenta a blancos o azulgranas si sale goleado. Y por último, tampoco faltó quien, agrandado por la goleada blanca, quiso buscar una comparación tan tempranera como gratuita con otros grandes equipos que han pasado a la historia no sólo por la calidad de su juego, sino por los títulos obtenidos y por la regularidad en su nivel futbolístico. En resumen, hablar por hablar. En definitiva, el día que el Madrid jugó de maravilla al fútbol, a los periodistas nos importó una higa, porque preferimos ocupar nuestro tiempo en hablar de asuntos realmente superficiales. Y ahí, en el reino de la superficialidad y la estupidez permanente, emerge Cristiano. El tipo al que nos meten por los ojos, juegue o no en el Real Madrid, marque o no, se le expulse o no, llore o no, porque es el pan nuestro de cada día, hacer de lo superficial una noticia y de la noticia, algo superficial. Así nos va. Y por supuesto, pónganme el primero en la fila de los culpables. Que cada palo aguante su vela.
Rubén Uría / Eurosport
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