Los jueves de Luis Villarejo: La Sub'21

La sub '21. Así, a palo seco. Es un término que da buen rollo. Suena a fresco, a academia de talentos, a fragancia de naranja y cedro de Rituals, a gente que da los buenos días en el ascensor y sobre todo a futbolistas emergentes, que acabarán siendo todos millonarios a medio plazo, buena parte de ellos jugando fuera de España. Ahora están ya en el exterior Josep Martínez (Leipzig), Gonzalo Villar (AS Roma), Brahim (AC Milán) o Abel Ruiz (Sporting de Braga).

La sub '21 es el paso previo al éxito. Un vocablo que trasciende fronteras. Con ironía y mimetismo, los argentinos usan ahora esta figura retórica en la serie preferida de Leo Messi, 'El Marginal', un drama de Netflix donde los jóvenes con menor experiencia en el mundo carcelario tratan de sobrevivir frente a los veteranos. A ese grupo juvenil que aspira al poder en prisión y que juegan al fútbol en el patio de la trena le llaman 'la sub '21' en la ficción. Tiene copyright y fuerza el concepto sub '21. En España, es un concepto amable. En buena parte, producido por el carisma de Luis de la Fuente, un riojano de Haro que entiende el colectivo como la fusión de tres vectores: equpo, grupo y familia para dar unidad al proyecto de valores que pone de relieve con su inteligencia emocional.

La primera vez que en España comenzó a pitar con 'La sub '21' fue en 1986. Ganó España la Eurocopa de la categoría, con Luis Suárez, que hizo ahí su doctorado, antes de dar el salto a la absoluta ya en el Mundial de Italia '90. Ablanedo, Solana, Sanchís, Andrinúa, Quique Flores, Gallego, Eusebio, Roberto, Eloy, Gabino y Paco Llorente. Jugaron también Juan Carlos y Ramón la final frente a Italia. Un puñado de chavales con hambre. El 99 por ciento jugó luego en la absoluta. Enfrente Italia con Zenga, Donadoni, Giannini, De Napoli, Vialli y Mancini. Casi nada. Era el glamour del Calcio de entonces donde jugaban los mejores jugadores del mundo. España pintó la cara a Italia jugando muy bien al fútbol. Exquisitos Ricardo Gallego, Eusebio Sacristán, eléctrico Paco Llorente, el padre de Marcos. Sobrios Sanchís y Andrinúa.

En los últimos veinte años, el crecimiento de la fábrica de la sub '21 es exponencial. Si cotizara en bolsa sería un valor en alza permanente, oro molido, una start up extremadamente rentable. Uno de los primeros países que comenzó a tirar del talento español fue la Premier League. En 2001, jugó España en Birminghan, en el estadio de Saint Andrews. La sub '21 española le dio un buen meneo a Inglaterra (0-4), con dos goles de un chaval del Celta de Vigo: Pablo Couñago. Pablo había ya ganado el Mundial sub '20 con Iker y Xavi. Yo estaba en la tribuna.

Vacunó a Inglaterra con dos goles aquel día en Birmingham. Y listo, semanas después fichaba por el Ipswich Town. Estaba cantado. Desde entonces, jugar en la sub '21 es una plataforma hacia la luna. Los clubes europeos cercan a nuestros internacionales. No nos extraña que Mikel Merino fichara por el Dortmund de chaval, antes de volver a la Real Sociedad y se hiciera un futbolista de fuste.

Esta semana Luis Enrique ha comprobado el perfil de la nueva sub '21. Como si fuera una factoría de coches en la cadena de montaje, surgen uno y otro, y otro y otro más. Alvaro Fernández, Cucurella, Bryan Gil, Manu García, Javi Puado, Zubimendi, Mingueza, Yeremi.... sin contar a los alumnos aventajados como Pedri, Dani Olmo, Ansu Fati, Ferrán Torres o Mikel Oyarzábal, que ya han alcanzado la excelencia. Todos estos chicos han dado la cara, tendrán con justicia en su CV la medalla de haber jugado un partido con la absoluta. Y el cariño del mundo del fútbol, el de verdad, el auténtico, que siempre estará agradecido por vestirse de soldados cuando la Federación les necesitó en la batalla.