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Blog Uría: Sin generosidad y sin perdón

Rubén Uría

Publicado 13/06/2018 a las 14:57 GMT+2

Lopetegui, destituido. Hierro, nuevo seleccionador. En esta historia que cada uno cuenta como le viene en gana, nadie ha tenido generosidad. Ni perdón, claro.

Luis Rubiales

Fuente de la imagen: Getty Images

En la mítica ‘Sin perdón’, el pistolero William Munny (Clint Eastwood) se acerca a un local donde han colocado, en la entrada del establecimiento, el cadáver de su amigo Ned (Morgan Freeman). Es una noche oscura y diluvia, así que Munny decide entrar, armado con una recortada, en un local completamente abarrotado de gente que ríe y canta. Nada más atravesar la puerta principal, su pregunta rasga el silencio: “¿Quién es el dueño de esta pocilga?” Los vaqueros se van apartando, uno a uno, hasta dejar al descubierto al dueño del establecimiento. Munny apunta, dispara y acaba con su vida. El sheriff Dagget (Gene Hackman) escucha el disparo y reacciona: “Es usted un miserable y cobarde hijo de perra. Ha matado a un hombre desarmado”. Munny, impasible, responde de manera lapidaria: “Pues debió haberse armado cuando decidió decorar su salón con mi amigo”. Luis Rubiales se ha cargado a Julen Lopetegui. Sí, aunque diga que no se ha sentido traicionado, se sintió ninguneado. Sí, el Madrid puede elegir el entrenador que le plazca, nadie le culpa. Sí, Lopetegui está capacitado para dirigir correctamente a la selección y también al Madrid. Sí, el anuncio de su fichaje, siendo muy inoportuno, habría sido aún peor para la selección de haberse filtrado mediada la Copa del Mundo. Sí, la destitución de Lopetegui es una decisión drástica. Sí, prescindir de un seleccionador a escasas horas del comienzo de un Mundial implica un riesgo. Sí, que se haya filtrado que un grupo de jugadores respaldaba a Julen y otro no se haya alineado con él, no es bueno para España. Sí, el próximo seleccionador, Fernando Hierro, se comerá un marrón de proporciones bíblicas. Y sí, en esta historia que cada uno cuenta como le viene en gana, a todos los implicados les ha faltado generosidad. Y de esos polvos, estos lodos.
Lopetegui regresa a España, sin dar su versión. Ahora tendrá tiempo para reflexionar, para saber si se ha equivocado o le han equivocado y para entender que su trabajo en la selección, hasta la fecha, había sido bueno. Podrá centrarse en su nuevo cometido profesional, en esa libre y respetable elección que ha tomado de dirigir a un club y anunciarlo teniendo contrato en vigor con la selección y habiendo renovado hace unos días por tres años. Es un buen tipo, gracias por los servicios prestados, adiós y suerte. Luego queda Rubiales, que según parece, aquí es el malo de la película. Dicen que su decisión la toma con las vísceras y que comete un grave error. Puede ser. Uno, con la venia, discrepa. A Rubiales se le puede pedir como persona que se trague su orgullo, que aguante un ataque de cuernos y que, haciendo de tripas corazón, mire para otro lado en aras del mal menor. Claro que sí. Lo que pasa es que Rubiales no es sólo una persona, es un cargo electo que, con sus errores y aciertos, pasados y futuros, está legitimado en unas urnas para tomar decisiones, que para eso le pagan. Es alguien que se debe a la Federación, que debe velar por el buen gobierno de la selección. No es sólo una persona con su ego a cuestas, sino la cabeza visible de una selección que tiene que ser consciente de que, más allá de ganar o perder, incluso más allá del interés de un grupo de futbolistas o de la reputación de un seleccionador, incluso de su futuro como presidente de la RFEF, si el Mundial es un fracaso, está la imagen que exigen los aficionados. España no es 13 Rué del Percebe. No, a un presidente se le debe exigir autoridad moral, coherencia y sobre todo, valentía.
Como para toda acción hay una reacción, la de Lopetegui ha provocado la de Rubiales. Y si durante todos estos años los trovadores y juglares mediáticos se han llenado la boca de decir que España no tiene cultura de club, que la selección no le importa a nadie, que la Federación es de plastilina y que los que mandan tienen tragaderas XXL, hoy tendrán que hacer mutis por el foro. Hoy Rubiales, al que no conozco, ni juzgo, ni sé si será bueno o malo en el futuro, el tiempo nos lo dirá, ha tomado su decisión. No como persona, sino como presidente de la RFEF y cabeza visible de la selección. Que es de todos, no de unos pocos. Y que no es la marioneta de nadie, ni debe ser el segundo plato de nadie, ni buscar el mal menor, ni estar secuestrada por voluntades ajenas. Rubiales, metafóricamente hablando, ha entrado en un salón repleto de gente y disparado contra un hombre desarmado. Muchos dirán que su reacción ha sido desproporcionada, que esto se podía haber evitado y que si la abuela fuma. Verán ustedes, con la venia, me quedaré absolutamente solo en esto: uno cree, parafraseando a William Munny en ‘Sin perdón’, que el tipo que acaba de ser tiroteado debió haberse armado cuando alguien decidió decorar el vestuario de la selección con un anuncio desafortunado, inoportuno y si me lo permiten, desleal. Que levante la mano alguno de los actores de esta historia que sienta que, con sus actos y decisiones, ha tenido generosidad. Ninguno. Miren, España puede ganar o perder, pero si pierde su imagen, lo pierde todo. Suerte, Hierro. Vamos, España.
Rubén Uría / Eurosport
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