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Blog De la Calle: O Messi o al carajo

Fermín de la Calle

Actualizado 07/07/2015 a las 10:32 GMT+2

Los milagros jamás deberían ser obligatorios. Y el día que un país piensa lo contrario, es que, como decía Topo, “se va al carajo”. ¡Aguante Argentina!

Messi ante de los penaltis contra Chile.

Fuente de la imagen: Eurosport

Messi vuelto de espaldas y solo durante la tanda de penaltis. 
Lo recuerdo como si fuera ayer. Rueda de prensa en Ezeiza, Ciudad Deportiva de la selección argentina. Buenos Aires. Tenía a un lado al Topo López y a Jordi Costa y al otro a Verónica Brunatti (con Agustín) y a Lu Martin. Comparecía Sergio Batista, seleccionador argentino, quien en un arranque de desmedida euforia futbolística, motivada sin duda por el inicio de una Copa América en la que ejercía de anfitrión, advirtió: “Jugaremos con un 4-3-3 como el Barcelona. Messi se sentirá cómodo”. Automáticamente me giré y le dije al Topo: “¿Está de broma no? ¿Este tipo pretende que Cambiasso, Mascherano y Banega jueguen como Xavi, Busquets e Iniesta? Es un boludo”.
Argentina empató a uno con Bolivia y no tuvimos noticias del anunciado Barça teñido de albiceleste. Ni en ese partido, ni en ningún otro. ¿Saben por qué? Porque Argentina no tiene ese talento. Tendrá otros: es más competitiva, tiene potrero con Messi, Tévez y Agüero, es más directa con Di María... Lo que quieran, pero no tiene fútbol combinativo. Lo peor no fue que Batista lo proclamase a los cuatro vientos como un telepredicador. Lo realmente grave es que mucha prensa argentina se lo compró (¡). “Acá dudan hasta de Messi. Este país se va al carajo Fermín”, me respondió Topo con una reflexión realmente ambiciosa. 
Recuerdo que la noche que Uruguay eliminó a Argentina, Niembro entró en directo segundos después de la finalización del partido. Asistí a uno de los análisis más crueles, ventajistas y demagógicos que he visto en los 20 años que llevo ejerciendo de periodista. Y fue así porque durante la Copa, Niembro alimentó el discurso del Batista “buen chico” porque le convenía vender eso a su audiencia buscando sentar a media Argentina ante el televisor para disparar el share gracias al Checho. Los mismos que habían comparado a Batista con Guardiola lo arrastraban por las cloacas del fútbol incluyendo feas alusiones personales que no venían a cuento. Me llamó la atención porque tenía una idea formada de la prensa argentina mucho más académica y elevada. Pensaba que la incoherencia y el periodismo de bufanda era exclusividad de la prensa brasileña y, por supuesto, de ese periodismo español que se pasea por los palcos de prensa de los estadios con la camiseta de la Selección y la estrella de campeones del mundo en el pecho.
Años atrás, en 1999, recuerdo otra rueda de prensa. Esta la protagonizó Marcelo Bielsa, entonces también seleccionador argentino. Se produjo en Asunción, Paraguay, en las horas previas a la disputa del partido Argentina-Colombia de la Copa América de aquel año. El Loco compareció recién duchado y a la finalización de su intervención, 50 minutos después, retomó el camino de la ducha porque estaba empapado de sudor por la tensión de la rueda de prensa. Menottistas y bilardistas la convirtieron en una cacería. Un ambiente crispado que acabó por convertir aquella albiceleste en un frenopático con Palermo fallando tres penaltis en un partido y Colombia retratándola con un gol de tacón de Congo al Mono Burgos a la salida de un córner. 
Messi ante de los penaltis contra Chile.
Evidentemente no pretendo generalizar cuando me refiero a la prensa argentina, pues hay grandes periodistas a los que admiro y sigo como Ezequiel Fernández Moores, Ariel Scher y su hijo Ezequiel, Diego Borinsky, Daniel Arcucci, Jorge Búsico y tantos otros. Y por supuesto, Verónica Brunatti y nuestro nunca suficientemente llorado Topo López. Pero esta derrota de Argentina en la final de la Copa América de Chile en la tanda de penaltis ha despertado una ola de críticas contra la albiceleste, contra Martino y muy especialmente contra Messi que deberían hacer reflexionar a más de uno.  
Pensarán allá qué carajo hace un gallego boludo diciéndonos lo que tenemos que hacer o decir. Nada más lejos de mi intención. En España fuimos durante años campeones del mundo de no ganar nada y creernos el mejor equipo de la historia. No hubo torneo al que no fuéramos como favoritos y regresáramos con el rabo entre las piernas. Hasta que llegó Luis Aragonés. La consigna era ‘ganar, ganar, ganar y ganar'. Pero sabíamos a qué jugábamos. Por eso la España del tiqui-taca es una de las mejores selecciones de la historia, por resultados (Eurocopa, Mundial y Eurocopa), y por juego, por respeto a una identidad, por coherencia futbolística. Tenía unas virtudes y las explotaba. No había un Maradona ni un Pelé, había un equipo detrás. Una selección que interpretaba el fútbol como un club: España Fútbol Club. Me lo dijo Menotti una tarde en su despacho: "La forma de ganar de España es un duro golpe a la vanidad argentina".
Luis Aragonés decía que "se puede criticar todo menos el talento". Y Valdano, que más allá de ser argentino es rosarino, lo cual le hace doblemente argentino, apuntó que "Messi es Maradona todos los días”. Es precisamente eso lo que le condena. No ser tan tribunero como Diego. No ser exhibicionista ni tan siquiera populista. Tiene un don y lo expresa con naturalidad. No hay marketing en su fútbol. Messi es el argentino más europeo y eso le convierte en sospechoso habitual. Es la personificación del fracaso de la albiceleste, que como Sisifo carga con una pesada piedra que le acaba por precipitar siempre al abismo. Nadie discute a Agüero y Tévez es el jugador del pueblo. Pero Messi no convence porque se le pide ser Maradona 24 horas al día. Y eso es imposible. Los milagros jamás deberían ser obligatorios. Y el día que un país piensa lo contrario, es que, como decía Topo, “se va al carajo”. ¡Aguante Argentina!
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