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"¡Es el cruyffismo, estúpido!"

Fermín de la Calle

Actualizado 01/03/2020 a las 23:51 GMT+1

El Barça cae en un partido que echó en falta delanteros de área y en el que Setién, que dirigió su primer clásico y quizás el último, volvió a naufragar. La entrada de Braitwaite y Mariano, que decidió el choque, puso picante al encuentro.

Messi

Fuente de la imagen: Eurosport

La imagen que ilustra este análisis define minuciosamente la situación real del ataque del Barcelona. Messi controla rodeado de centrocampistas (Kroos, Casemiro y Vinicius) y defensas (Ramos). Lo hace de espaldas a la portería adversaria y sin apoyos cerca. A lo lejos, fuera de la opción de pase, aparece un Griezmann que ni siquiera está cerca de la portería, además de estar vigilado por un defensa (Varane). Esa es la definición gráfica de la propuesta ofensiva del Barça. Una imagen vale más que mil palabras.
Este fútbol moderno en el que el descaro está perseguido ha puesto de moda jugar sin delanteros al uso. Zidane lo hace por obligación porque Florentino Pérez decidió tras vender a Cristiano traer a un meritorio como Jovic, que pasa más tiempo en el banquillo o en la grada, como en este clásico, que en el césped. Y ante esta tesitura Zizou ha terminado reciclando a Benzema, un 9 vegano. Enfrente apareció este Barça de Setién, de Valverde o de quien sea, en el que Messi vive una etapa de su carrera en la que tiene más de Xavi que de Ronaldinho, y un Griezmann que siempre ha tenido más de Benzema que Mbappé.
Quizás eso explica que ambos entrenadores incluyeran, en su afán por generar desequilibro, a laterales-extremos como Marcelo y Jordi Alba. Decia Setién, aficionado al ajedrez, que De Jong es un alfil y Alba, una torre. Por ello mismo podría decirse de Zizou también alineó alfiles (Kroos) y torres (Marcelo). En realidad sobre al césped del Bernabéu saltaron dos equipos que se reflejaban en el espejo. Laterales largos, un especialista defensivo (Casemiro y Busquets), centrocampistas de trabajo (Valverde y Vidal) y toque (Isco y Arthur), y arriba atacantes asimétricos. Vinicius hacía las veces del Messi blanco, pero el joven brasileño tiene tanto desborde como problemas en la toma de decisiones. Siempre elige mal. Siempre. Su tesón juvenil produce incluso una tierna admiración.
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En el Barça Setién calcó el planteamiento de Nápoles, con Arthur en lugar de Rakitic y Alba por Júnior. El balón transitó durante la primera mitad por los pies azulgranas, hasta el punto que Courtois tuvo que abortar un par de ocasiones claras de Arthur y Messi. El Real Madrid sufría, apretaba los dientes y se acostaba en la izquierda para romper el mediocampo blanco con las estampidas de Marcelo y Vinicius. Mucha pizarra y poco fútbol.
El peligro se reducía a llegadores de segunda línea como Arthur, a apariciones desde atrás como Isco, a incorporaciones por sorpresa. Es paradójico ver a las dos plantillas más caras de la historia del Real Madrid y del Barcelona adoleciendo de pegada. Los azulgrana se refugian en este cruyffismo edulcorado que promulga Setién. Los madridistas se aferran a la flor de Zidane. El partido pedía a gritos delanteros. Y mirando a los banquillos los elegidos eran tipos tan poco exuberantes como Mariano y Braitwaite. Dos héroes anónimos, dos espontáneos en la fiesta del Clásico.
La salida de Braitwaite desató el vértigo azulgrana, con una jugada del danés que Courtois salvó con la soga en el cuello madridista. Pero en la siguiente el delantero cometió un error en la cobertura y regaló su espalda a Vinicius, al que Piqué flotó confiado por sus dudas existenciales, pero el brasileño disparó y el central desvió la pelota al fondo de la red. Era un gol que premiaba su descaro, la irrevenrencia, la insistencia juvenil de quien juega en el Bernabéu como en su barrio.
Y enfrente se derrumbaba un Barcelona que amasa la posesión sin sentido alguno en nombre del cruyffismo que abandera Setién. El duelo terminó confirmando lo que se anunciaba en esta columna desde el inicio: el fútbol se gana con delanteros. Mariano, arrumbado por Zidane en algún rincón de su vestuario durante toda la temporada, saltó al campo y en el primer balón que tuvo marcó el segundo y sentenció el partido. Messi se marchaba negando con la cabeza y mirando con rabia al infinito. ¿Qué estaría pensando? Parafraseando a aquel asesor de Bill Clinton, "es el cruyffismo, estúpido".
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