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Los jueves de Luis Villarejo: Rüdiger y el legado de Pepe

Luis Villarejo

Actualizado 22/09/2022 a las 09:36 GMT+2

Los grandes equipos se construyen con jugadores extraordinarios. Dentro y fuera del campo. Si son buenas personas, como dice Del Bosque, mejor. Antonio Rüdiger es uno de esos futbolistas que pertenecen al grupo de los elegidos.

Antonio Rüdiger

Fuente de la imagen: Getty Images

Con su físico privilegiado, su 1.90 y una personalidad arrolladora, se ha ganado al público y a su entorno en solo unas semanas. Sus gestos y sus acciones le elevan a un futbolista, de esos que podrían estar diez años en el Real Madrid.
Es plausible leer que un jugador tenga ídolos y confiese su admiración, especialmente si no son cromos de niñez, sino de compañeros en activo. El gran referente para Rüdiger en el Real Madrid es Pepe. Es un impulso para el club, que cada ‘fichaje crack’ pueda prolongar su imagen en un antiguo jugador del Madrid. Es una suerte que haya una especie de cadena de mando, donde los fichajes admiren a sus predecesores. De verdad, sin postureo. Es una bendición que existan esas luces largas.
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Pepe y Fernando Torres, durante un Liverpool-Real Madrid

Fuente de la imagen: Getty Images

Pepe fue un jugador entrañable en el Madrid. Era central. Duro, atleta, rápido, agresivo, expeditivo en el campo, pero en la calle, de civil, con un corazón que no le cabe en el pecho. Bondadoso, generoso. Una de las mejores personas que ha pasado por el fútbol español y ahora recordado por Rüdiger, recién aterrizado en el Bernabéu, y que siendo una estrella, titular con Alemania en la selección, y líder en el Chelsea, entiende que la plaza de titularísimo con Carlo Ancelotti hay que pelearla a diario en los entrenamientos.
En ese flashback de entusiasmos mutuos, un día me contó Pepe que su gran ídolo, de siempre, era Fernando Hierro. Pepe acababa de fichar por el Madrid. Le dije si le apetecía conocerle. Sus ojos se iluminaron, esbozó una enorme sonrisa y con la ilusión de un niño, esperó el gran momento. Como ese crío que espera la llegada de los Reyes Magos o de Papá Noel en Navidad, Pepe yo creo que esa noche no durmió.
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Hierro, en su último partido con el Real Madrid

Fuente de la imagen: Imago

Delante de él, llamé a Fernando Hierro, y quedamos en la Ciudad de Las Rozas. Cuando colgué el teléfono, Pepe me dio un abrazo inolvidable. Parece que en general, y a menudo es así, que los futbolistas viven en sus burbujas, a algunos incluso no les gusta el fútbol, pero de vez en cuando si surge estos casos de tipos auténticos como Pepe, conviene ponerlos de relieve para evitar juicios perversos que no reflejan la auténtica identidad de una persona.
Disfruté mucho con aquel encuentro Fernando Hierro / Pepe, que ahora recuerdo al nombrar Antonio Rüdiger al ahora central del Oporto. Hierro apareció con una camiseta firmada, una de verdad, de la de su época, de la marca Kelme. Pepe flipó literalmente. La tertulia posterior fue inolvidable. Dos hombres de fútbol hablando del Real Madrid, de su entorno, de la obligación de ganar de lunes a domingo.
Pepe se hizo madridista muy pronto. No es lo mismo ser jugador del Madrid que madridista. Comenzó a estudiar su historia desde el minuto uno, a interesarse por la labor de Santiago Bernabéu en los años 50; por conocer en fotos los saltos imperiales de Carlos Santillana; por saber quién era Miguel Angel, un portero de leyenda que fue titular con España en Argentina ‘78; por sumergirse en la apasionante vida de Juanito, al que en el minuto 7 comenzó a ver que recordaban siempre en el campo; a vivir el Madrid 24 horas; a preocuparse por el Castilla, a ver los partidos del filial cuando el tiempo libre se lo permitía.
A estos detalles yo les llamo el 0,1. Lo importante es tu rendimiento, claro. Pero hay un 0,1 de puntos que suman. Es algo casi intangible, pero que, como la lluvia fina, cala en el ecosistema del club. Es más, aquellos que van sumando tandas de factores 0,1 + 0,1… al final ¿Saben qué les ocurre? Que Pepe firmó la cifra mágica: diez años en el Real Madrid. Dos dígitos que le permiten, ya sólo por antigüedad, ser leyenda. Y además de los laureados con tres Copas de Europa. Todo este relato viene tras mostrar Antonio Rüdiger su naturalidad, hablando de fútbol en Alemania. Gracias Rüdiger por ser futbolero.
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