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Blog Uría: Politización del España Club de Fútbol

Rubén Uría

Actualizado 04/10/2017 a las 05:48 GMT+2

La politización de la selección no irrumpe ahora. Siempre ha sido un gigante dormido, despertado por los que creen que el país les pertenece sólo a ellos.

2012 España Vicente del Bosque Puyol Pique

Fuente de la imagen: EFE

Hablemos de la selección española. Dicen que es de todos pero, de un tiempo a esta parte, parece propiedad de unos pocos, que se arrogan la bandera, ideología y sentimientos de los que se visten de corto, porque con la alineación ya no les basta. Son arenas movedizas, pero en materia pelotera, como en política, hay barra libre. ¿En nombre de qué santa autoridad se puede exigir a los jugadores que se inhiban de expresar sus creencias políticas o convicciones personales por un presunto espíritu patriótico que, por lo visto, debe ser condición indispensable para militar en un equipo que nos representa a todos, pensemos como pensemos y votemos lo que votemos? Eso es ponerle puertas al campo. Y es lo que algunos quieren. Hace años que la selección no sólo es un sentimiento que se apropian algunos; es un club con patrocinadores; un ente semiprivado; un negocio, en el que la mayoría de la prensa nos permitimos el lujo no sólo de opinar sobre la capacidad deportiva de los convocados y del convocante, sino también, sobre su filiación política o sus ideas, repartiendo carnés de buenos y de malos españoles. Paradojas de la vida: nos llenamos la boca de decir que no se debe mezclar política y fútbol y cuando llega la ocasión, nos rasgamos las vestiduras porque el que viste la camiseta de todos no piensa como nosotros.
La politización del España Club de Fútbol no irrumpe ahora. Siempre ha sido un gigante dormido, despertado por los que creen que el país les pertenece sólo a ellos. En los años de plomo, hubo un señor portero que se llamaba Iríbar y que, aún no sintiendo esa camiseta en los tiempos de una España grande y libre, la defendió, con honradez, como el que más. De él nadie escribe ahora. Qué decir de los paladines de la españolía que fabularon que Arconada no quería lucir las medias con la bandera de España cuando jugaba en la selección, llegando a publicar que fue amenazado por ETA. Nadie pidió perdón entonces por ensuciar su imagen. En aquella ocasión, por supuesto, los que hoy piden no mezclar política y fútbol, mezclaron ambos conceptos. ¿Recuerdan a Carles Puyol, al que los guardianes de la españolía citan, recurrentemente, cuando se trata de reprobar valores y conductas impropias del Barça? Pues del compromiso de ese señor, se dudó. Los sabandeños de guardia, convencidos de que la selección debe comportarse, decir y sentir lo que ellos quieren, publicaron en su día que Puyol y Xavi, en actitud inadmisible, tapaban el escudo de España con sus medias. El seleccionador lo desmintió. Era falso. Nadie se disculpó. El daño estaba hecho, pero nadie pidió perdón. Entonces también ejercieron su derecho de mezclar política y fútbol, a capricho, porque aquello vendía. Entre el honor y el dinero, lo segundo es lo primero.
Como quien olvida la historia se condena a repetirla, ahora le toca recibir a Piqué. Le gritan que España es su nación y que se vaya a su país (¿en qué quedamos,?) le empujan a renunciar a la selección, obligándole a no lucir esa camiseta con la que viste a sus hijos. Y lo hacen, naturalmente, con el cinismo de saber que mezclan política y fútbol, cuando se han pasado la vida defendiendo que no se puede mezclar política y fútbol. A los inquisidores, potenciados por sus altavoces, les parece lo ideal que el seleccionador haga su lista en base a certificados de españolía, filiaciones y plusmarcas de patriotismo. Como son inasequibles al desaliento, como mezclan política y fútbol cuando les interesa, repiten una mentira mil veces, hasta que se convierta en verdad. Piqué no ha dicho jamás ser independentista, ni ha hablado mal de España, ni de los españoles. Al contrario, ha dicho que se siente orgulloso de jugar con esa camiseta, que no le gusta que se pite ningún himno y que todo el mundo tiene derecho a expresar su opinión, futbolística o política. En todo caso, se puede censurar que se alinee con la necesidad de votar de un pueblo más que con cumplir la legalidad pero ¿qué ha hecho que sea tan imperdonable para abandonar la selección?
Sencillo, Piqué ha cometido el peor crimen deportivo que se puede cometer, reírse del Real Madrid. Aquello le granjeó pitadas, desafecto y rechazo en los campos de España. Con Kevin Roldán empezó todo, ese fue el origen del odio, alimentado por los trompeteros mediáticos del equipo que proporciona audiencia y negocio. Hoy ese odio se ha redoblado, porque Piqué ha votado en un referéndum declarado ilegal por un juez, asumiendo las consecuencias que le pueda acarrear como ciudadano, condenando las cargas policiales y al presidente del Gobierno. Es decir, Piqué se ha posicionado como los Gasol - nadie pide su renuncia a la selección de baloncesto-, ha hecho lo mismo que Sergi Roberto –que también votó en un referéndum considerado ilegal-, lo mismo que Pablo Iglesias, Urkullu o Ada Colau – que han expresado su rechazo hacia el PP y a Rajoy-, y exactamente lo mismo que millones de personas que, piensen como piensen y voten lo que voten, habrían preferido no ver sangre en las calles. Eso es lo que no le perdonan a Piqué los que se llenan la boca de decir que política y fútbol no se mezclan, mientras la mezclan, sin vergüenza, cuando les interesa. Entre los que insultan a Piqué y Piqué, elijo a Gerard. Y entre Piqué y los que usan tertulias para exigir que le piten y le echen de la selección, me quedo con Gerard. Entre otras cosas porque la selección, como este país, no es de unos pocos, es de todos. Y naturalmente, esta es sólo mi humilde opinión, que no es dogma de fe, no tiene que ser compartida y, seguramente, estará equivocada.
Rubén Uría / Eurosport
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