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Mircea Lucescu, la traición del sabio que rechaza la jubilación

Agustín Galán

Actualizado 24/11/2020 a las 09:44 GMT+1

Mircea Lucescu es el entrenador más veterano de la actual edición de la Champions League. A sus 75 años, el técnico del Dínamo de Kiev recibe al Barcelona con el objetivo de pelear por la tercera plaza del Grupo G que daría un recorrido extra a su equipo en la Europa League en 2021, y lo hace con la misma pasión con la que en 1979 se sentó por primera vez en un banquillo.

Mircea Lucescu & Lionel Messi

Fuente de la imagen: Twitter

A sus 75 años, Mircea Lucescu debería estar disfrutando de una merecida jubilación y recibiendo homenajes de las federaciones rumana, italiana, turca, ucraniana o rusa, países por los que ha ido dejando su huella durante las últimas cuatro décadas en el entrenador de Bucarest. Sin embargo, en pleno 2020, sigue poniéndose el chándal a diario en Kiev y dirigiendo el destino del Dínamo en Europa a pesar de todas las dificultades que la pandemia está planteando a sus jugadores.
"¿Te imaginas cuánto tiempo he pasado en campos de entrenamiento de distintos clubes durante mi carrera? Días, semanas, meses, años... No es algo nuevo para mí o para mi familia", zanjó ante la enésima pregunta que le trasladaban sobre los rumores de un posible adiós al Dínamo. Esta pregunta viene motivada por un trasfondo mucho más pasional, y es que Lucescu, un emblema del Shakhtar tras su periodo de 12 años en el banquillo del equipo de Donetsk, no fue un fichaje del agrado de los ultras del Dínamo, su eterno rival. Por un motivo o por otro, Lucescu se niega a retirarse del fútbol y sigue marcando la pauta de uno de los dos grandes del fútbol ucraniano. Ramón Català, coordinador de la cantera del Dínamo de Kiev, dijo recientemente en el programa Que t'hi jugues que "lo de Lucescu aquí es como si Guardiola fuera al Madrid".
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Mircea Lucescu (Dínamo Kiev)

Fuente de la imagen: Getty Images

La 'traición' de Lucescu al Shakhtar fue tan mal recibida en Donetsk como en Kiev, pero no es algo que haya preocupado al entrenador rumano. "Queríamos pensar que era una estúpida noticia falsa, pero resulta que la directiva del club ha perdido todo el sentido común, el honor y el respeto por sí misma que le quedaba", rezaba el comunicado de los ultras del Dínamo, la gran potencia del fútbol ucraniano durante los tiempos de la Unión Soviética. Lucescu es visto como un eneimgo no sólo por el gran salto de calidad que le dio al Shakhtar de la mano de la inversión del multimillonario Rinat Akhmetov, sino también por su notable implicación política en el conflicto del Donbás entre Ucrania y Rusia a cuenta de las regiones de Donetsk y Lugansk.
Lucescu nunca tuvo problemas en expresar sus puntos de vista en rueda de prensa, y sus pullas al Dínamo de Kiev y a cualquier tipo de rival eran siempre cristalinas y muchas veces venenosas, lo que hizo que la animadversión no decayera. Después de dar por terminada su etapa en Donetsk, ya con el equipo reubicado en Kiev por el conflicto, inició un breve periplo en el Zenit ruso que terminó antes de lo esperado. Sus rifirrafes dialécticos con jugaodres, entrenadores, árbitros y periodistas en Rusia hicieron que sólo un año después cambiara el banquillo de San Petersburgo por el de la selección turca, a la que no pudo clasificar para la Eurocopa del año próximo.
Surgió entonces la posibilidad de regresar a Ucrania. La huella del gran rendimiento deportivo que sacó al Shakhtar, donde contribuyó a su política de apostar por una mezcla entre brasileños y ucranianos, sigue siendo alabada más allá de su polémico carácter, y la posibilidad de retornar al cuadro minero empezó a ganar enteros, pero él mismo lo descartó cuando aún estaba al frente Paulo Fonseca: "No hay posibilidad de que yo vuelva", sentenció.
Donde si terminó aterrizando, a pesar de las furibundas críticas de la afición y de los ultras, fue al Dínamo. Los comunicados del sector más radical llamaban al boicot y conminaban a los directivos a dimitir, caldeando el ambiente hasta el punto de que Lucescu llegó a renunciar al contrato cuatro días antes de la firma. El propietario del club, Ihor Surkis, salió entonces a defender públicamente su elección: "Las emociones de algunos aficionados no pueden ser el factor decisivo en el futuro del club", aseguró antes de estampar la firma en el contrato que supuso la vuelta del rumano a Ucrania.
Las presiones de la afición han seguido desde entonces, hasta el punto de que Mircea Lucescu vive en las instalaciones del club para evitar cualquier tipo de conflicto. Muy recordadas son sus críticas a France Football cuando publicó una lista de los mejores entrenadores. La leyenda del Dínamo Valeri Lobanovskiy quedó en el sexto lugar, mientras que Lucescu se quedó en el 41.º puesto. "Estoy muy sorprendido con el puesto de Lobanovskiy. Cuando salió del país no consiguió ningún resultado en absoluto", dijo sobre uno de los tótems del fútbol soviético, cuya importancia en el fútbol del este de Europa le hizo merecedor de un monumento en el centro de Kiev.
Después de haberse ganado el menosprecio de su propia afición, en Donetsk su figura también está muy cuestionada, pero Lucescu lo justifica con su pasión por el fútbol: "Sé que mis relaciones con los aficionados del Shakhtar están muy dañadas ahora, pero quería sentirme vivo de nuevo. El fútbol es mi vida y estuve en casa durante un largo año. No podía rechazar una oferta así". Le pese a quien le pese, Mircea Lucescu, con su aire de sabio gruñón al estilo Luis Aragonés, sigue resistiéndose a una jubilación lejos del verde, el único lugar en el que es feliz.
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