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Los miércoles de Antonio Sanz: El Doce

Antonio Sanz

Actualizado 11/08/2021 a las 09:19 GMT+2

Dice el almanaque que un veintitrés de diciembre de 2011 cambió la historia contemporánea del Atleti. Aquel día se eligió nuevo entrenador. Casi diez años más tarde, Simeone se ha convertido en algo más que un laureado técnico. Es el líder, el alma y el porvenir de una entidad que encontró Mesías para enterrar al ‘Pupas’.

Simeone celebrando con el Atlético de Madrid.

Fuente de la imagen: Getty Images

En el verano previo a la llegada del argentino, la propiedad decidió dar un golpe de timón a la estructura del club. Despidió de un plumazo al director deportivo, entrenador y director de la cantera. Contrató a antiguos jugadores para los puestos de mando, y éstos debían elegir al nuevo técnico. Se intentó con Luis Enrique y Benítez, pero ninguno cuajó. Al final, se optó por el regreso de Manzano, que había dejado un sabor dulce en su anterior etapa. Sin embargo, la segunda parte se le atragantó a Gregorio y, como dirían los clásicos, no se comió el turrón. Desde Buenos Aires, otro ex jugador rojiblanco preparaba la maleta. Si el propietario había dejado libertad de elección anteriormente, esta vez tomó las riendas y comunicó directamente con Simeone, vinculado a Racing de Avellaneda. El Cholo rompió el contrato y aterrizó en Madrid para una década después convertirse en leyenda.
Para gran parte de la afición, Simeone es ya el mejor entrenador de la historia centenaria del Club Atlético de Madrid. Es difícil rebatirlo porque nadie queda del origen o nadie sobrevive al paso del calendario para comparar. Pero es seguro que el Cholo está entre los más grandes. Para los más contemporáneos, existe una evidencia: el argentino ha logrado detener el vaivén de técnicos que salían y entraban a ritmo cuartelario. Aquella frase del propietario de “hemos probado todo menos la paciencia” se ha convertido en una efectiva realidad. Otros antes lo intentaron, pero a ninguno se dotó del crédito que mantiene Diego. Porque es el doce, es la extensión de todo lo que sucede en el césped porque nunca nadie antes forjó una figura inquebrantable para los atléticos.
Quizá, los dos entrenadores que más se acerquen a Simeone sean Luis Aragonés y Radomir Antic. El primero devolvió al club a Primera división en la peor crisis moderna de la entidad. Además, su pulso con Raúl González, siendo seleccionador nacional, lo elevó a los altares de la gloria rojiblanca. La cacería mediática que sufrió, nunca vista antes y nunca repetida después, encontró respuesta en la afición que terminó por adorar a quien antes había repudiado desde el banquillo. ‘Rado’ logró lo que nadie: el ansiado doblete del 96. El serbio se ganó a la gente por el fútbol vistoso y alegre de sus jugadores. Sólo los precipitados retornos consecutivos al club (con descenso de categoría incluido) empequeñecieron una labor que fue ponderada por su modernidad, su atrevimiento y su efectiva manera de entender el juego.
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Luis Aragonés arenga a los jugadores del Atlético de Madrid

Fuente de la imagen: Imago

Precisamente, en Luis nació la secuencia del doce. Una matinal de entrenamiento en la concentración segoviana del Atleti despertó a todos gritando sin piedad: “¡¡agua, al doce!!”. Los alaridos eran dirigidos al jefe de Prensa que repasaba en silencio los periódicos del día, ajeno a lo que ocurría sobre el césped. Tampoco era consciente de que a sus pies reposaba una nevera con botellas de agua. Pero tanto levantó Aragonés la voz que el periodista se sintió aludido. “¡¡Agua, al doce!!” repetía. Claro, el doce era él y pedía líquido. Era el código de Luis. El código de quien siente la extensión de los jugadores y que transmite que el entrenador es quien propone para que los jugadores dispongan. Por eso es el doce y queda fuera del uno al once que saltan al campo.
Simeone, cocinero antes que fraile, sabe perfectamente que un buen doce es aquél que sabe manejar y orientar al grupo, más allá de tácticas o planes de juego para ganar. El argentino lidera el proyecto, pero es consciente de que necesita líderes en el campo. Así se encontró con Gabi o Godín y ahora con Oblak o Savic. Además, un buen doce es aquél que conecta con la grada y que sabe enviar los mensajes oportunos para agrupar y no dividir a la masa. Pero un buen doce sabe también que sólo los resultados sostienen y que ese poderío se agranda con la fuerza de los títulos. Y al técnico sudamericano lo representan ocho, entre los que destacan dos campeonatos de Liga y dos Europa League. Sólo la Liga de Campeones se atraganta con dos finales perdidas en increíbles circunstancias.
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Oblak y Savic celebran el empate ante el Betis

Fuente de la imagen: EFE

El ‘Cholismo’ es un grupo de seguidores atléticos que mantienen que todo lo que propone el Mesías Simeone es palabra de profeta. Un pequeño resquicio de esa afición agradece al técnico todo lo ganado, pero es más exigente a la hora de reclamar un juego más distraído del equipo. Ese afán defensivo del entrenador ha variado en este último curso alcanzando más grados de diversión sobre el césped. Así ha llegado la segunda Liga y así ha encandilado a una grada vacía pero que por televisión se felicitaba de un buen ejercicio. En este curso que ahora comienza, la marcha de Messi iguala el campeonato. El Barça pierde a su gran estrella, el Madrid sigue sin encontrar goleador y el Atleti parte como campeón. Es el momento de que el doce siga con esa evolución que le ayudó a ganar el último campeonato y por qué no el siguiente.
PD: Aquel jefe de Prensa es quien hoy firma este artículo.
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