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Blog Uría: Malcom, una historia para reflexionar

Rubén Uría

Actualizado 25/07/2018 a las 13:01 GMT+2

La historia, kafkiana. El final, Malcom, azulgrana. Firma por 5 años y costará 41 M€ más otro en variables. La cuestión: celebrar el fichaje o reflexionar.

Malcolm

Fuente de la imagen: Getty Images

Malcom Filipe Silva da Oliveira. Ese es el nombre del tercer fichaje del FC Barcelona para esta temporada. El brasileño firmará cinco temporadas y tendrá un coste de 41 millones de euros más otro en variables. Sus poderes: talento precoz, extremo zurdo, uno contra uno, fantasía y disparo letal. Contraindicaciones: saber gestionar qué rol le espera a un extremo zurdo de regate poderoso cuando ocupa la misma demarcación que Ousmane Dembélé, que además tiene su misma edad. Negociado para Valverde. En cualquier caso, un juego de niños al lado del nudo gordiano, absolutamente kafkiano, que ha envuelto el fichaje. Hace horas Girondins y Roma hacían público el traspaso a través de sendos comunicados, indicando que la operación se había cerrado por 32 kilos. Y sin embargo, justo cuando el futbolista iba a coger un avión para desplazarse a Italia, apareció el Barça, hizo una oferta de última hora y Malcom decidió poner pie en tierra para poner rumbo a Barcelona. El asunto tiene miga: Monchi había hecho otra vez su trabajo de manera impecable, el Barça se enteró de lo que se estaba cociendo y como Willian se le iba de presupuesto – o eso dicen-, sobrepujó y reventó la operación. Es decir, que el Barça paga un sobreprecio por alguien que, hasta hace unas horas, no parecía en sus planes. Y teniendo ya a Dembélé, Coutinho, Messi y Suárez, pudiendo haber firmado a Malcom por los 32 que pagaba la Roma, lo ha firmado con un sobreprecio de 10 kilos más, nueve fijos y uno en bonus. Conclusión: Hoy pago más que ayer, pero menos que mañana.
En territorio de bucaneros, el Barça se ha puesto el parche en el ojo y ha abordado el barco de Monchi, pagando más de la cuenta y reventando un fichaje anunciado por dos clubes que habían llegado a un acuerdo amistoso previo. En esta historia caben dos posturas: una, celebrar el traspaso como si no hubiera mañana; o dos, pensar que antes de aprovecharse del trabajo ajeno y sobrepujar, sería más saludable fichar al que más sabe, dándole un puesto en el club para no tener que ir por la vida reventando fichajes y pagando de más. No debería ser algo de ciencia-ficción exigir que el club que tiene a Messi en el campo aspire tener otro Messi en los despachos. Alguien que capte talento, trabaje los perfiles adecuados al estilo, que compre más barato y que, si tiene que vender, lo haga por un ojo de la cara y no a precio de saldo. No estaría de más tener a alguien que nutra el equipo de talento, de proyecto, de un tejido futbolístico construido con sentido común, tacto, seriedad y un gasto razonable. En lugar de eso, el Barça ha escogido imitar el modelo del club que presume de no tener director deportivo: averiguar a quien quiere la competencia, reventar la operación y llevarse el gato al agua sobrepujando por el jugador. Habrá quien lo festeje. Está en su derecho. Otros igual se preguntan quién será el siguiente en llegar con ese modelo. Igual hay que esperar a que Monchi tenga atados a Thiago, De Bruyne y Pjanic.
Rubén Uría / Eurosport
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