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Blog Uría: Nasri, un equipo en la mochila

Rubén Uría

Actualizado 19/10/2016 a las 00:10 GMT+2

Nada más aterrizar, llegó el prejuicio: díscolo, pechofrío y acabado. Se dijo que Samir Nasri venía a Sevilla a tomar el sol. Su fútbol desmontó el prejuicio.

Sami Nasri sous le maillot de Séville en 2016.

Fuente de la imagen: AFP

Nada más aterrizar Samir Nasri en Sevilla, la opinión pública y la publicada, que no es lo mismo aunque lo parezca, dejaron caer su primera impresión. Esa que, como en los anuncios de aquel famoso desodorante, es la que queda. Se dijo que el City se lo había quitado de encima porque era un futbolista conflictivo y perezoso en el día a día; se comentó que era un jugador díscolo y con un ego del tamaño de una sandía; se aireó que estaba acabado y que llegaba a Sevilla a tomar el sol y disfrutar de la noche sevillana, porque estaba en el ocaso de su carrera. Todo eso se dijo y como no podía ser de otra manera, después de un juicio sumarísimo tan apresurado, Nasri se ha encargado de responder a los falsos profetas donde mejor suele hablar, en el césped.
En primer lugar, se ha integrado con absoluta normalidad en la disciplina del grupo; después ha encajado en el complicado puzle de sistemas de Sampaoli; más tarde se ha ganado la confianza de sus compañeros, asumiendo el papel de socio de todos; luego ha sido capaz de liderar al equipo en todas las circunstancias, empate, pierda o gane; y por último, ha logrado convertirse en la principal referencia del equipo, en su cerebro, su brújula y hasta su goleador. En apenas dos meses, Nasri ha conseguido alterar todo el discurso de los que dudaban de su fichaje y apuntaban a las presuntas contraindicaciones del producto. Y lo ha hecho, para sorpresa de la mayoría y disfrute de la minoría, con buen fútbol.
La apuesta con riesgo de Monchi, León de San Fernando para el sevillismo y Messi de los despachos para los profanos en la religión hispalense, ha salido de maravilla. Se trajo a Nasri en una operación relámpago, firmando una cesión en condiciones económicas ventajosas para el club, con la aspiración de lograr que el público pudiese disfrutar de un futbolista fuera de serie. De uno que no encajaba en los planes de Guardiola, correcto; de uno que parecía haber perdido el hilo conductor de su carrera, cierto; pero de uno que quería volver a encontrar su sitio, volver a sentirse importante, volver a sentirse epicentro de un equipo con aspiraciones. Y Samir Nasri, a base de esfuerzo, trabajo, calidad y sobre todas las cosas, personalidad, le está dando (otra vez) la razón al ojo clínico de Monchi, para convertirse en pieza esencial del mecano del Sevilla.
Se ha metido en la piel de todos los roles: mediocentro incrustado entre los centrales para dar salida limpia a la pelota; volante para apoyar si la situación lo requiere; interior para ayudar en labores de intendencia; mediapunta con libertad de movimientos para complementar al Mudo Vázquez – otra joya made in Monchi-; e incluso segunda punta para echar un cable si no hay llegada. Jefe del equipo, socio de todos y bandera del proyecto, ha dejado en cueros a sus críticos. Nadie sabe si aguantará este nivel exhibido o si acabará teniendo un rendimiento discontinuo, pero lo que nadie puede negar es su personalidad arrolladora. Él lídera y los compañeros le siguen. Samir Nasri está demostrando que pertenece a esa especie en peligro de extinción. Tiene un equipo en la mochila, lidera y los demás le siguen. Ante los prejuicios, su fútbol.
Rubén Uría / Eurosport
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