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Los viernes de Iván Castelló: Luis Enrique, deja que te explique

Iván Castelló

Actualizado 24/06/2021 a las 20:28 GMT+2

Tu ambición puede llevarte a pique, que cantaban Los Nikis. Sí pero no. ¿O es no pero sí? No se sabe. Ni después de un 5-0 a favor. Esta España nuestra de Luis Enrique no seduce. Eso es bien cierto.

Luis Enrique, eufórico en un gol de España ante Eslovaquia

Fuente de la imagen: Getty Images

Y confunde con su irregular rendimiento a una afición perdida y tocada. Menos creyente que nunca. Como la prensa. Que también juega su parte. ¿Por qué? Por varios motivos. Vamos a centrarnos en cuatro.
Uno, y ahí entra en juego un choque generacional, la actual selección ha abandonado el personalismo por el colectivismo. Ya no hay tantas estrellas individuales como antes. Ni siquiera un Sergio Ramos o un Gerard Piqué. Es, seguramente, lo que toca pero que levante la mano quién crea ser capaz de reconocer sin ningún género de dudas entre la multitud de un centro comercial, por ejemplo, a Sarabia, Eric García, Dani Olmo, Pau Torres o Fabián Ruiz. Pues no tantos. Son las suyas caras todavía por mimetizar en el imaginario colectivo.
Dos, que el estilo de juego dependa de Busquets a sus 32 años (33 unos días después de la Eurocopa). Que también importa cómo se juega y por qué se juega así. Y la apuesta por conservar el balón, por la posesión, pero, en cambio, tener poco rédito ofensivo en los dos primeros partidos de esta Eurocopa distópica, marcó el devenir de una España que con Busquets tuvo gol ante Eslovaquia pero que no tenemos ni idea si lo tendrá de nuevo ante Croacia. Porque los croatas, subcampeones del mundo, también soban la pelota que da gusto desde la calidad. La respuesta ante eso se antoja imprevisible, un dado rodando por la mesa.
Tres, Morata. No es sencillo, está claro, ganarse a un país desde la posición de 9. Sólo se consigue a base de goles, goles y más goles. No hay muchas más opciones. Y Morata no tiene ese gol en la Eurocopa que le hace falta a él, a todos. Tampoco ayuda a que su figura sea venerada el que juegue en Italia tras un paso siempre incompleto (por llamarlo de alguna manera) por el Real Madrid y el Atlético.
Cuarto y último: la afición. Porque no toda la afición comulga con este equipo y, mucho menos, con este seleccionador. Y tienen también su punto de razón. Lucho, tipo listo, no ha parecido en cambio inteligente al no llevar a un solo jugador del Real Madrid, algo más que un club (y no sólo el Barça) en el mundo del fútbol. Y esa falta de previsión en el desafecto que, sin duda alguna, sería fácil provocar (y así ha sido) ha penalizado el ambiente externo del equipo. Que mucha prensa vive de la excelencia blanca y no perdonará las ausencias también se sabía. Y se nota en el enrarecido ecosistema.
Algunos directivos, se dice, se han llevado las manos a la testa con la misma cabezonería que el seleccionador al no saber actuar con red en su equilibrismo circense y no llamar, por ejemplo, a Nacho Fernández aunque solo fuera por ser lo políticamente correcto. Que todo cuenta en el puesto más difícil de este país, el de seleccionador jefe de 47 millones de seleccionadores.
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