Carta de un español en Bruselas tras la suspensión del Bélgica-España

"En el barrio donde vivo, a escasos metros del estadio, hay una sensación de pena por la suspensión, pero sobretodo de alivio.

Tras unos días fuera he vuelto a Bruselas, una ciudad en la que vivo desde hace casi una década y me he encontrado una atmósfera rara, todo está igual, pero la gente está consternada con todo lo acaecido en una ciudad vecina como París. La oleada de atentados se ha llevado la vida de más de 100 personas y las investigaciones aclaran que hay una conexión directa entre los asesinos y sus raíces y conexiones en Bélgica.La gente aquí lo ve con una mezcla de vergüenza (aunque no sea por propia culpa, a nadie le gusta reconocer que su país es un vivero de terroristas), de frustración (demasiadas cosas no mejoran en la relación Fundamentalismo – Atentados – Francia – Bélgica: sigue habiendo atentados y la gente sigue muriendo) y de resignación ante la evidencia de que vivimos en una sociedad que perderá muchos derechos aunque sólo sea para aumentar su propia seguridad. Destruir siempre fue mucho más fácil que crear y construir.

Dentro de Bélgica, Bruselas es vista por aquellos que no viven en ella como “esa ciudad peligrosa donde es mejor no ir porque seguro que ocurre algo”. Para los que vivimos en ella, Molenbeek es simplemente el barrio donde es mejor no perderse. Es la zona chunga. Todo puede parecer normal hasta que deja de serlo y claro, no te sorprende si alguien te cuenta alguna truculencia. Sin ir más lejos a una amiga íntima la rompieron el cristal del coche para robarle el bolso mientras esperaba en un semáforo. Lo peor es que el hecho de que se relacione Molenbeek, Fundamentalismo y Atentados tampoco es noticia y lo sorprendente es que ya no nos sorprende.

El Bélgica-España se ha suspendido y estoy convencido que todo el mundo dice lo mismo: qué pena… ¡pero qué alivio! Era estresante. Todo el mundo quería ver el partido, pero con lo sucedido todos los que tenían entradas albergaban dudas de ir o no, pero entiendo que el Gobierno haya decidido suspenderlo. Aunque la gente había tomado sus propias medidas pese a que las autoridades locales no habían dado tampoco grandes mandatos ni directrices, iba a actuar a título personal: cancelar el ir a eventos en lugares de cierta concentración de gente, no pasar por centros comerciales, evitar ir al centro, etc.

La gente esta mañana parece más tranquila. Todo el mundo había modificado sus planes para este partido que iba a tener excepcionales medidas de seguridad, pese a no estar acostumbrado a ello. Sin ir más lejos yo mismo estaba dudando de si ir o no, aunque cuando me lo planteé no era una cuestión de seguridad sino de fechas. Ahora lo tengo claro, al igual que por lo general los vecinos y gente con la que hablo. En el barrio donde vivo, a pocos metros del estadio, existe ahora un gran alivio. Al ir hacia el trabajo pasé por el estadio y el ambiente es frío, poca gente paseando y solo algún reportero informando.

Puede sonar exagerado, pero se palpaba el nerviosismo y la intranquilidad al hablar del tema. En este contexto, el partido contra España no podía llegar en peor momento. Un partido del que llevamos hablando aquí durante tanto tiempo se había descafeinado por motivos ajenos al fútbol. Aquí había ganas de medirse contra España no sólo porque están en un gran momento y se saben en forma, sino porque les podía dar una buena referencia de dónde están y de qué pueden ser capaces en la próxima Eurocopa. El fenómeno del fútbol y la transformación que ha sufrido Bélgica en torno a su equipo nacional y sus ligas son inmensos. En los últimos cuatro o cinco años ha habido una explosión de confianza alrededor de un equipo que ha ido madurando y adquiriendo experiencia rápidamente. La confianza en sí mismos crece: se creen capaces de cualquier cosa y las expectativas se disparan.

El hecho es que el alto riesgo de atentado había enfriado mucho el ánimo de la gente. Un partido que debería ser una fiesta iba a terminar por convertirse en un ‘megacontrol’ policial y una gran desconfianza hacia el “por si acaso”. Ayer, en la previa del partido previsto, pasé por allí y no vi movimiento alguno especial de seguridad, ni siquiera las típicas furgonetas en la estación de policía que hay al lado (¡y eso que ya estaba entrenando España!). Pese a ello iban a cortarse las calles de alrededor (algo relativamente inusual) y se iba a colapsar la zona. Todo fuera por la seguridad colectiva aunque eso pudiera elevar el riesgo no tanto dentro del estadio sino en los aledaños,donde hay una guardería, un colegio, gimnasio grande, un parque de agua, así como recintos feriales donde están la Expo, el Atomium o un Kinepolis, por ejemplo.

Yo mismo tengo la costumbre de pasear con mi familia alrededor del estadio antes de los partidos: el aficionado belga es en general bastante racional y educado y nunca vi riesgo de hacerlo ya que nunca presencié incidentes de ningún tipo. El ambiente previo es siempre fantástico, de fiesta y ahí se puede ver la originalidad y singularidad belga. En general, pese a la fiebre futbolera que padecen estos años, la civilización es absoluta (en la previa, durante y en el post-partido). Esta vez, lamentablemente, no tenía pensado pasear: había mucho que perder y sólo es necesario un descerebrado para destruir lo construido".

Firmado:

Un español en Bruselas.